28. Perdón

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En un lugar en las sombras

¿Qué me darás la próxima vez?

Las sombras susurran.

Será la tercera.

Me abrazan.

¿Qué quiero?

Me sueltan.

Tu vida.



♡♡♡Catalina♡♡♡

Glosario euskera

Etxean: En casa (estar en casa)

Mesedez: por favor.

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¿Dónde estoy? Sábanas, calor, Nami sentada a los pies de la cama mirándome con sus ojos violeta encendidos.

—¡Haize! —Me siento en la cama, jadeando, con la desesperación desgarrándome como un abismo en el pecho.

Nami se sube a mí de un salto y empieza a ronronear enroscándome sobre mis piernas, pero yo me giro y creo que voy a morirme al ver la cama vacía, las sábanas desordenadas en el espacio donde estaba Haize cuando nos dormimos.

—No, no —digo, apartando a Nami y levantándome de la cama.

Sigo con su camisa y el olor dulce a frutillas impregna el aire pesado de mi dormitorio. El estuvo aquí. ¿Nos dormimos juntos o no? Afuera sigue de noche, la luz de la luna entra por los visillos que se agitan con el viento. Eso no fue ningún sueño. Lo que vivimos en Arimeterria fue real, lo percibo en el olor de mis manos. Aún huelen a tierra, a bosque. Y aún huelo a Haize.

Me empiezan a escocer los ojos y me cuesta respirar. El pecho me oprime con cada segundo que pasa e intento calmarme, pensar. No oigo más ruido que el maullido de Nami que me llama y el de mi propio pulso. ¿Dónde dejé mi teléfono? Tengo que llamarlo. No puede haberse quedado atrapado en Arimeterria. Seguro simplemente se fue, ¿verdad?

Anoche nos besamos. ¿O eso también fue un sueño? Me llevo la mano a los labios y la pulsera de diamantes tintinea en mi muñeca, reflejando la luz. Fue real, o no la tendría.

Además, sigo con su camisa.

Y la verdad horrorosa se abre paso y creo que voy a enloquecer. Él no se habría ido sin más. Solo puede significar que se quedó atrapado en ese lugar. Pero me niego a aceptarlo. No.

Me seco las lágrimas y corro hacia la sala para ir por mi teléfono, pero cuando voy a cruzar la puerta golpeo con algo. Algo tibio, grande con el pecho desnudo y tatuado.

—¡Haize! —Lo abrazo y me largo a llorar, hundiendo mi rostro en su cuerpo suave.

—Coño, Cat. —Haize toma mi rostro y lo levanta para mirarme—. Me tenías preocupadísimo, han pasado dos horas. Estaba al móvil, discutiendo con Lilai si era mejor llevarte al hospi... —Guarda silencio y me observa con sus ojos negros, pasando el dorso de sus dedos por mi mejilla—. Da igual, ¿estás bien? ¿Te duele algo?

Despertó con el cabello rubio, aunque anoche lo tenía castaño. Cae suelto y desordenado hasta su mentón y sus labios se tuercen en un ligero rictus de preocupación. Y su hermoso rostro se vuelve borroso, porque las lágrimas me invaden y sollozo; no puedo parar.

—Estás aquí. —Lo abrazo con todas mis fuerzas. Las piernas me tiemblan, no tengo fuerzas—. Estás aquí —sollozo—, estás aquí.

Me aprieta con fuerza contra él y siento sus labios en mi pelo.

¡Dios!, decídete...(Dioses de Euskadi: El dios del viento, Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora