Capítulo 42

95 11 3
                                    


Sasuke despertó primero. Por un minuto, le costó entender las razones por las que Sakura se encontraba semidesnuda a su lado, pareciendo un desastre, y temió haberle hecho daño otra vez. «Cálmate», regañó su lobo abriendo para él las puertas de su memoria. Entonces, todo cobró sentido.

No pudo evitar estremecerse al recordar que se había desnudado por completo, en cuerpo y alma para ella, mostrándole la debilidad que lo avergonzaba. Había llorado igual que un recién nacido, confesándose ante su mujer como si ella pudiera absolverlo de sus pecados. Lo hizo sin objeciones, y se atrevería a decir que fue milagroso. Estaba en paz de nuevo.

Cuidando no despertarla, le acarició la mejilla con los nudillos. Lento, muy lento, sin poder borrar la sonrisa que se le dibujó en el rostro.

—Te amo —murmuró inclinándose para besarla en la frente.

Aunque ella se movió para abrazar la almohada, no abrió los ojos. Sasuke resopló una risa, suponiendo que sería difícil despertarla para el desayuno.

Exhalando con pesadez, terminó de levantarse y camino hacia el baño. La ropa que utilizó durante dos semanas seguía arrinconada junto a la de Sakura, tanto como la tina llena de agua jabonosa y las esponjas nuevas. Recogió lo que no podría recuperarse, lo echó en el cesto de la basura y cambió el contenido de la bañera. Luego se dirigió hacia la ducha para terminar de asearse. A pesar de que ella hizo un excelente trabajo, continuaba sintiéndose asqueroso en algunos lugares; en especial el cabello y los dientes.

Le tomó poco más de media hora estar listo. Contemplándose al espejó halló a un hombre ligeramente demacrado, aunque con el brillo de la felicidad en sus ojos bordeados de negro. Se acarició el mentón, preguntándose si debería afeitarse y también cotar las puntas del cabello antes de agendar una reunión con su estilista. No le molestaba en absoluto el aspecto desaliñado, tampoco era un hombre excesivamente vanidoso; pero los viejos jefes de los clanes se convertirían en otro dolor de culo si se presentaba así ante ellos. El Don debía ser impecable en todos los sentidos.

Resoplando, decidió que se rebajaría la barba nada más y recogería el cabello. Los malditos del paleolítico tendrían que acostumbrarse.

Al salir del baño, ya listo para atender los negocios, encontró a Sakura sentándose sobre la cama. Recién se había despertado, por lo que se frotaba los ojos al mismo tiempo que bostezaba igual que un camionero. Le pareció ardiente de una forma que no entendió; pero bueno, era su compañera y su mujer, la encontraría perfecta sin importar las circunstancias, ¿no? Y, además, ella siempre fue preciosa.

Giorno, piccola ape! [Buenos días, abejita] —saludó aproximándose a la cama. Le dejó un tierno beso en los labios.

—Buenos días... ¿Ya te vas?

—Debo. Descuidé los negocios y eso me vuelve un dolor de cabeza; tengo que ponerme a trabajar.

Ella vaciló, halándose la camisa para cubrirse la entrepierna. Sasuke no pudo evitar dirigir la vista hacia ese punto: había una bonita erección ahí, luchando para exhibirse. Le pareció bien; él mismo despertó con una que se alivió con el baño. Con todo, no logró detener que los labios se le curvaran en una de sus sonrisas arrogantes, que logró ruborizar el rostro de su mujer.

Volvió a besarla, un poco más profundo en esta ocasión, ignorando la leve resistencia que intentó poner. Unió sus frentes y le suspiró sobre el rostro; Sakura tenía los ojos brillantes.

—Te llevarán a casa después del desayuno —murmuró—. Pasaré en la noche, cuando termine con... Si tú quieres, claro.

—Sí quiero. —Se mordió el labio inferior—. ¿Te gusta el pan con ajo? Puedes comerlo, ¿verdad?

La mujer del Diablo | SASUSAKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora