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"Su majestad, la Señorita Oh y su hermano, han llegado"

Escuché a uno de los guardias reales gritar desde la puerta. No quería admitir que estaba sintiendo retorcijones en mi estómago por lo que estábamos haciendo, tenía toda la intención de darme la vuelta y fingir que jamás había aceptado unirnos a la guerra.

Sentí la mano de Jeonse deslizarse en la mía, entrelazando nuestros dedos, dirigí mi mirada hacia él y pude percatarme de que estaba sonriendo.

"Déjame hacer esto, Oh Ayeong. Sé que estás preocupada por mi pero quiero ayudar al pueblo. Quiero terminar lo que papá no pudo hacer"

Esas palabras fueron las que nos llevaron a esta situación. Jeonse se había sincerado sobre sus sentimientos y lo que pensaba de ir a la guerra. Primeramente, me negué a toda idea relacionada con permitirle enfrentarse a una pelea que no le correspondía. Pero, con el pasar de las horas, entendí que no podía reprimir lo que él quería por mi culpa y mis miedos a perderlo.

Así que, aquí estábamos. Entrando al palacio real.

"Oh Ayeong. Oh Jeonse. Es un gusto para mí, tenerlos aquí" -Él rey entrelazó sus propios dedos- "Espero que hayan venido a darme una noticia. El príncipe Hyunjin me dijo que les había entregado mi carta un poco tarde"

Asentí. Dispuesta a hablar, pero Jeonse se me adelantó al dar un paso al frente.

"Su majestad, mi hermana y yo, hemos decidido participar en la guerra. Queremos ayudar al pueblo y defender a aquellos indefensos" -Él habló con seguridad y un toque de orgullo, como si estuviese dando un discurso.

El rey sonrió. A mi parecer, esa sonrisa era de todos menos de sinceridad. Se veía como un león afilando sus bigotes antes de devorar a su presa. Percibía una energía diferente en él, pero estaba protegida de manera en que no todos pudiesen verla.

El rey nos pidió ir al salón en donde se reunían los guerreros para hacernos una inducción.

Durante el camino, me mantuve en silencio. No me sentía especialmente feliz con lo que sería nuestra vida en las próximas semanas.

Por el contrario, Jeonse estuvo suspirando entre sonrisas durante todo el camino. Aveces desearía ser un poco menos egoísta como él y como papá o la abuela. Pero, la verdad era que prefería mantenerlo a salvo antes que salvar al pueblo.

"Atención" -Lee Minho nos recibió con su semblante serio. Los guerreros que se encontraban entrenando entre sí, se formaron en una fila perfecta frente a nosotros- "Ellos son Oh Ayeong y Oh Jeonse. Son los nuevos magos que se unirán al ejército para defender el frente norte" -Nos señaló, antes de entregarnos una espada con el símbolo de la realeza- "No los subestimen por ser nuevos. Les aseguro que se sorprenderán de sus habilidades"

Los hombres asintieron, mirándome de una manera extraña. Sonreí con amargura. Debí asumir que no recibirían bien que una chica estuviese en el ejército cuando la mayoría era criada o dueña de casa.

"Gracias por recibirnos. Haremos un buen trabajo" -Mi hermano les dedicó una reverencia.

Al ver que ninguno de ellos correspondió a su emoción, chisté. Me sentía amargada y la defensiva con sólo verlos.

Arrastré a Jeonse hasta el otro extremo del lugar de entrenamiento y comencé a explicarle cómo activar sus poderes más rápido de lo que ya sabía. Incluso, intenté que entendiera cómo traspasar su energía a la espada que nos habían dado, pero el tiempo nos jugó en contra.

"Vamos a comer algo antes de salir a la acción" -Minho gritó.

Al parecer, Lee Minho, era el comandante del grupo del Norte. Estúpidamente, pensé que Jisung estaría aquí, pero luego recordé que él era del frente Sur.

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