29. Lo que se pierde

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29. 

Ray Mayher

He pensado siempre que las miradas hablan mucho antes de que la boca pueda pronunciar una sola palabra. Y las miradas de ambos decían cosas. Cosas de las que se me había privado.

Mi corazón esta tan acelerado, trato de fingir tranquilidad, pero todo mi cuerpo desprende impotencia, no se que se supone que esperaba.

Cada paso es más pesado que el anterior.

—Ah, y antes de irme—. Giro a ellos, están más juntos que antes, y hago mi mayor esfuerzo por no cerrar los puños. —Cuando conocí a Ema...

No se porque hago esto. No se que se supone que estoy buscando.

—Le dije que saliera conmigo.

Volteo dándoles la espalda una vez más, y muerdo mi labio, el ruido de la puerta al cerrarse se siente como un golpe.

Asher James para mi es como un abismo, simplemente es como una caída al vacío. No me agrada, y talvez se trate de mis sentimientos egoístas. Ema por otro lado siempre fue como la tierra, era como un lugar firme donde centrarse, un lugar donde poder descansar sin preocupaciones.

Siempre se ha encargado de pertenecer en mi cabeza, y yo por voluntad propia construí paredes alrededor, para que, aunque quisiera no tuviera ninguna posibilidad de escapar. Entre ella y yo quedo algo pendiente, algo que yo deje en silencio por miedo y ella por ignorancia. Creo que estoy en completa negación, si es que se trata de dejarlo en el olvido.

Me quedo estático a unos cuantos pasos de la entrada, no soy capaz de empezara a andar, estoy tan perdido en mi cabeza que vuelven a mí, los recuerdos de como ella y yo nos conocimos.

...

Baje del auto de mis papás justo cuando mi mamá toca el vidrio de la ventana a mi lado. Tenia el ceño fruncido y trataba de mantener la mente en blanco.

Abrí la puerta y empecé a caminar detrás de los Mayher, entre el césped recién cortado, entre el viento que soplaba tan fuerte que me despeinaba a cada paso, entre una nueva ciudad.

No recuerdo un solo año de mi vida en el que permanecimos en un solo lugar, íbamos de un lado a otro y otro. De ciudad en ciudad, de Estado en Estado. Estaba un poco cansado de todo eso, solo quería quedarme en algún sitio, no importaba que fuera bonito, o no lo fuera tanto, haría de cualquiera mi hogar.

Las puertas del nuevo instituto eran grandes, y estaban abiertas de par en par. En la entrada había algunas maceteras que necesitaban con urgencia una limpieza, o igual y ser tiradas a la basura, la cerámica no era nada del otro mundo, tenía un tono gris desgastado, las paredes eran azules, pero un azul tan pálido como el cielo a mitad de año.

La oficina del director estaba a unos cuantos metros de la entrada, en el lado derecho junto a unos cuantos casilleros, lo supimos porque en la puerta se podía leer en letras doradas el nombre "Director Fort", y solo eso, ni siquiera su nombre.

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