17. Recuerdos, parte 3

5.1K 339 318
                                    


Glosario euskera

Ez: no

Ez dakit: No lo sé


༄Haize༄

El temblor en el cuerpo de Cat es ligero, pero suficiente para que yo lo sienta a través de mi pecho. Aunque ambos escogimos no ir tras de Mikel, eso no quita que sea duro, que hasta el día de hoy no nos pese esa decisión. Cierro los ojos un momentos y le ordeno al viento que se calme, que se lleve su furia a otro lugar. Las aves se van hacia el puerto y aunque el día sigue gris, al menos ya no están volando las cosas de la mesa.

Lilai nos observa inexpresiva. Y aunque las palabras de Cat me duelen, la estrecho más contra mí. No oí todo, porque mi hermana interfirió haciendo sonar ese papelito de mierda. Probablemente, luego dejó de hacerlo sonar para que yo escuchara lo que ella quería. Para que las palabras me hicieran daño.

¿Y que daño podrían hacerme? Como si no lo hubiera pensado por mí mismo ya. Además, yo también escogería a Mikel antes que a mí. Al menos él sabe qué coño quiere en la vida.

Y a pesar de los intentos de mi hermana...

No prefiero a Mikel.

Quizás si fuera otro día, creería esas palabras. Quizás.

—Se te ha pasado la mano, Lilai —digo y aunque es mi hermana, en este momento solo quiero mandarla a la mierda—. Si sigues así, voy a tomar mis cosas y me largaré. No seguiré con este jueguito tuyo de las bodas arregladas.

Y a ella debería importarle más que a mí que yo cumpla esa parte del trato. O será ella la obligada a darle un heredero a la familia.

Sin embargo, Lilai se ríe y niega con la cabeza.

—Solo te ayudo a cumplir tus promesas. Y no me refiero solo a la que que le hiciste a nuestro aita sobre casarte y darle un heredero, sino también la que le hiciste a Mikelatz —dice y mira divertida a Cat—. Tal vez si ella aprende a cuidarse solita, puedas al fin hacer tu vida, ¿o no? Nos desviamos de nuestro destino en Argentina porque ella necesitaba ayuda. Aquí estamos, por la promesa que hiciste de cuidar a la chica de Mikel, y ella —añade—, ni siquiera lo quiere volver a ver.

Estoy a punto de responder, pero Cat se aparta de mí con brusquedad, apoya las dos manos en la mesa, mirando a mi hermana y la fulmina con sus ojos ambarinos.

—No soy —dice, marcando mucho las palabras—, la chica de nadie.

Toma la pistola que hay sobre la mesa, se da media vuelta y se va al interior del piso sin decir nada más, dando pasos furiosos. Solo quedamos yo, el viento en la terraza y mi hermana que la sigue con la mirada.

—Vas a tener que esforzarte más si quieres que ella me defraude —digo, dándole la espalda a Lilai y caminando hacia el ventanal para ir tras de Cat.


♡♡♡Catalina♡♡♡

Deja de temblar. Deja de llorar. ¡Deja de temblar, de llorar y de ser una estúpida!

Pero no puedo. Apenas controlo mis manos mientras meto la pistola que me dio Lilai en el fondo de mi bolso. Apenas puedo sujetar el frasco de remedios que saco de entre mis cosas y dejo sobre el escritorio de Haize. Las lágrimas caen por mis mejillas sin que pueda detenerlas. Me ahogo. Las persianas siguen bajadas, apenas entra la luz del sol y es como si las penumbras de la habitación me rodearan, quisieran ahogarme y llevarme con ellas.

¡Dios!, decídete...(Dioses de Euskadi: El dios del viento, Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora