1987

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La pizzería de Fazbear's Entertainment no duró mucho tiempo abierta tras la desaparición de aquellos cinco niños. Las familias afectadas aparecieron en los periódicos de todo el estado como portada principal durante varios meses, hasta que la tragedia se convirtió en un caso sin resolver y después pasó a ser una leyenda del pueblo. Nadie consiguió encontrar los cadáveres y todo aquello se solucionó en la corte con una gran suma de dinero que la empresa debió proporcionar a las familias y, como último pago por la negligencia, acabaron cerrando el restaurante "por la seguridad de los niños de la zona".

Comenzaron a propagarse rumores de que el local, tras la muerte de Christopher y Charlie, había sido maldecido y que las almas de los niños seguía atrapadas en el restaurante buscando más niños para tomar venganza por lo que sufrieron ellos.

Pasé aquel tiempo en un pueblo remoto más alejado que el anterior, reescribiendo mis notas sobre el remanente para transformarlas en un libro que vendería a la ciencia cuando todos los escándalos de los niños se desvanecieran del ojo público. Mientras tanto, dependía de las conversaciones entre la gente del pueblo para saber cómo de avanzada iba la investigación sobre el caso, todo lo que la prensa trataba de ocultar, el público ya lo sabía.

Pasados dos años, las noticias y los rumores sobre el Freddy's se habían disipado por completo, por lo que, de nuevo, recogí mis cosas y volví a trasladarme en mi antiguo hogar.

Cuando abrí la puerta, todo se encontraba más deteriorado que antes. Las botellas del suelo estaban quebradas y con un tono verduzco por el paso del tiempo, y en el ambiente se experimentaba un olor que hacía a cualquier insensible retroceder varios pasos y vomitar. Mis ojos se llenaron de lágrimas y me cubrí la nariz y la boca con la manga de mi traje para aliviar el impacto de aquel hedor, pero nada hacía efecto. Ese olor a putrefacción podías olerlo a través de los poros de la piel, y tu boca se llenaba de ello hasta que sentías que podías saborearlo, masticarlo y tragarlo.

Me pregunté por un segundo si Michael había decidido ayudar a tu padre a encontrar más muestras tras descubrir la verdad sobre los hechos, pues aquel olor no provenía de las botellas de alcohol. La peste estaba en el ambiente, en todos lados, en todas las habitaciones. Sin embargo, cuando visité cada una de las habitaciones de la casa, no hallé ni rastro de algún cadáver escondido en los muebles, todo estaba como la otra vez. La humedad de las paredes ya comenzaba a levantar el papel y los techos se habían llenado de telas de araña con insectos atrapados en ellas pero, más allá de aquello, todo seguía en orden.

Sabía que Michael seguía visitando el lugar con frecuencia porque el cuarto de su hermano tenía la cama deshecha y, alrededor del colchón, había una pila de envoltorios de Snickers con los cambios que sufrió el logo a lo largo de estos años. Esos eran los dulces favoritos de Christopher y, cuando murió, Michael comenzó a comerlos compulsivamente en sus momentos de culpabilidad.

De nuevo, la casa se encontraba vacía, no había nadie que pudiera hacerme compañía aquí. Llegué a mi cuarto y revisé las fotos enmarcadas en las mesitas de noche, recordando los momentos en los que Clara estaba a mi lado, recordando cuando, en esta cama, habíamos concebido a nuestros hijos. Sonreí, sintiendo un calor en mi entrepierna recordando las noches en la que sentía que su cuerpo podía ser quebrado por el mío en cualquier momento si así lo deseaba, porque sabía que ella estaría dispuesta por amor.

Guardé mi bolsa bajo la cama y continué mi camino al exterior de la casa, encontrando en el porche, escondida bajo la alfombrilla de entrada, una nota doblada cuyo papel ya tenía las esquinas amarillentas por la humedad y la suciedad del entorno. Sostuve la carta en mis manos y, cuando leí la firma que aparecía en tinta negra en el exterior, contuve el aliento. Desplegué la nota impacientemente y comencé a leer aquel mensaje, con esperanzas de que algo nuevo apareciera en mi vida y volviera a cambiarla:

Él siempre vuelve [William Afton]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora