Capítulo 4

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NARRA GABRIEL

Rápidamente se levanta de la silla y se va dejándome con la palabra en la boca. Podía notar como cada terminación nerviosa se iba despertando a medida que yo me acercaba, como le temblaba el labio inferior y como sus dedos no paraban quietos sobre la silla donde estaba sentada. Es por eso que se va dejándome solo en la furgoneta.

— ¡Me debes una cena! — le grito saliendo tras ella, y a lo lejos me saca el dedo corazón.

— ¡Gánatela! — antes de que entre al set donde grabaríamos la escena en la que Nick y Noah se conocen, la alcanzo tomándola por el antebrazo.

— La tengo más que ganada y lo sabes, ahora yo te pregunto ¿habrá algo más que la cena? — sonríe pícara y juraría que ahora el que se pone nervioso soy yo.

— Nos vemos cuando salga del psicólogo a las nueve — me guiña un ojo.

— ¿Has encontrado psicólogo aquí en Marbella? — asiente con la cabeza, me sonríe de oreja a oreja y desaparece.

Grabamos unas cuantas escenas más junto a Iván y Marta, repetimos una y otra vez, nos aseguramos de hablar y dejar claro a la coordinadora de intimidad aquello que no queríamos y que si, ya que al día siguiente venía la primera vez de Noah y Nick. Nicole es la primera en pillarse un uber y salir de allí, yo me despido de Víctor que me choca la mano y se va junto a Pablo.

Salgo del set a fumarme un cigarro y, mientras expulso el humo, meto en el bolsillo derecho del pantalón mi mano encontrándome en él la pulsera que le había comprado a Nicole esta mañana. Es una simple pulsera de color rojo con el famoso nudo del ocho, pero tenia sentido ya que representaba algo nuestro, algo que nos recordaría este proyecto. La vuelvo a guardar y acabo pisando el colilla en el asfalto.

Son las ocho menos cuarto, tengo el tiempo justo para arreglarme e ir a recoger a Nicole. Me pongo un vaquero oscuro, un par de cadenas en el cuello con una camiseta básica de color blanco y unas zapatillas negras. Me miro varias veces al espejo comprobando que voy lo suficientemente atractivo y chulito como a mi me gusta, peino mi pelo con las manos, es una costumbre que siempre tengo. No sé para que compro cepillos.

Mi sonrisa arrogante me delata, sé que esta noche es mi noche. Así que pillo un uber que me deja en la misma puerta del psicólogo que me dijo Nicole por WhatsApp, aliso con mis manos la camiseta, aprieto mi mandíbula mientras no dejo de mirar el portal dudando si llamar o seguir esperando un rato más.

Nicole sale de allí minutos después con los ojos aguados, no sé si preguntar va a ser una buena opción, porque ni siquiera me saluda, simplemente caminamos en silencio hasta el restaurante donde había reservado para cenar.

— ¿A qué nombre esta la reserva? — me pregunta un chico rubito de no más de veinte, delgado y con los ojos oscuros que se encuentra en la entrada con su camisa blanca y su chaleco granate.

— A nombre de Gabriel, Gabriel Guevara.

Nos sentamos justo en la mesa que apega al gran ventanal donde se puede ver Marbella, una noche con bastante ambiente, ruido de coches lujosos que pasean por Puerto Banús, la música que sale de diferentes locales. Mis ojos se clavan en ella, sus dedos dan pequeños golpes sobre la mesa, esta nerviosa y desde que salió del psicólogo no ha abierto la boca.

— ¿Me vas a contar que te pasa? — mi mano se posa sobre la suya y clava sus ojos en mi para después apártala rápidamente.

— Nada — dice seria.

— Si fuese nada no estarías así, me tienes preocupado — acaricio el dorso de su mano con mi pulgar pero ella la aparta de manera brusca.

— ¿A qué estamos jugando? — me mira fijamente. — ¿Crees que soy tonta?

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