🦋| ¿Tres son multitud?

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—¡¿Eres una estúpida?!

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—¡¿Eres una estúpida?!

—¿Es pregunta o afirmación?

—Ambas.

—En mi defensa, casi me agarra un ataque de pánico luego de hacer tremenda cosa.

—¡No, eso no fue nada!—refuta Shara alterada—. ¡Su cosa iba a meterse en tu cosa y no lo dejaste!

—¡Ay, basta!—tapo mis oídos al oír semejante barbaridad—. Solo fue un besito.

—Con lengua y manoseo incluido.

Ruedo los ojos, ya resignada de que su burla va a continuar por los próximos días.

Admito que si se me escaparon ciertas caricias en ese primer beso, pero solo paso una vez, lo juro. Mi virginidad sigue tan intacta como las ganas de joderme que tiene Shara.

Luego de hacer eso con Kevin, hablando del beso, solo se disculpó para irse un buen rato al baño. Admito que estuve a nada de morir por la vergüenza, pero aproveché su larga ausencia para calmarme y analizar lo que mis hormonas hicieron.

Porque no fui yo, fue Patricia.

Nos quedamos hasta la noche charlando, poniendo el tema del beso y la pelea que tuvo con su madre en segundo plano. En verdad quería saber el motivo de las crueles palabras de la señora Loren hacia Kevin y su padre.

—Aunque me puso muy mal verle dolido por lo que su madre le dijo, no puedo creer que haya dicho que terminaría como su padre si seguía así—digo mirando a la nada, recordando cómo sus lágrimas caían una detrás de otra.

Shara deja la pizza en la mesa y se sienta derecha en la silla para mirarme directamente a los ojos sin demostrar nada más que cólera en los azulados ojos.

—¿No hablaron de eso?—pregunta confundida, arrugando su frente.

Niego con lentitud.

—No quería preguntar, pero sé que en algún momento él querrá contarme sobre el tema, mientras tanto intento no presionarlo.

Ella asiente, comprendiendo mis palabras, pero una risa seca sale de su boca al igual que sus crudas palabras.

—Lo que pasa es que Patrick fue un luchador clandestino que se obsesionó con ganar las peleas. Eso hizo que descuide a su familia y su salud. Bebía excesivamente antes de las peleas y lo hacía el doble si perdía. Todos sabían que tarde o temprano iba a acabar consumido por los vicios, lo cual terminó ocurriendo cuando Kevin tenía dieciséis años.

Es mi turno de fruncir el ceño.

Pocas veces ha mencionado a su padre, pero cuando lo hace sus ojos se iluminaban por la admiración que creí que sentía por él.

«¿Acaso confundí ese brillo de amor por lágrimas de dolor?».

—Pensé que lo quería—respondo apenada.

Algo más que amigos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora