En la junta que se celebró algunos días después, Will y Matt les explicaron el plan a seguir para cubrir los puestos abandonados. Recursos humanos ya estaba en la labor, tenían pasantes y Century les estaba liberando de algunas cargas, así que, podían garantizar que el siguiente número saldría a tiempo y que los pagos de los sueldos no se retrasarían ni habrían recortes, sin embargo, la carga de trabajo aumentaría sensiblemente.
Por un lado era un alivio, por otro, era como una sentencia. ¿Podrían soportarlo?
Al salir miró a Matt con una interrogación pintada en la cara y este le devolvió una negativa y una expresión desolada.
Podía ver cómo su novio, ex novio, se deterioraba día con día. Estaba pálido, tenía profundas ojeras y en más de una ocasión, ella notó que le temblaban las manos. Se estaba matando para aliviar en algo la carga de los demás.
Se esforzó en seguir con las clases de dibujo, aunque no era lo mismo sin él, aun así, no se dio por vencida, decidida a presentarse en la exhibición, solo para no dejarlo a medias, como tantas otras cosas en su vida.
Una noche, iba a pie a casa después de su clase y se sorprendió al ver a alguien esperándola.
—¿Germán?
—Hola, Pequeña.
Hasta ese momento se dio cuenta de que odiaba ese apodo y recordó que Will la había llamado: "Austen". Había comenzado como una burla, pero a ella le gustaba. Era mejor que: "Pequeña".
—¿Qué haces aquí?
—Necesitaba hablar contigo.
—¿Sabes? No es buen momento.
Vio la expresión de sorpresa en su rostro. ¿Qué creía? ¿Qué estaría esperándolo después de que la dejó de forma tan humillante?
—Layla, quería disculparme. Fui un cobarde, yo siempre te quise, en estas semanas me di cuenta de que nunca dejé de quererte, pero entré en pánico...
—Escucha, no tienes que disculparte. Yo me dejé llevar por mi lado romántico, imaginé cosas que no eran y te achaqué la culpa por mis propias expectativas. Yo tuve la culpa.
La expresión de Germán cambió, de compungido pasó a relajado y después a alegre.
—¿Entonces? ¿Hay oportunidad para...
—¡No!
—Yo pensé...
—Pensaste mal.
—¿Estás con alguien?
Maldito Germán, ¿no pudo llegar unos días antes? Le habría encantado decirle que sí, que tenía una hermosa relación de respeto mutuo y donde ella se sentía más plena, aunque quizá tampoco habría sido cierto porque al ver hacia atrás, pudo ver lo duro que había sido tener una relación que tenía que guardar en secreto y la tensión de no entender porque su novio parecía tener dos personalidades.
—No —respondió en medio de un sollozo—, ya no.
—¿Quieres hablar?
—Perdona, pero eres la última persona con quien quiero hablar de esto. ¿Podrías irte, por favor?
—Claro, entiendo. Si en algún momento quieres hablar, sabes dónde estoy.
Pudo, al fin, llegar a casa y abandonarse a su tristeza. Aunque no por mucho, se obligó a calmarse porque tenía que estar tranquila para afrontar su trabajo, no era momento de flaquear, iba a hacer su parte lo mejor que sabía.
* * *
—Deberías aceptar —dijo Susana cuando Layla les contó lo de Germán. Layla casi se atraganta con su bocado. Almorzaban en el cubículo para no perder tiempo en ir a la cafetería.

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Mi Querido Ogro
RomanceLayla, al igual que todos sus compañeros, odia con el alma a su frío y déspota jefe, a quien apodan "Ogro" por su forma áspera de tratarlos. Un encuentro en el momento menos propicio podría cambiar su perspectiva y llevarla a descubrir que no se pue...