Mariana
Sinceramente no entiendo porque cuando te vas, mi vida se vuelve un desmadre que antes o quizás no lo veía así porque estabas ahí escuchándome, aconsejándome, diciendo que hacer, pero ahora que no estás, ¡joder, es difícil!
Después de varias reuniones, entregas, sellos y otras cosas más en la empresa, me tocó sentarme, relajarme, pensar. Dos días de haber abofeteado a Abigail. Realmente me hizo exasperar, no hemos hablado de lo sucedido, solo hablamos para despedirnos y al regresar a casar no decimos nada. Creo que ella llega tarde casa para evitar enfrentarse a mí o al contrario. Dos días de sentirme tan tonta al creer que ella estaba pensando en otra que no fuese yo.
—Señorita, una chica la busca —dice mi secretaria y me incorporo en mi asiento, cierro los ojos por un momento, suspiro y sonrío.
—Hágala pasar, por favor.
Levanto la mirada de unos papeles que están en mi escritorio para observar a Nahomis entrar junto con una chica muy hermosa detrás de ella. Me levanto de golpe para ir a saludarla. Ya se le nota su pancita, después de un gran abrazo, beso su panza y las hago sentarse. No le quito la mirada de encima a esa chica.
—¿Qué te trae por aquí? —Pregunto moviendo mis manos ampliamente.
—Primero para saber cómo van las cosas con ya-tu-sabes —dice mirando de reojo a la chica—. Segundo, necesito de tus movimientos para ayudarme a trasladar unas cosas, pero no tengo todo el papeleo que se necesita para eso.
—Con respecto a lo que necesitas, debes sacar estos papeles —me levanto para buscar una carpeta en uno de los archivos—. Y también la otra compañía —le entrego la carpeta—. Abigail sabe cuáles son —miro de nuevo a la chica que no ha dejado de mirarme—. ¿Tú quién eres?
—Alexandra Izarra —dice la chica con una sonrisa socarrona—. Esto debía hacerlo yo, Nahomis.
—Ya. Pero no sabías donde trabaja la novia de Abigail —comenta mirándome de reojo—. Además, sigues en observación en este puesto.
—Pues —se cruza de brazos con arrogancia—. ¿Para qué me cambiaron? Estaba bien en acompañar a Abigail en el campo.
—Sí, pero yo empecé a sentir ansiedad de tanto estar encerrada y eso le afecta al bebe —dice con molesta—. Y fin de la discusión.
—Como digas.
—Me imagino que debe chocar con Abigail —digo en tono divertido y Nahomis asiente con la cabeza.
—No se soportan ninguna de las dos —responde Nahomis entre risas—. Amiga, te veo a la hora del almuerzo —se levanta, la imito al igual que la chica.
—Está bien, le das mis besos a Abigail.
—No se los daré en la boca, guacala —dice y nos reímos entre las dos.
—Le preguntaré en el almuerzo.
Se retiran, cierro la puerta cuando están un poco lejos de mí. Así que la nueva es muy hermosa y Abigail no lo ha mencionado, bueno, es que no hemos hablado, también nos evitamos, creo que es momento de cambiar eso, siento que estamos retrocediendo, de ser así, es mejor dejar todo hasta aquí sin seguir presionando nada. Doy dos pasos y suena mi celular, veo el nombre de Abigail reflejado ahí y sonrío.
—Acabo de conocer a una futura socia.
—¿En serio? —Pregunta con emoción—. Entonces pueden subir más el reconocimiento de tu empresa.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—De tu futura socia, amor.
—Serás pendeja —comento pegando mi palma de la mano en la frente, camino hacia mi escritorio—. Nahomis vino con una tal Izarra y no la soportas.