28. Ojos verdes, ojos dorados.

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28.

Ema Charles

Dagas punzantes, e hilos filos que sostienen vidas inocentes.

Parpadeo en varias ocasiones, y el aire solo parece volverse más tosco, imposible de respirar. La tensión que nos invade no se podría deshacer con unas simples tijeras, es necesaria la espada más afilada que existe sobre la faz de la tierra, solo para eliminar un tanto de las espinas que rodean todos estos ojos.

Esos verdes, verdes como los bosques llenos de malezas, inconquistables, desafiantes, con toques de limites peligrosos. Y en el fondo, pero solo en lo más profundo, bondad y dulzura.

Luego dorados, tanto como los tonos pálidos de algunos amaneceres, como margaritas, como las hojas en el otoño, conocidos, tanto como los primeros rayos del sol en las mañanas.

Apuntan, y no a mí. Sino que parece que tratan de deshacerse unos de los otros. Están en un duelo interno que muere por tener efectos especiales, y poder causarle un daño considerable a su oponente.

Suspiro antes de entrar de nuevo a la sala, y aprovecho para enviarle un mensaje a Lara, donde le aviso que si hay algún asesinado en mi casa le echare la culpa y huiré del país.

—Aquí tienen—. Coloco dos vasos con refresco en la pequeña mesa de la sala, la que esta justo al cetro de los sofás de terciopelo café claro. Donde esta, la más extraña combinación.

Por un lado en el extremo derecho un chico de cabello castaño claro, con los ojos verdes fijos en mi, trae puesto una camisa blanca, sobre ella un suéter color azul oscuro, para terminar con unos pantalones negros, la forma en la que su cabello despeinado cae a lo lados, y unos pocos mechones es su frente, me dan ganas de verlo de más.

Y luego al lado izquierdo esta un rubio con la piel tan blanca como la nieve, tiene los ojos dorados, y lleva puesto unos pantalones de vestir gris, junto con una camisa formal de color anaranjado, los primeros dos botones están sueltos, y sobre todo eso una cazadora que se le ve bastante bien.

Están justo como los deje antes de irme. Con una distancia prudente y en completo silencio.

—Esta es para ti—. Y le extiendo un refresco a Asher. —Y este para ti—. Ray me da una sonrisa y da un trago del refresco cuando se lo entrego.

—Espero que al menos se presentaran en mi ausencia—. Tomo asiento entre ambos, e interpreto el silencio que ninguno de los dos se atreve a romper, como que no se han dirigido la palabra ni por equivocación. —Háganlo entonces.

No pienso dejar que toda la situación sea más incomoda, pero tampoco puedo ignorarla. 

Me levanto y voy hasta el pequeño sofá del lado de Ray, para que no haya ninguna interferencia entre ellos.

Y es mi mejor amigo el que decide romper la tensión, o al menos eso intenta.

—Ray... Me llamo Ray Mayher—. La sonrisa que asoma por su rostro no grita más que "Si quieres arder, tengo gasolina aquí cerca".

Las canciones que somos [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora