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Con el pasar de los días, Jeonse y yo volvimos a ingresar como apoyo del ejército.

Me deslicé por el piso con mi espada y la de un soldado caído, cortando todo tipo de cuerpos al pasar. No solo Jeonse había mejorado sus habilidades, yo también.

Cinco soldados me rodearon y alzaron sus espadas contra mí. Los mandé a volar con solo alzar mi mano y me ocupé del hombre que estaba intentando escapar, el comandante.

Le lancé una gran cantidad de rocas contra el cuerpo hasta que cayó inmóvil al piso. Caminé hasta él para sujetarlo por el cuello de su camisa y lo abofeteé para que despertara.

"¿Dónde está el refugio?" -Pregunté entre dientes al ver que había despertado.

Gritó, chilló e intentó librarse de mi agarre, pero todo fue en vano. Lo lancé por los aires hasta aprisionarlo contra la pared que estaba al otro extremo de la aldea.

"No te dejaré ir hasta que me digas dónde está el refugio" -Grité.

Refugio... Un nombre curioso para un lugar donde tenían encerradas a prisioneras que llamaban "damas de consuelo". El solo hecho de pensar en todo lo que hacían con ellas me daban ganas de vomitar y asesinarlos a todos.

"No está cerca. Los militares se acercan allí cuando descansan así que está cerca de la frontera sur. A dos días de aquí" -Se quejó con un ligero tono desesperado que intentaba ocultar.

Torcí su brazo, sin llegar a tocarlo, sólo demostrándole que mi magia podía acabar con él. "Dime la verdad. Puedo leer tu mente y no te dejaré ir hasta que me digas"

El mayor mito de la hechicería era que podíamos leer las mentes y controlar el tiempo. Era absurdo, pero aun así había gente que lo pensaba y temía a ello.

"Está bien, camina hacia el sur hasta que el sol se oculte y llegarás ahí. Es una construcción débil que está en medio de un bosque"

Lo dejé caer en el piso y lo sujeté del cuello de su uniforme para comenzar a abofetearlo sin piedad.

"Cuando vuelvas a tocar a una mujer, acuérdate de este momento, porque si vuelvo a verte, voy a despedazarte y colgarte en la frontera para que te coman los cuervos" -Lo empujé con mi pie en el hombro y pasé de largo.

Jeonse siguió mis pasos, cuestionando mis métodos y costumbres. Él creía que la clave de la paz mundial era la comunicación. Para mí, era la justicia.

"¿Debería repetirte lo que pienso de las bofeteadas gratis que le diste al final?" -Jeonse guardó su espalda mientras corría a mi lado.

Negué. "Sé que no estás de acuerdo, pero voy a seguir haciéndolo"

Él no discutió, sólo suspiró y asintió. Cuando el sol se ocultó, comencé a ver a la distancia, una construcción demacrada, era madera húmeda y antigua que en cualquier momento iba a derrumbarse. Apreté la mandíbula por la ira, utilizaban a esas chicas para sus propias satisfacciones y las tenían prisioneras en condiciones deplorables.

Jeonse me sujetó de la muñeca. "Sé que eres mi hermana mayor y te respeto con todo mi corazón, pero recuerda que nuestro objetivo es rescatar a las prisioneras. No te pido que sigas las leyes del rey, pero necesito que te controles. No pierdas la cabeza"

Lo miré por unos segundos eternos. La única iluminación en nuestro rostro era la luz de la luna. Mordí mi lengua para evitar maldecir a mi hermano con buenas intenciones y asentí. Todo el mundo debería agradecer que Jeonse es mi cable a tierra, mi ancla a la cordura.

El plan de Jeonse era entrar discretamente y sacar a las prisioneras, pero no podía pedirme tanto esfuerzo así que simplemente mandé a volar la puerta, arrastrando a un par de militares a mi paso.

ENCHANTRESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora