La zona Norte de la ciudad estaba completamente atemorizada, no podían salir sin sentir miedo alguno, estaban desesperados.
Algo o alguien los estaba matando, lenta y dolorosamente. Algunos pensaban que se trataba de un lobo, pero... ¿y si en realid...
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El interior del bosque se encontraba completamente en silencio, asimismo la casita que justo en el centro de este se encontraba.
Los habitantes del pequeño hogar estaban exhaustos, incluidos los dos recién nacidos, quienes al parecer preferían hacer silencio para no alertar a sus padres. Cada uno estaba abrazado al pecho de su respectivo padre, descansando mientras estos se habían quedado dormidos.
Todo era paz y tranquilidad hasta que un ligero chirrido se oyó en el acceso principal de la casa, despertando a KeonHee quien apenas estaba despertando de su segundo desmayo. Vio a SeoHo descansando profundamente con el pequeño en la cama, así que con cuidado se levantó para no hacer mucha bulla.
Salió hacia el pasillo, con cautela hasta divisar las escaleras y poder bajarlas. Al estar finalmente en la primera planta, se sorprendió de ver un rostro familiar.
ㅡ¿P-papá? ㅡinquirió incrédulo. Pestañeó varias veces para aclarar su mirada y, efectivamente, su padre se encontraba allí.
ㅡHola, querido ㅡdijo él, poniéndole una mano en su hombroㅡ. Y lo siento.
Justo después intentó darle un golpe para noquearlo, pero Lee alcanzó a esquivarlo por poco, cayendo de espaldas y armando un gran estruendo, alertando a los demás.
ㅡ¡Ya nos escuchó, andando! ㅡvociferó el señor Lee hacia la puerta e inmediatamente varios hombres armados comenzaron a ingresar.
KeonHee alcanza a agarrar el pie de su padre y le hace caer, obligándolo a quedarse donde estaba, aprosionándolo con su cuerpo.
ㅡ¿Qué mierda están haciendo? ㅡinquirió.
ㅡHay que eliminar los engendros del demonio, sino el pueblo caerá en ruinas por la oscuridad ㅡdijo el muy superticioso.
Los desconocidos estaban en la parte baja de la casa y en el granero, saqueando todo lo que pudiesen, así que aprovechando aquello regresó al piso de arriba para alertar a los demás, quienes ya se encontraban todos en un solo cuarto.
SeoHo y GeonHak estaban a un susto de llorar, alarmados, angustiados y aterrados. A ellos podía pasarles lo que fuese, pero no a sus retoños, no a sus pequeños.