╰❥Capítulo 06: Cambios

258 24 0
                                    

A través de lo sucedido, el joven pelinegro comenzó a despedir de alguna manera a todos los que lo atendían en aquel hogar, donde dichas personas habían estado para él desde casi su nacimiento. Era tan difícil decir adiós, por lo que entendieron. Todos los empleados comenzaron hacer sus maletas, regresarán a su hogar, en el fondo aún conservando la esperanza de que cambie de opinión y los llame de regreso. Lo que de verdad no esperaba Fushiguro, era ver a su "padre" también irse, pero después de todo, él mismo lo llamó padre.

—No te dije que te fueras de inmediato.

—Lo sé, pero al despedir a todos y correrlos de su también hogar entiendo que eso también va para mi —suspiró—. Así que al ser un simple empleado reemplazable, también me voy.

—Aún puedes pasar la noche aquí.

—¿Para qué? —sonrió amargamente—, te entregue mi vida sin importar que no fueras mi hijo de sangre, siempre vele por ti y lo único que siempre desee a cambio de recibir era el mismo amor.

Se mantuvo en silencio escuchando sus palabras, sabía que tenía razón. A sus tan solo diecisiete cuidaba de él incluso, aunque sus padres aún vivieran, a sus veinte no tenía responsabilidad alguna de hacerse responsable de un niño de cinco, sin ser su padre oficialmente.

—Pensé que de verdad lo había logrado —suspiró—, sé que no soy tu lazo sanguíneo, pero sabes perfectamente que mi amor por ti es como si de verdad lo fuera.

Comenzó a mover su silla en dirección a la puerta, sabía perfectamente que le dolían las palabras del albino, por que todo era verdad.

—Si cambias de opinión, sabes donde vivo —cerró su maleta—. Nunca es tarde para pedir perdón.

—¿De qué sirve si nada vuelve a ser igual?

—Depende de a quién se lo digas, por mi parte, sabes que siempre habrá amor para ti... porque creeme, que mi amor paterno es sincero.

—Sí, como sea —salió.

La casa se fue quedando sola, hasta el punto en que vio a su padre irse "para siempre", porque aunque su corazón gritara de dolor, su mente lo detenía diciendo que fue una pésima persona que no merecía a nadie en su vida, que solo era lo mejor, que quizás morirse era la solución a sus problemas. Una vez que el gran portón cerró, sus lágrimas amargas caían sin permiso y lloraba sin hacer ningún ruido.

Comenzó a moverse en su silla hasta llegar a su habitación, pero antes escuchó como aún quedaba una última persona, sabía quién era. Limpio sus mejillas y carraspeo su garganta antes de llamar a la puerta, se escuchó los pasos de dicha persona acercándose a la puerta para abrirla. Iba a responderle de mala gana, pero al verlo, podía notar el arrepentimiento en su rostro, lo gritaba en silencio.

—Disculpe que no me vaya hoy como me ordenó, pero tan solo deje que amanezca para desaparecer de aquí, se lo prometo —hizo una reverencia—. Pretendo no dejar nada e irme.

¿De verdad quieres estar solo?, recordó la voz de su amiga molesta. Quizás de todos, la única persona que lo amaba sin importar qué era su padre, porque su hermana también había dejado de verlo hace meses. Se cuestionaba una y otra vez si de verdad eso quería, fue un impulso el alejarlos a todos, el hacer que se fueran de aquel hogar y de su vida, ¿era tarde para cambiar? Ellos se cansaron. Aunque le doliera, entendía que por más que ames, siempre hay un límite y él pidió a gritos que llegara.

Estiró su mano en dirección a ella, comenzó a dudar unos segundos antes de tomarla, pero sabía perfectamente que el poco tiempo que tenía trabajando para él siempre fue suficiente para estar velando su bienestar y siempre obedeciendo lo que pidiera. Sabía perfectamente que él, hubiera sido el novio perfecto que hubiera deseado antes del que tuvo. Colocó su mano sobre la de él, ambos sentían que era la persona correcta con la que siempre debían estar y que si era probable, deberían estar juntos. No hicieron falta palabras, entendían correctamente lo que sucedía.

╰❥Heridas (Megumi y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora