Capítulo 23

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Podía hacerlo, se dijo Lucero mientras avanzaba con decisión sobre sus altos tacones.

Kevin quería dinero, mucho dinero, y ella sabía dónde conseguirlo. Solo tenía que pensar en cómo.

Vio su reflejo en el escaparate de Colunga Inc, el sueño de cualquier mujer, y admiró unos instantes las sedas y los ópalos. Sería muy fácil apoyar la cabeza en el cristal y echarse a llorar, pero si empezaba no podría parar, de modo que entró en la tienda y escogió un chal Colunga Inc , una de las últimas creaciones del fundador, Ivan Colunga. Tejido en dorado, rojo y ámbar con el mismo hilo que el vestido que había llevado la noche que besó a Fer por primera vez.

El personal de la tienda la conocía, pero se sorprendieron cuando les dijo que lo cargaran en la cuenta de Fernando Colunga.

-Y esto también -añadió un sencillo vestido koˇza y otro chal, de color turquesa con dibujos verdes y plateados. Sabía a quién le encantaría aquel chal.

Hizo caso omiso de las insistentes preguntas y demandas que le hacía Alannah por una firma y abandonó la tienda para ir en coche al hospital.

-Toma -le dijo a Nina, echándole el chal por los hombros-. Lo diseñó Ivan -alisó la tela sobre los delicados hombros de su amiga e intentó consolarla, pero Nina no paraba de llorar.

-Ha convocado una rueda de prensa para mañana. Se ha acabado. Mañana todo habrá acabado...

-Ya basta -le ordenó Lu, porque le recordaba demasiado a su madre.

-No ha venido a verme. Nunca me perdonará. Fernando no vendrá nunca a verme. Nunca me perdonará.

-¿Y qué? Puede que él nunca te perdone, pero tú sí que puedes perdonarte a ti misma. Hiciste algo horrible, pero también has hecho muchas cosas buenas. Mira cómo me has ayudado a mí. Me diste un buen trabajo, me ayudaste con Rachael...

-Quiero a mi hijo.

-¡Tienes a tu hijo! Te perdone o no, sigue siendo tu hijo -no había manera de razonar con ella.

El médico entró con la medicación y Lucero le pidió que esperara-. ¿Quieres más valium, Nina? ¿O por qué no una copa, como hacía mi madre? O quizá podrías levantarte, lavarte y...

-Duele -Nina se golpeó el pecho con la mano y Lucero no pudo aguantarlo más.

-La vida duele. Pero no puedes rendirte. A veces se cometen errores, pero luego tienes que aprender a perdonarte.
Y lo mismo debía hacer ella.


Por primera vez en una semana, Fernando se afeitó. Con una toalla alrededor de la cintura, intentó afeitarse sin mirarse al espejo.

Había elegido el traje para la ocasión, escrito y repasado su discurso y preparado el equipaje.

Muy pronto todo habría acabado.
Entonces llamaron frenéticamente a la puerta.

Abrió y un torpedo en miniatura entró en su habitación.

-He cambiado de opinión -dijo Lu con voz jadeante, pero decidida-.
Sobre esa oferta.

-¿Qué oferta?

-El dinero que me ofreciste.

-Lu... -dijo él en tono cansado-, me dejaste muy claro que el dinero era lo último que querías.

-Pues he cambiado de opinión -insistió ella, y empezó a prodigarle besos por la cara.

-Lu...

Se la quitó de encima y trató de mantenerla a raya. No quería nada con aquella mujer que le nublaba el juicio.Un flashback inundó su cabeza, los recuerdos llegaban como torrente:

La primera vez que la tuvo frente a él, seguido de aquel besó en el aparcamiento.Hubo uno en especial aquel día dónde logró su objetivo y la sorprendió para cuando él bajo al área de diseño,se encontró con un Ángel Terrenal, así la describió en cuanto la vió enfundada en una de las telas de Casa Colunga, recordándole aquella noche en el yate , pero no quería pensar de más y caer de nuevo, sin más le reprochó

-Debería haberme imaginado que volverías a ser la misma de siempre.

-Soy la hija de mi madre.

-Márchate.

No podía hacerlo. Y no iba a hacerlo.
Se quitó el vestido y reveló el camisón de koˇza que llevaba debajo. Estaba temblando y sentía vergüenza, pero lo peor era que Fernando permanecía impertérrito.

-Toma -dijo él, arrancando un cheque del talonario que había en la mesa-. Por la otra noche. Ahora vete de aquí.

Tenía lo que tanto quería, en la mano, pero no era suficiente. Nunca podría ser suficiente, porque no se trataba de dinero. Volvió a besarlo, apretando los labios contra su reacia boca, pero él apartó la cara.

-¿Es dinero lo que quieres, Lucero? ¿O es sexo? -él la deseaba a ella, no lo que estaba haciendo. La agarró por las muñecas y volvió a apartarla, intentando salvarla de sí misma.

«Las dos cosas», estuvo a punto de decirle Lu. Pero había algo más.

Algo que no se atrevía a reconocer.
No quería que se fuera, pero tenía que aceptar que a Fernando ya no lo ataba nada a aquel lugar.

-¿Qué quieres, Lu?

-Esto no -admitió ella. Miró el cheque y se lo devolvió-. Gracias.

-¿Por qué?

-Por no dejarme hacerlo -cerró los ojos con fuerza-. Por favor, quédate con el cheque.

Él no hizo ademán de agarrarlo.

-No quiero conseguir dinero de esta manera... y lo más absurdo es que tú eres el único hombre con el que podría haberlo intentado... Me siento avergonzada.

-No has hecho nada.

-No es por eso -como él no aceptaba el cheque, lo arrugó en sus manos-. Me prometí que haría cualquier cosa para tener a Rachael conmigo, pero al final...

-No necesitas ese dinero -dijo él. Un comentario muy apropiado para un multimillonario.

Lucero recogió el vestido y se puso los zapatos. Era imposible salir de allí con un mínimo de dignidad, así que miró a Fernando a los ojos.

-Creía que te deseaba... -meneó la cabeza-. Pero no es así. Quiero una familia para Lorena.

Quiero que tenga primos, abuelos, tíos, hermanos... Quiero que tenga todo lo que yo nunca tuve, y todo lo que tú podrías tener.

Fue a abrir la puerta. Sabía que a veces hablaba más de la cuenta, pero no siempre podía evitarlo. Aunque en esa ocasión quizá no hubiera dicho nada... si la puerta no se hubiera atascado.
-¿Así que al pobrecito lo abandonaron de niño? -consiguió abrir la puerta y le lanzó una última y altiva mirada-. Supéralo de una vez.

Y salió de su vida, en tacones y con un camisón koˇza.

El Diablo Se Viste De Colunga - Adaptación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora