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KEYLA S. | PR


Días habían pasado desde la última vez que vi a Michael. Ni una llamada, ni un texto, absolutamente nada. Ni siquiera para decir que se lo había tragado la tierra, ya que últimamente estaba muy activo en sus redes sociales, anunciando su próximo tour por Estados Unidos.

– Keyla, amor, te estoy hablando – Reachell chasqueó sus dedos frente a mis ojos, haciéndome volver a la realidad.

– ¿Qué color escojo? – preguntó, mostrándome el mostrador de esmaltes.

– Cualquiera te quedaría bien, amiga – le respondí, y ella me miró fijamente.

Algo le dijo a la manicurista que le estaba haciendo las uñas y volvió a posar su mirada en mí.

– Keyla, ¿sigues así por lo de Myke, cierto? – preguntó, y asentí con un suspiro.

Era inevitable no pensar en él, más aún, imposible diría yo.

– No es fácil para mí dejar eso de lado así como así. Tenía tanto tiempo sin verlo, llegó, me pintó pajaritos en el aire y se fue - dije.

– Créeme, me molesta que estés así por él. Estoy segura de que ahora mismo debe estar disfrutando por ahí.

A mí también me molesta sentirme así, Reachell, a mí también.

Después de casi media hora, finalmente salimos del salón, con el cabello y las uñas listos.

– Viendo que lo del salón no te relajó en nada, deberíamos salir hoy – dijo mirándome de reojo.

Para Reachell, todo se solucionaría yendo a bailar.

En la agencia para la que trabajaba, últimamente me estaban recordando mucho lo cansada y tensa que me notaban todo el tiempo.

– Está bien – respondí, haciendo que mi amiga diera un brinquito de felicidad.

Nos subimos a mi coche para dirigirnos a su departamento.

Durante el trayecto escuchábamos por la radio una canción de Luar, el carajito estaba sonando por todas partes.

Mi mente seguía atrapada en los pensamientos sobre Michael. La situación me pesaba más de lo que quería admitir, y salir a bailar con Reachell parecía una distracción bienvenida.

Llegamos a su departamento, donde comenzamos a arreglarnos para la noche.

Ya cambiada salí del armario de Reachel.

– Dios mío Key – escuché a Reachel.

– ¿Se ve mal? – pregunté confundida mirando mi vestimenta en el espejo.

– No, te ves toda putica, me gusta – dijo y uno pude evitar reír.

Negué con la cabeza.

– ¿Ya nos podemos ir? – pregunté echándome loción.

– Si, tenemos que pasar por Luci.

Llegamos a casa de Luci, quien se unió a nosotras emocionada por la idea de salir.

Esta vez, no iríamos a un club o discoteca como normalmente lo hacíamos cuando salíamos juntas.

Nos dirigíamos a la casa de nada más y nada menos que Rauw Alejandro. A quien seguramente se le había dado la gana hacer una fiesta e invitar a medio género.

Cuando nos estacionamos la música se podía oír muy fuerte desde afuera.

Las chicas y yo nos miramos entre nosotras.

–Cuando el tipo quiere tirar la casa por la ventana, lo hace a lo grande – habló Luciana haciéndome reír.

Salimos del vehículo y entramos a la propiedad, dónde apenas y entré mis fosas nasales se llenaron de olores raros.

Carajo, y huele fuerte.

Caminé al lado de mis muchachas para saludar a algunos de los presentes.

– Vamos a beber algo – propuso Reachel dirigiéndose a la cocina, la seguí con Luciana caminando detrás mío.

Al paso que íbamos empezamos a tomar y bailar con cada canción que sonaba.

Había perdido la cuenta sinceramente de cuánto había bebido, lo único que sabía era que tenía que tomar aire lo más pronto posible, porque el licor y el olor a hierba ya me tenía con nauseas.

Salí de la sala al jardín, mis fosas nasales y mi estómago me lo agradecieron sinceramente.

Me senté en el césped con las manos hacia atrás.

Miré el cielo y deduje que ya estaba amaneciendo por lo morado que estaba.

Cerré mis ojos para que pudieran descansar.

Un beso ruidoso en mi cuello me hizo sobresaltar del susto.

Miré molesta hacia atrás y mis ojos se abrieron como platos.

– ¡Lyyy! – me levanté y me enganché en él, rodeando mis brazos en su cuello y mis piernas en su cintura.

Sonreí, mirándolo incapaz de ocultar la alegría de verlo.

– ¿Qué hace el amor de mi vida sola acá? – habló y juro que me hizo sentir de alguna manera.








– ¿Qué hace el amor de mi vida sola acá? – habló y juro que me hizo sentir de alguna manera

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𝐏𝐀𝐑𝐂𝐄𝐑𝐈𝐓𝐀; Myke TowersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora