🦋| Kevin, el acosador

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Hillary


—Buenos días, bonita. Que tengas un lindo día.♡

—¡¿Por qué actúas tan lindo?!—le grito al teléfono al ver por milésima vez el mensaje de Kevin.

Estoy perdido la cordura. Anoche apenas si pude dormir pensando en la conversación con ese chico. ¡Juro que solo le llamé para pedirle que salga con Marisol!

La parte del coqueteo no venía incluida en el plan, pero a mí nunca me salen bien las cosas.

El corazón me está latiendo tan rápido que necesito correr a la ventana, abrirla y dar bocanadas de aire fresco para poder calmarme.

«Debo parecer una desquiciada». Reflexiono al ver cómo los vecinos que caminan por la vereda me quedan bien con el ceño fruncido.

Me meto rápido a mi cuarto, doy treinta vueltas en el amplio lugar y pienso las posibilidades lógicas para poder denunciar a este chico por acostarme y ser un posible psicópata que quiere hacerme cosas pervertidas.

Pero nuevamente, y como ya se me está haciendo costumbre, me rindo al no poder lograr una lista con razones coherente.

Me observo al espejo por un momento y veo mi ropa y mi peinado.

Remera de tirantes blanca y unos shorts de tela fina azules con convers negras junto a mi cabello recogido en un moño bastante desordenado.

—¡No!—me grito a mí misma, señalándome en forma acusativa—¡Ni se te ocurra, Hillary!

Corro a mi armario e intento buscar una ropa que no sea está, cualquiera, incluso busco alguna falda incómoda que me regaló Mar en mi último cumpleaños.

Me dejo las convers negras y utilizo una falda del mismo color, lo único que ramblazo es mi usual remera oscura por una rosa palo de tiras delgadas.

Vuelvo al espejo, me quito el moño y lo dejo suelo, ahora sí me veo diferente.

Soy como Mar, pero versión pirata.

—¿Señorita?—llama Ignes detrás de la puerta—. El coche está listo para llevarla al gimnasio.

—¡Ya voy!—grito mientras me peino con mis manos el cabello enredado, debido a que el cepillo se encontraba perdido en acción.

Salgo de la habitación corriendo, tomando mi pequeña mochila negra para ir al coche, aunque la señora Ignes detiene mis pasos en la puerta mirándome como si tuviera un alienígena reptiliano en mi cabeza.

—¿Se encuentra bien, señorita?—pregunta preocupada, haciendo que su piel morena cree pliegues en su frente.

—¿Me veo mal?—cuestiono abriendo exageradamente mis ojos.

La joven muchacha niega varias veces con la cabeza, luego de avisarme de qué papá me espera en su gimnasio, decide irse muy lejos de mí.

«Genial, ahora asusto a las personas».

Y no lo digo porque Ignes huyó de mí sin siquiera disimular, sino por el chofer Hugo, quien me preguntó lo mismo que Ignes. Ese "¿Se encuentra bien?" Me va a volver loca.

Pero la cosa no acaba aquí, claro que no.

Papá tiene un gimnasio donde entrena a sujetos para competencias internacionales y nacionales. Sujetos enormes con mucha masa muscular que dan demasiado miedo para los Minions que medimos menos de un metro sesenta.

Casi nunca vengo, pero las veces que papá me manda a llamar aquí suelen esquivarme. Algunos ni me saludan. Soy como el fantasma del gimnasio, a veces estoy y otras no.

Algo más que amigos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora