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—¿Quieres dejar de cantar?

Layla quitó la mirada de su monitor. Susana la veía con reproche.

—No estaba cantando, ¿Verdad, Beca?

—Estabas tarareando el tema del guardaespaldas —respondió esta sin quitar la vista de su trabajo.

—Perdón.

Era cierto que había pasado una velada de lo más divertida. Película romántica, pizza, cerveza... Nada del otro mundo, pero ni siquiera una cena en Las Bugambilias podían compararse a las risas, llanto (por el final de la película) y guerra de comida de esa noche.

La tenía tan presente, aunque había pasado una semana desde entonces, que se la pasaba tarareando la canción de Whitney Houston. Era viernes nuevamente y se emocionaba pensando en repetir la velada.

—¿No nos vas a contar de tu nuevo novio? —interrogó Susana un tanto molesta.

—¿De qué estás hablando? No tengo novio.

—¿Se puede saber dónde estabas el viernes?

—Su, no es de nuestra incumbencia. —Layla se sintió agradecida con la discreción de Beca—. Si ya no nos tiene confianza, no podemos hacer nada. —Y... hasta allí llegó el agradecimiento.

—Okey. Miren, sí salí con un chico el viernes, pero fue en plan amigos. No salgo con él (todavía) y sí les tengo confianza, solo denme algo de tiempo para contarles, ¿sí? No quiero que se sepa.

—¿Es casado?

—¡Por Dios, no!

—¿Entonces por qué no quieres que se sepa?

Se acercó y por instinto, ellas hicieron lo mismo.

—Es de la oficina —susurró, lo que no sirvió de nada porque ambas gritaron.

—¿Qué?

—¡Shhh!

Algunas cabezas asomaron de los otros cubículos.

—¿Qué ven? —Les reprochó Susana y todos volvieron a los suyo.

—Las relaciones en la oficina están prohibidas —señaló Beca tomando su mano como si quisiera hacerla reaccionar de una muy mala decisión.

—No tenemos una relación.

—Todavía —completó Susana.

—¿Te gusta?

Layla bajó los ojos. ¿Le gustaba? Eso era obvio, pero ¿tanto como para una relación?

—Mírala, hasta se sonroja y todo.

—Amiga —comenzó Beca en un tono maternal—, deberías darte más tiempo, no puedes saltar de una relación a otra tan deprisa. Tú y Germán iban a casarse...

—¡Claro que no! Esas fueron ideas mías, él solo se quería librar de mí.

—Igual, tú hubieras dicho que sí y mírate ahora, apenas unas semanas y ya te interesa alguien más. En mi opinión, deberías poner distancia con esa persona, y más si es de la oficina, como están las cosas, el Ogro te va a crucificar si te descubre.

¿Y si les decía?

¡No! Ahora estaban en modo negado, si les decía de quién se trataba ellas mismas la iban a crucificar.

—¡Chicas! ¿Quién de ustedes maquetó la sección de deportes? —El director editorial irrumpió al cubículo.

—Fui yo —respondió Layla asustada, su tono no presagiaba nada bueno.

Mi Querido OgroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora