Yo soy Afton

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Era de noche cuando llegué a mi local, una fuerte tormenta de nieve ocultaba mi coche del paisaje a medida que me acercaba al Circus Baby's. La oscuridad del cielo solo se contrastaba por la luz de las farolas que luchaban por cumplir su propósito a pesar de la espesa niebla que el frío de las calles manifestaba implacable.

Tras abandonar el asiento del piloto, me aproximé al maletero cubriendo mi rostro con la capucha de mi chaqueta, evitando el impacto de los copos de nieve contra mis ojos. Tras abrir la puerta, mi sorpresa no tardó en hacerse visible, pues el traje de Golden Freddy había desaparecido sin dejar rastro.

Miré detrás de mí, exprimiendo mis párpados para tratar de ver a través de la niebla si el maletero se había desbloqueado por las fuertes ventiscas y había caído en mitad de la carretera, sin embargo, las únicas siluetas que a la distancia se distinguían eran la de los árboles esqueléticos, las vallas de las casas y las farolas cuyas luces habían estallado con el frío.

Las bajas temperaturas comenzaban a abrirse paso a través de mi ropa, por lo que bloqueé el coche y entré en el restaurante en busca de refugio y recoger mi tesoro más preciado para aquel entonces: aquel traje de Springbonnie.

El interior del Circus Baby's estaba oscuro y el ambiente cargado de polvo, con un olor abandonado y las paredes llenas de humedades. Aún se escuchaba el viento del exterior colándose por las grietas del cemento y el papel de pared, la atmósfera ya no se sentía tan familiar como la primera vez que llegué al local.

El vestíbulo se encontraba vacío, por lo que avancé apresurado a recibir a mi hija después de dos años sin reunirnos. Para mi sorpresa, tampoco se encontraba en su galería. Me paseé por el resto de las salas en su busca, Funtime Foxy, Ballora y Freddy seguían en sus puestos, con la pintura corroída y el metal con ligeras marcas de óxido. 

Comencé a tener un mal presentimiento en lo más profundo de mi pecho, las sensaciones que ese lugar despertaba en mí ya no eran las mismas, en mi mente se despertaban alertas que me impedían relajar los músculos de mi cuerpo cada vez que pasaba frente a alguno de aquellos animatrónicos; mis creaciones.

—¿Ellie? —pregunté en voz alta, con esperanzas de que ella viniera a mí y me sacara de todo lo maligno que se ocultaba en las sombras de aquel lugar—. Ellie, princesa, soy papá.

Un crujido se escuchó cuando formulé aquello, me giré hacia la izquierda para encontrarme a Ballora, en la misma posición en la que me la había encontrado la primera vez. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, mis oídos zumbaban y mis manos comenzaron a sudar. Por un momento comencé a dudar sobre la seguridad de aquellos viejos animatrónicos, pues seguían teniendo la función de asesinar para mí, mas sus mecanismos podían estar estropeados por el paso del tiempo.

¿Y si me confunden y terminan atacándome?, pensé. La intranquilidad en mi cuerpo se manifestaba de manera más evidente cada instante y mis piernas estaban completamente inmóviles. Mi destino no era morir en ese momento, aun debía cumplir mi cometido, darle un sentido a la muerte de mi hija, vengarme de todo lo que hizo Henry.

—William —una voz robotizada irrumpió mis pensamientos desde el otro lado de la sala, a mi espalda. Me giré sobre mis pasos con la única esperanza de que aquella únicamente fuera Ellie, y sonreí al ver que sí lo era.

—Mi pequeña Ellie, ¡cuánto tiempo! —extendí mis brazos a medida que me iba acercando a ella. Sin embargo, el animatrónico dio un paso atrás y alzó una de sus manos, indicándome que me detuviera. Fruncí el ceño, confuso, mientras volvía a quedarme en pie en mitad de la sala.

—No te recomiendo acercarte, William —la voz que salía del altavoz de su pecho sonaba quebrada y distante.

—¿William? —pregunté sorprendido—. Ellie, soy tu...

Él siempre vuelve [William Afton]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora