Distintos caminos

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Habían llegado a una isla con una gran ciudad después de dos días de viaje, Nami había echo dúos para realizar distintas tareas para re abastecer el barco, que al terminar a cierta hora, todos reunirse en la plaza principal e irse juntos al barco.
Al Monkey le había tocado de compañero a Zoro, así que ahora caminaban por las calles y de ves en cuando tenía que sujetarlo para que no se fuera por alguna otra ruta.
La navegante les había encargado recorrer la isla y detectar a cualquier persona que les pueda representar peligro, luego de reconocerla, solo había que golpearla y listo, era un trabajo simple, sin contar que todos en la isla eran amables.
–Oye–llamó el espadachín.
–¿Que pasa?
–¿No te enoja que tu tripulación te trate así?
–¿A que te refieres?–sabía perfectamente de lo que hablaba, pero quería evadir el tema lo más que pudiera.
–Te pisotean, es cierto que eres desastroso, pero no les has echo nada, las veces que los salvaste, compensa todos los pequeños errores que has cometido.

El de menor estatura, paro en seco su andar, haciendo que el contrario también se detenga y voltee a mirarlo, el sombrero tapaba parte de su rostro, así que no podía ver su expresión con claridad.
–Me lo merezco, los llevo al límite.
–No es cierto, ellos parecen estar en tu contra por simple placer, sigo sin entender como no has explotado, si yo estuviera en tu lugar, los tiraría a todos por la borda.
–No puedo hacerles daño, son mis Nakamas, soy yo quien debe de protegerlos a toda costa, sin ellos, no soy capaz de cumplir mi sueño–luego de decir eso, siguió caminando, siendo seguido por el segundo.

–No puedo hacerles daño, son mis Nakamas, soy yo quien debe de protegerlos a toda costa, sin ellos, no soy capaz de cumplir mi sueño–luego de decir eso, siguió caminando, siendo seguido por el segundo

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Ambos llegaron a la plaza, se habían pasado de la hora que todos habían acordado juntarse, porque el espadachín se perdió y el Monkey tuvo que ir a buscarlo. Nami parecía furiosa con respecto a su retraso, cosa que ambos notaron.
–¡¿Donde carajo estaban?! ¡Debían de reunirse con nosotros hace 1 hora y 20!
–Zoro se desvió–respondió el azabache.
–Oh maldita sea, ¿como es posible que seas tan inútil? ¡¿Tanto te costaba guiarlo bien?!–le grito, enojada.
–Escúchame bruja, él no es inútil–defendió el de cabello verde.

Eso enojo mucho más a la pelirroja, pero estaba lo suficientemente enfocada en el capitán, para lograr ignorarlo.
–Me tienes harta, lo arruinas todo.
–Fue una equivocación, cálmate–respondió, cansado de tal comportamiento.
–¡¿Como te atreves a pedir que se calme?!–exclamó el rubio.
–Es cierto, mereces que estemos enojados–recalcó esta ves el francotirador.
–No es verdad, que ustedes estén delicados, no es mi culpa–se atrevió a por fin establecer ese planteamiento.
–¡¿DELICADOS?!–la navegante alzó la voz con fuerza, para luego tomar de la muñeca al Monkey, una gran multitud comenzó a acumularse a su al rededor, provocando que algunos logren reconocerlos como los piratas Mugiwara–¡¿Quieres que te recalque todo lo que has echo mal?! ¡Eres impulsivo, no piensas nunca en el resto! ¡Tus acciones siempre nos afectan a nosotros! ¡No eres capaz de salvar nada, ni siquiera a ti mismo! ¡La única razón por la cual sigues vivo es porque tu puto hermano se dejó asesinar para salvar a un bueno para nada como tú!–la pelirroja, pasó de sujetar su muñeca, a la pulsera que había en ella y tiro, el hilo se rompió y todas las esferas rojas, cayeron, esparciéndose por el suelo.

El de sombrero sintió un agudo dolor en el pecho, un malestar que hace mucho tiempo no sentía, miró su muñeca, ahora vacía, con una profunda tristeza y un renacido enojo.
–Recógelas–habló, sin levantar la vista para mirarla.
–¿Y por que tendría que hacerte caso?
–Nami...no es una maldita pregunta–levantó la cabeza, aún con la sombra de su sombrero cubriendo la mitad superior de su rostro.

La pelirroja dio un paso atrás y todos los Mugiwaras fruncieron en el ceño, su capitán la observaba con total seriedad, sintieron miedo y en especial la navegante, la cual comenzó a recogerlas, sabiendo que se equivocó, varios reporteros que se encontraban en la zona, estaban capturando la escena con los Den Den Mushi.
Se las entrego al azabache, el cual las miro, reflexiono de todo este tiempo y por fin miro a su al rededor, guardo las esferas en un bolsillo y suspiro.
–Escúchenme con atención–llamó a sus Nakamas, mientras se sacaba el sombrero–Desde este momento, yo ya no soy su capitán, nuestros caminos se separan–informó con un tono firme.

Hubo unos segundos de silencio, había una atmósfera tensa y el aire se volvía pesado, para luego comenzar las quejas por parte de los Mugiwaras, todos no podían creer que verdaderamente el Monkey se estuviera separando, pero por su parte, en el fondo sabía que era lo mejor, estaba consciente de que renunciar a ellos, significaba abandonar su sueño por completo, exhaló un último suspiro, para aceptarlo, dejó su sombrero en el suelo y sin que nadie lograra detenerlo, se marchó, dejando a quienes fueron la mejor etapa de su vida, atrás.
Zoro, Sanji, Chopper y Franky trataron de perseguirlo, pero terminaron perdiéndolo entre la gran selva que había fuera de la ciudad y donde su ex-capitán se había dirigido.

Caminaba entre aquel denso bosque, con una furia y tristeza que ardía en su pecho, lo consumía por completo, el mundo se fue desvaneciendo mientras más se alejaba, había desperdiciado su vida por un sueño que sería aplastado por las personas que l...

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Caminaba entre aquel denso bosque, con una furia y tristeza que ardía en su pecho, lo consumía por completo, el mundo se fue desvaneciendo mientras más se alejaba, había desperdiciado su vida por un sueño que sería aplastado por las personas que lo ayudarían a cumplirlo.
Solo quería regresar, rogarles perdón y seguir con sus aventuras, pero no podía, aquella orden que dio en la plaza, fue la última que dio como un verdadero líder, en el momento que ellos dejaron de respetarlo, toda la tripulación se deshizo.
Cada recuerdo que tenía con sus ex-Nakamas, le hacía nublar la mente, su dolor empeoraba y su corazón se contraía, los seguía amando con todas sus fuerzas.

Llegó al Sunny, con prisa entró a la habitación de Nami y robo algunos mapas que le ayudarían a regresar a la isla Dawn, tomó algo de comida de la cocina y un poco del dinero que la navegante tenía bien escondido.
Miro atrás, viendo la cubierta por última ves y luego bajo a la sala de máquinas, con ayuda de los controles que Franky hace un tiempo le había enseñando cómo utilizar, saco al Mini Merry y colocó sus cosas allí, abrió la escotilla y simplemente, se fue, sin despedirse, sin pedir el perdón de nadie, actuaba por impulso, por tristeza y enojo, rabia y decepción, pero muy en el fondo, también por sensatez.

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