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Sus palabras fueron pronunciadas con mesura y no pude evitar sentir un pinchazo en mi pecho. Si bien ya sabía que eso ocurriría, no pensaba que pudiese incinerar mi pecho aquellas palabras.
En mi cuerpo se albergaba la posibilidad de, algún día, degustar el sabor de sus labios violáceos. Obvio nunca sucedería.
—Lo sé y no es de mi incumbencia lo que hagas, Lorenzo, somos amigos —declaré con simpleza restandole importancia.
—Gracias —respondió al cabo de unos minutos de silencio.
—¿Por qué?
—Por haberme hecho pasar un buen cumpleaños.
Su sonrisa fue genuina e irresistiblemente hermosa.
—Bien, he cumplido con mi promesa y ahora no olvidarás este día por toda la eternidad. Y ya que he cumplido, es hora de que vayas yéndote a casa.
Me puse de pie para enfatizar la propuesta.
—¿Estás echándome? —pronunció sorprendido mientras se señalaba el pecho con el cubierto.
—No, solo te pido con amabilidad que te vayas a casa —sonreí señalando la puerta mientras intentaba no lanzarme sobre él y sus labios.
—Me voy porque quiero, no porque me pediste que lo haga. Y recordaré este día como el día que una loca me echó de su casa —pronunció con orgullo mientras se ponía sus zapatos y luego de pie.
Caminé hacia la puerta con él por detrás siguiéndome y me estremecí.
Malditas hormonas de ovulación.
Abrí a puerta, brindándole paso y él se detuvo en el umbral para luego girarse y mirar mis ojos. Intenté escapar de los suyos, pero tenían algo que me hipnotizaban y enloquecían.
—Descansa, bella donna —pronunció para luego girarse y caminar hacia el elevador con ese cuerpo que me causaba espasmos. Su espalda, sus piernas, sus glúteos...
Desapareció de mi vista y no sabía cuánto tiempo me había quedado mirando hacia el lugar donde él había desaparecido, solo hasta que escuché la puerta de al lado abrirse.
De ella salían Doménico con Mónica, despidiéndose de Anne y Andrew. Parecían pareja desde hace muchos años y envidié que tengan tanta facilidad de encontrar alguien soltero.
—¿Otra vez contemplando la inmanencia? —indagó Anne con una sonrisa antes de cerrar la puerta.
—Sentí ruidos y salí —pronuncié la mentira a duras penas.
—¿Lorenzo llevó tu cena? —preguntó mientras abrazaba a Andrew que entrecerraba sus ojos con inquisición en mi dirección.
—Sí, dime cuánto te debo —pronuncié girándome para buscar el dinero.
—No te preocupes —fue Andrew el que contestó —. Él la pagó. Mencionó que la dejaría e iría a dormir —agregó con un matiz de sugerencia en su voz.
—¿Él... ? lo siento, descansen chicos, voy a dormir. Mañana debemos madrugar —dirigí mi vista a Anne que asentía con una sonrisa.
—¡Descansa! —pronunció ella y entraron.
También entré al apartamento y, luego de apagar todas las luces, corrí rápidamente al baño a lavarme los dientes y luego aterricé en la preciosa cama que me esperaba en la habitación. Con el despertador ya colocado a las seis de la mañana, cerré los ojos y suspiré con dos problemas en mi pecho.
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Un cambio mayúsculo ©
Romance⚠️ADVERTENCIA: SOLO APTO PARA MAYORES DE 18 AÑOS.⚠️ Un pais desconocido. Una aplicación de citas. Un mensaje equivocado de un italiano que despierta curiosidad. Una joven que comienza a experimentar la pasión virtual, aun sabiendo que él es prohibid...