20. Encrucijadas.

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♡♡♡Catalina♡♡♡

Al fin dejé de llorar.  ¿Cuánto dormí? Las sombras se proyectan alargadas en mi habitación, por lo que asumo que han pasado horas desde que llegué del departamento de los Lantzer.

—Miau, miau, miau.

—Si, ya voy.

Cruzo mi departamento como una sonámbula. El atardecer provoca colores enrojecidos en el pequeño salón. Es un departamento pequeño, la sala y dos dormitorios, cocina americana, pero un buen sitio con vista al puerto. Bonito, el trabajo que siempre quise, un novio guapo, el sueño de toda chica, ¿no?

Sería tan fácil olvidar. Olvidar a Haize y quedarme con esto. Con esto y nada más. Es lo que está bien. Una vida. ¿Por qué querría más?

Mientras regreso a mi habitación y le sirvo a Nami su comida sobre la repisa, no puedo dejar de pensar en estas dos semanas, más intensas que los últimos tres años. Bueno, dos años al parecer. Joder, ni siquiera sé cuánto tiempo estuve en Japón. Si hago un esfuerzo... me hace sentido, tengo recuerdos borrosos de los años de la universidad. Creí que simplemente no recordaba en detalle por el estrés. En verdad ni siquiera había pensado mucho en eso. Así funciona esa puta magia.

Basta, no seguiré pensando en esta locura. Me causa un miedo terrible. Pensar que mi mente ha sido manipulada, distorsionada, que no sé que es real y que no, me genera un pánico que me cuesta controlar. No quiero ponerme mal otra vez.

Me siento en la cama, cierro los ojos y escucho el crujido que hace Nami al masticar su comida.

Estoy loca. No creo ni siquiera que la terapia me pueda ayudar. ¿Qué le voy a decir a mi sicóloga? Hola, necesito que me suba la dosis de mis remedios porque no puedo con la angustia. Le explico, unos dioses idiotas borraron mi mente, no tengo idea por qué y todo eso me tiene muy nerviosa.

Y a pesar de lo terrible que es haber perdido recuerdos, lo que realmente me causa angustia, es que Haize me haya traicionado. Que haya intentado ver a Mikel aunque dijimos que lo dejaríamos ir. Es obvio que Haize no se va a conformar con esta vida jamás. El querrá convertirse en un dios en algún momento.

Debo terminar con esto ya. Es lo más sano. ¡Pero mierda! ¿Cómo? ¿Cómo? Me llevo la mano por impulso a la muñeca y la frustración me inunda. Solo tuve esa maldita pulsera un día y la ausencia de su peso me hace sentir vacía.

Brrrm, brrrm. En la mesita de noche vibra mi teléfono. Lo miro de lejos, dudando si tomarlo o no. No lo he mirado en todo el día.

¡Dios!, debo tomar una decisión. Me llevo las manos a la cara e inspiro profundo. Sería tan simple... no verlo más. Borrarlo de mis contactos, no saber nada más de él. Haize es mi único contacto con el mundo de los dioses. Si él se va... olvidaría todo. De alguna manera, siento que estoy en una encrucijada. Un punto de inflexión. Él se irá a Argentina la próxima semana, es la oportunidad para que todo se acabe. Solo han sido unas semanas, si renuncio a esto, aún me puedo salvar.

Me levanto y de dos zancadas llego hasta la mesita, tomo el teléfono y busco el whatsapp.

>Catalina: Ven, ahora, te necesito.


༄Haize༄

En el estacionamiento oscuro, aprieto el control a distancia y las luces de mi Kawasaki parpadean dos veces. No hace ruido, así como yo, que camino con un sigilo casi imposible. Una cualidad que se me da especialmente bien en la noche, no como a mi hermana. Ahora, a los casi veintiséis años, comprendo por qué mi hermana no la tiene. Ella no es hija del dios de las tinieblas.

¡Dios!, decídete...(Dioses de Euskadi: El dios del viento, Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora