VII

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La mañana de Shaka estaba siendo demasiado estresante, todos los invitados que faltaban han llegado unos detrás de otros, no ha tenido tiempo para hablar con la encargada de la boda por el ensayo del día de mañana, debía estar al pendiente de la decoración por algunas luces que aún no llegaban y también debía acordarse de pedirle las argollas a Mu para la boda. Tenía unas ojeras oscuras bajo los ojos por el cansancio, ha dormido poco y ha trabajado como nunca en su vida, ya solo le quedaba recibir a los últimos invitados para poder continuar con el resto de sus actividades y si tenía algo de suerte descansar un poco antes de la fiesta de despedida de soltero, además de que no ha podido ver a Aioria desde que se levantó en la mañana, apenas si pudo despedirse de él con un beso en la mejilla antes de salir, ya que seguía durmiendo cómodamente en su lado de la cama, el beso fue muy sutil, un roce, no quiso despertarlo pues suponía que debía estar trasnochado y lo necesitaba con todas las energías recargadas para que le ayudara a atender a los invitados durante la noche. Faltaban dos días para la boda y requería todo su apoyo para eso, solo porque no creía poder soportar tanta presión él solo.

El teléfono en su bolsillo vibró y una música predeterminada sonó casi inmediato.

-Hola... ¿están tomando el taxi? -preguntó mientras miraba el reloj de pulsera, eran cerca de las once de la mañana- Los estaré esperando en la entrada del hotel, nos vemos. -Los dos últimos compañeros de la universidad que faltaban estaban en camino y eran también los últimos invitados por llegar, no demorarían no cinco minutos, suspiró cansado, si todo salía bien podría tener algo de descanso en la hora de almuerzo, quizás hasta podría comer junto a Aioria.

Tomó su celular y le envió un mensaje de texto a su futuro esposo, para quedar juntos a comer después de recibir a sus amigos. Apenas unos minutos más tarde su celular sonó indicando una nueva notificación, la vio a través de la pantalla, un solitario Ok se mostraba como respuesta de su prometido. Una sensación de alerta nació después de eso que fue opacado por el ruido de un vehículo que llegaba a la entrada del hotel. Shaka guardó su teléfono, descartando cualquier idea negativa, no era momento de pensamientos intrusivos que arruinaran el día.

Bajando del automóvil venían dos hombres, uno pulcramente vestido, el cabello perfectamente acomodado arrastrando una maleta con ruedas. Afrodita había mantenido siempre esa lozanía que se caracterizaba desde joven, esa frescura elegante y jovial fueron uno de los motivos por lo que se había vuelto bastante popular en la universidad. A su lado venía otro hombre con el aspecto más relajado, los primeros botones de la camisa azul oscuro abierta por el calor de la temporada luciendo una sonrisa divertida de autosuficiencia.

Ambos compañeros formaban parte del circulo de amistad que tenían, aquellos que pertenecían a una generación diferente a la de él y Aioria, formando parte del club de los alumnos extranjeros del campus. Tanto Afrodita como Ángelo, fueron estudiantes de medicina, quienes después de graduarse tomaron ramas diferentes, pero por azares del destino terminaron trabajando en un pseudo compañerismo. Afrodita se especializó en farmacología, trabajando en una de las grandes cadenas de laboratorios farmacológicos, para posteriormente crear su propia empresa de laboratorio; Ángelo, sin embargo, se enlistó en el cuerpo policial especializándose como médico forense, por lo que de vez en cuando requiere de la ayuda de Afrodita para verificar ciertas sustancias en los cadáveres.

Ambos saludaron y felicitaron a Shaka por su compromiso, no habían tenido tiempo de hacerlo anteriormente, ya que el trabajo que ambos tenían consumía gran parte de su tiempo. Shaka lo sabe y valora el tiempo que sus amigos han tomado para venir hasta aquí.

-¿Dónde está Aioria? -preguntó Afrodita, acomodándose los pliegues de su ropa- pensé que podría ver su cara de ansiedad, -siguió, bromeando- sabes tengo unos medicamentos muy buenos por si necesitas calmarlo en algún momento. -Afrodita le guiño el ojo y Shaka solo pudo sonreír.

Mentiras a mediasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora