VIII

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La noche de soltero terminó siendo un completo desastre, después de la escena entre los novios y Mu, los invitados habían vuelto rápidamente a sus habitaciones comentando entre murmullos que por motivos de este escándalo ya no habría boda. Shaka ignoró todos y cada uno de los comentarios que pudieron haber llegado malintencionadamente a sus oídos mientras corría, como podía detrás de su novio. Por el momento no era su importancia acallar dichos chismes, ya que su principal prioridad era encontrar a su pareja y hablar sobre lo ocurrido, no podía dejar que Aioria se fuera sin saber la verdad, sin saber ambos la verdad, porque para él también era necesario saber el motivo por el que aquella idea hace tanto ruido en su cabeza.

Afuera, en la terraza, pudo ver la silueta que tan perfectamente conoce, sirviéndose un vaso con algún licor bebiéndolo de golpe. Aioria le está dando la espalda mientras él se acerca con sigilo, en la corrida se ha tenido que quitar las sandalias pues se le ha roto una, siente el frío del piso bajo sus pies, intenta respirar con calma para tranquilizar a su agitado corazón y también para quitar de su mente todos los posibles malos escenarios que han pasado durante estos últimos minutos. Sintiéndose agobiado de repente por el calor que provocó la corrida, se desató el ojal de su blusa color terracota, aquel que está por debajo de su clavícula. La línea diagonal del borde se abre dejando expuesto la mitad de su cuello, dejando que la brisa marina templara el calor, secando la capa de sudor que perla la piel expuesta. Cuando ve que el último chico se ha llevado las últimas bandejas que quedaban en la mesa, es cuando decide dejarse saber de su presencia.

—Aioria... —el cuerpo de su novio se tensa levemente y Shaka se ha dado cuenta de esto, lo conoce tan bien que podría asegurar que sus cejas han hecho ese gesto que hace cuando está nervioso, aquel que dura apenas un segundo— Es momento que tú y yo hablemos. —se acerca mientras ve como el cenizo vuelve a llenar su vaso de lo que ahora, observando mejor, es una botella de whisky.

—¿De qué quieres hablar? —respondió con brusquedad, girándose para encararlo y escupir con sarcasmo— ¿Vienes a contarme las veces en que tú y Mu cogieron? O ¿Vienes a decirme que ya no te vas a casar conmigo ahora que me enteré de la existencia de tu amante? —si Aioria se veía desastroso por fuera, por dentro estaba mucho peor, no había nada más que le pudiera doler.

—Eso no es cierto —habló firme, caminó un paso, miró a sus ojos verdes tan verdes como el del césped en primavera— Lo que sea que te haya dicho Shura no es cierto. —una agradable brisa marina se coló entre ellos, Shaka tragó saliva esperando que Aioria pueda decir algo, lo que sea.

—Siempre estás preocupado por él, en la universidad, durante su relación con Shura, en su quiebre, siempre pendiente de no recordarle nada sobre su relación por miedo a que sufriera, recordándome que no diga nada de Shura en su presencia. —Shaka abrió los ojos ante todo el torbellino de eventos— Te decepcionaste cuando no te contó sobre su nuevo noviazgo, estaban tomados de la mano en la tarde y los vi abrazados hace unos momentos alejados de todos, ¡a los dos solos!, ¡¿Cómo puedes decirme que no es verdad?! —le dice finalmente todo, Aioria no pudo evitar llorar con todo esto, el alcohol en su cuerpo estaba pasándole la cuenta— ¿Qué? ¿Te sorprende que me haya dado cuenta de todo esto? —

—¿Shura te lo dijo? —preguntó, agachando la mirada al piso conmocionado por toda la situación y algo nervioso por el rumbo que estaba tomando la conversación. No va a negar que se sorprendió al escuchar la verborrea de su pareja, temiendo que se entere de su secreto. Aioria sonrió sin saber por qué, la reacción de Shaka lo confundía y lo enfurecía al mismo tiempo, tomó un sorbo del vaso de whisky mientras se quitaba rápidamente las lágrimas de la cara con la mano libre.

—No, no lo hizo, —la mirada celeste del hindú chocó con los ojos verdes del cenizo que después de otro sorbo de alcohol dijo— solo me dijo que me cuidara las espaldas de ti y Mu, y que si de verdad eras a mí a quien amabas y no a él, el resto lo hiciste tú. —Shaka cierra los ojos arrugando la frente, dejando que el bindi usado para esta ocasión pierda su forma, pensando que las cosas serían mucho más difíciles de explicar de lo que él pensaba, pues había cosas que no podía, ni debía explicar.

Mentiras a mediasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora