21. ¿Traición?

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Glorsario:

Bai: Sí (Este ya puedo dejar de ponerlo, verdad? jeje) 

Ezin dut: no puedo.

Arratsaldean: En la tarde.

Zein da hori: Quién es ese?

Afaltzera: A cenar.


♡♡♡Catalina♡♡♡

Han pasado días. No he sabido de Haize. Él no me ha escrito ni llamado, ni tampoco yo a él. No lo haré. Cada día que paso lejos de él estoy más convencida de que esta es mi última oportunidad de escapar de todo esto. Redacté un informe con lo vivido en la fiesta, mi primera y espero que última misión de espionaje para la policía. Lo escribí de tal manera que no parezca que miento, pero que suene mediocre. Ojalá me despidan.

Lo que le dije a Diego es cierto. Estoy pensando en renunciar. Debería renunciar.

—Cata, ¿puedes quitarle el vibrar a tu celular? —pide una compañera sin mirarme, sin dejar de teclear furiosa su computador—. Me distrae, porfa.

—Perdona —digo y tomo mi teléfono para ponerlo en silencio.

Los mensajes eran de Andrea. Hace dos días que quiere verme y la he evadido porque apenas logro concentrarme en mis cosas. Eso de haber perdido mis recuerdos me tiene mal. No tener orgasmos con mi novio me tiene mal. No saber de Haize también me tiene mal y saber de él seguro me pondía peor.

Así que inspiro, disfrutando un instante el olor a café cargado que inunda el despacho de abogados y le respondo a Andrea por whatsapp que nos veamos por la tarde. Ella me contesta que enviará un taxi para que me pase a buscar y vaya a su casa.

Así es cuando tienes amigas adineradas.

—Qué semana de mierda —murmuro, apoyándome en el respaldo de la silla y mirando a mi alrededor.

Al menos el caos no ha estado presente solo en mi vida. Todos están estresados en esta oficina. Las mesas de los abogados, repletas de papeles, carpetas y computadores portátiles, reflejan la cantidad de trabajo que hemos tenido. Incluso las voces se superponen en conversaciones graves, tensas. Rumores de esto y aquello. Que la fiscal podría ser destituida. Que hay tensiones políticas y problemas comerciales por la violencia en el sur.

—Es demasiado estrés para ella —se queja Mónica, sentada al lado mío y conversando con otros compañeros—. No tenemos pruebas suficientes de que esos weones hayan incendiado esos camiones, cachai. Pero si no hacemos nada, la van a terminar sacando del cargo.

Me importa una mierda si despiden a mi jefa. Ella me metió en este problema al ponerse a espiar a Haize. ¿Por qué no me ha despedido todavía si estos días apenas he rendido en este lugar?

—Tal vez por eso está ensañada con el vasco —dice Camilo y mi cerebro traidor se pone alerta, atento otra vez a su conversación. Mi compañero se sacude unas migas de pan de la chaqueta de su traje negro y luego apoya los codos en la mesa—. Escuché que está haciendo negocios con una de las familias que controla los camiones.

—No entiendo que tiene que ver —dice otra compañera.

Yo tampoco entiendo. Estoy bastante segura que los Echeverría tienen el monopolio de los camiones, pero hasta donde yo sé, los Lantzer no han hecho negocios con la familia de Andrea. Haize me lo habría dicho y es imposible que la policía se haya enterado antes que yo.

¡Dios!, decídete...(Dioses de Euskadi: El dios del viento, Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora