Capítulo 1
Dafne
Me muevo a través de la cancha de tenis y golpeo la pequeña pelota una y otra vez, soy bastante ágil en ello y no me detengo.
Sonrió al verla cara de frustración de mi amiga paula, la pequeña pelota viene hacia mí y la golpeo fuertemente con la raqueta en mi mano anotando otro punto a mi favor.
—Me rindo Dafne es inútil el trata de jugar contigo— su raqueta cae al suelo y lleva sus ambas manos a su cabeza. —. Eres buena en ello.
—No es para tanto pau.
—Es cierto, tú llevas años practicando el deporte, yo solo llevo varios meses. Es inútil. —oigo a una pau frustrada.
Me acerco a donde se encuentra mi botella de agua y celular, mientras me hidrato un poco veo los mensajes de mi madre en la barra de notificaciones, abro los mensajes y los leo detenidamente. Uno en especial llama mi atención y lo leo varía veces para no equivocarme con respecto a lo que dice.
—¿Si me escuchas? — pau se encuentra a mi lado.
Bloqueó mi teléfono y centro mi atención en mi amiga que continúa con sus quejas por no saber utilizar la raqueta.
—Paula, si solo dejarás que yo te entrene, sería la mejor. — miro a mi amiga.
—Creída. — suspira. —. No puedo dejar que tú me entrenes sí, quiero que él lo siga haciendo.
Paula señala a Lucas uno de los entrenadores que ofrece el club para entrenar y enseñar a jugar tenis.
—Bien. Si es lo que quieres. — le dijo
—Dame tiempo si, ya está cayendo— pau se remoja los labios mientras mira a Lucas.
—okey...
Continúo bebiendo de mi botella.
—¿Porque es tan difícil el tener su atención? — pregunta con frustración mi amiga. —. ¿Acaso no le gustó?
Rio
—Paula no ha nacido el ser humano que se resista a tus encantos. — le confieso.
—Claro que si nació y lo tienes justo al frente. — señala al chico.
Ambas explotamos y logramos llevarnos las miradas de algunos de los presentes en el club y el mismo Lucas observa por varios segundo a mi amiga.
—Ves, tú presencia no es indiferente ante el. — le hago saber a mi amiga....
Escucho el sonido de vajillas ser movidas por algunas de las empleadas de servicio , al fondo de la sala veo a mi padre tranquilamente leer el periódico del día y lo observo por largos minutos.
—Amor si me sigues mirando así, me degastarás— habla mi padre.
Sonrió ampliamente y corro hasta donde se encuentra y me siento en sus Piernas, lleno su cara de besos y me detengo a obsérvala un momento más.
—Hola papa— lo besó una vez más —¿Estarás en la casa hoy?
Asiente mientras pellizca mis mejillas.
—Si tu bella madre me hizo salir, dice tener una información muy importante.— informa papá.
A mi mente llega el recuerdo del mensaje enviado por mi madre esta mañana en el club, no lo he respondido aún pero ya sé de qué se trata.
—Si ella me escribió esta mañana mientras estaba con pau en el club. Dijo que era importante.
—Sabes cómo es tu madre para ella lo más mínimo tiene mucha importancia. — papá acaricia mi cabello.
Escucho el sonido de unas zapatillas autos femeninos acercase y mi padre y yo nos miramos al saber a quién pertenece ese sonido. Veo la silueta de mi madre entrar a la sala de estar y la oigo dar órdenes de cómo debería de ir el comedor, nos sonríe a mi padre y a mí y en cuestiones de segundo a mi padre se le olvida todo a su alrededor al ver a mi madre.
Me levanto de las piernas de mi padre a ver a mamá acercase hacia nosotros.
—Mi bella esposa. — mi padre besa tiernamente los labios de mamá.
—Hola cariño.
—Estás bellísima amor. — la alaga papá.
—Para mi esposo siempre. —acomoda su corbata y sacude las pelusas invisibles de sus hombros. —. ¿Qué tal tu día querido?
—Ha ido bien, pero mucho mejor ahora que tengo a mi bella esposa en mis brazos. — papá pega la espalda de mi madre a su pecho y comienza a susúrrale en su oído, mamá ríe por cada comentario que mi papá suelta en secreto para ello dos.
La relación que mantienen mis padres es la más genuinas de todas la que he podido apreciar a lo largo de mi vida, ellos se aman profundamente cada día se encargan de demostrárselo el uno al otro, nunca he presenciado una pelea entre ellos o un desacuerdo, siempre buscan la manera de solucionarlo entre ambos encuentran la opinión del otro. Otro matrimonio que es de mi agrado es el de mis padrinos los Robinson, mi madrina y mejor amiga de mamá, Emma Robinson es una mujer encantadora y dedicada a sus hijos y marido, mi padrino Joel Robinson es un hombre que a simple vista resulta ser intimidante, uno de los mejores empresarios el día de hoy, igual que mi padre y socio de papá, Joel es un hombre que ama a su esposa por sobre todas la cosas y ni hablar de sus hijos.
Jordán y Jonathan Robinson.
Los hermanos Robinson, lo conozco desde que tengo memoria, Jonathan es el hermano mayor y Jordán es un año menor que él. Al crecer juntos hemos tenido una relación de hermanos cercanos, cada verano, día de acción de gracia, festivo y navidad lo pasábamos juntos hasta que ellos decidieron ir a estudia a otro país y no hemos alejados.
—Mama tu hija necesita de tus mimos también. —me quejo
—Todos mis mimos son para ti amor y lo sabes.— me ves y acomoda mi abundante cabellera castaña.
—No me quejaré de ese comentario solo por el hecho de que se lo dices a nuestra hija.— informa papá .
—No lo escuches amor.— me susurra mamá.
Le guiño uno de mi ojos a mi madre para seguirle la corriente.
—No respondiste a mi mensaje, ¿pasó algo?.— pregunta mamá.
—Lo siento mamá, estaba en el club con paula.
—No te preocupes.— mamá me sonríe. —. ¿Llegaste a leerlo? —pregunta.
—Si— asiento.
—¿No te emociona el saber esa noticia?Siento la alegría en su voz.
—¿Que noticia? — es mi padre quien pregunta.
—Jordán y Jonathan regresan hoy al país, ambos terminaron la carrera universitaria y Emma y Joel nos invitaron a cenar para darle la bienvenida— Informa tranquilamente mamá.
—Así que esa es la sorpresa que Joel me tenía— Inquiere papá
—Me parece bien ir a visitar a mis padrinos, ya que casi no lo hago con frecuencia. —informó
Jonathan
Suelto golpe tras golpe al saco de boxeo que Jordán sostiene para mí. No sé cuánto golpe recibe el saco de mi parte solo sé que necesito sacar todo este estrés de mi cuerpo antes de volver a casa.
Cinco años desde la última en que la vi, cinco años en lo que ella no ha salido de mi mente ni pensamiento.
Ha pasado tanto tiempo desde la última vez en que la tuve cerca y pude sentir su olor. Cinco años en los que lo único que tuve de ella fueron las larga llamadas telefónicas que mantenía con mi hermano en las madrugadas y de las historias contadas por Jordán cuando regresaba de las vacaciones universitarias.
En varios días volveré a verla y toda esta frustración que siento en este momento es a ello. La última vez que la vi fue una noche antes de ingresar al campus de la universidad.
Esa noche que no me permito olvidar.
Esa noche pasaron cosas que no debieron de pasar entre dos personas consideradas hermanos.
Esas fueron sus frías palabras y las cuales aún con el tiempo no logro desaparecer de mi cabeza.
Pero yo quería que eso pasara y ella también me hizo saber que lo quería. Lo vi en sus ojos esa noche.
Eso ojos que están más presente en mí, que cualquier otra cosa en este mundo.
Suelto los últimos golpes obligándome a salir de mis pensamientos y centrarme nuevamente en mi alrededor. Quito mis guante de boxeo y posicionó mi termo de agua en mis labios para ingerir el refrescante líquido.
—Sí que estás estresado. — escucho a mi hermano a mis espaldas, me giro en su dirección y lo veo colocarse sus guantes negros de boxeo.
No le hago caso a sus palabras y me posicionó detrás del saco de boxeo para sostenerlo mientras es su turno de golpearlo.
—¿Qué te podría tener tan estresado hermanito? — dice tras soltar el primer golpe. —. No eres una persona que se estrese con facilidad.
Ignoro cada una de sus palabras y veo la sonrisa burlona que adorna su rostro. Jordán suelta vario golpes más y se detiene un segundo.
—No puedes llegar estresado de esta manera a casa y tomar el mando del negocio familiar Jonathan. No puede decepcionar a nuestros padres. — expresa entre jadeos.
—Lo quieres dejar ya— dijo y captó su atención.
—¿Que debo de dejar Jonathan? Solo me preocupo por ti. —borra el rastro de sudor de su frente con la toalla que cuelga de mi hombro.
Suelto el saco y me cruzo de brazos.
—Se lo que intentas — le hago saber —, y no funcionará.
Alza ambas cejas y continúa con los golpes, sostengo nuevamente el saco y olvidamos la conversación.
—¿Llevarás a Sasha a casa? — pregunta luego de unos segundos y niego.
—Eso ya termino. — le hago saber mientras recogí mis cosas para salir del gimnasio
—ohh— es lo último que escucho.
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