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Un año después.

El reloj marcaba la una de la tarde, en cualquier momento se abriría el ascensor y todos estaban reunidos enfrente esperando el momento.

Un año atrás habían perdido la categoría plata, les habían puesto las cosas difíciles, aun así, con Layla como nueva directora de contenidos y de la mano de todo el equipo habían remontado y habían ascendido desde la doceava posición hasta ubicarse en la tercera.

¿Sería suficiente como para recuperar su categoría? No lo sabían, aunque el nuevo director regional seguramente los habría apoyado, estaban seguros de que no era el todopoderoso dentro de la empresa.

Al fin, las puertas se abrieron y apareció Matt, el actual director de Chickstyles y sonrió al verlos a todos.

—Vaya, pero qué grata bienvenida.

—No te hagas de rogar y suéltalo —dijo Susana mostrando la impaciencia de todo el equipo.

Los hizo pasar a la sala de juntas y una vez ahí, les dijo lo que querían saber.

—No somos categoría plata —soltó de manera rápida y se pudo notar el desánimo de todos.

—No es el fin del mundo —declaró Layla—, no es la última oportunidad para ascender y lo haremos de forma tan contundente que nadie pondrá en duda nuestro logro.

—¡Así se habla! Gracias a ese espíritu Century les ha enviado un representante para darles una noticia —anunció Matt y pudieron ver que la puerta del salón de juntas se abría y aparecía el mismísimo director regional.

Tiempo atrás, Will aceptó el puesto que su padre le ofreció en su oficina, por lo que, tras la jubilación de este, tomó su lugar como director regional.

Lucía muy diferente a como lo recordaban, el traje azul era a su medida, corbata azul cobalto con rayas blancas, sin gafas y una sonrisa de oreja a oreja.

Layla estaba orgullosa de él. Aunque los viejos hábitos estaban muy arraigados, poco a poco, a lo largo de ese año, fue aprendiendo a delegar más y sobrecargarse menos, a confiar en las personas a su alrededor y tomarse las cosas con calma.

—Es bueno volver a verlos —saludó Will a todos, la mayoría eran las mismas personas que habían luchado por años a su lado.

Se levantaron y fueron a saludar con apretones de manos y abrazos. Al último se acercó Layla. A pesar de que vivían juntos hacía tres meses, no le había querido revelar la decisión de Century sobre la revista y, aunque a veces la molestaba, pensaba que era preferible así, no quería que pensaran que el jefe de su jefe tenía preferencia por ella.

—¿Y a qué debemos el honor, señor Harrys? —preguntó con un tono formal, que para todos fue vidente que era falso pues le sonreía.

—Vine a comunicarles que Century ha valorado su desempeño en el último año y los ha nombrado categoría oro.

Sacó la placa que mostraba su categoría y la entregó a Matt. El silencio persistía, nadie podía creer lo que veían.

—Felicidades, lo han logrado. Oficialmente, Chickstyles es la mejor filial de Century en todo el estado.

Un grito general llenó la sala. Risas, llanto, cantos, abrazos... Después de tantas luchas, por fin lo habían conseguido, al menos por un año, eran los mejores.

—¿Y? ¿Cómo se siente, directora de contenidos?

—Es increíble, siento que podría hacer cualquier cosa.

—¿Cualquier cosa? —le preguntó al oído de forma muy seductora. A Layla se le erizó la piel—. Tomémonos el día.

—No podemos hacer eso.

—Es un día especial.

—Bueno, pero solo hoy.

—Claro —La tomó de la mano y se dirigieron a la puerta. Antes de salir llamó a su amigo—. ¡Matt!

—¡Ahí van! —respondió lanzándole un juego de llaves.

—¿Qué es eso?

—Las llaves de la motocicleta.

Las chicas la despidieron entusiasmadas con señas de pulgar arriba.

En lugar de ir casa, paró frente a uno de los mejores hoteles del pueblo, el cual, en el último año se había modernizado llegando a parecer más una ciudad pequeña.

La habitación era hermosa, pero lo que a Layla le llamó la atención fue que, en la alfombra, frente a un televisor de tamaño descomunal, había pizza y cerveza.

—¡Es como nuestra primera cita!

—Y con película romántica incluida

Él se despojó del saco y la corbata, se sentó en la alfombra y acomodó a Layla en su regazo.

—¿Sabes? Estaba pensando en retomar las clases de dibujo, ahora que las cosas estarán más tranquilas —comentó ella, muy a gusto, abriendo al mismo tiempo una lata de cerveza.

—¿Quieres que te acompañe?

—Claro, es un pasatiempo de ambos.

—Okey, pero tendrá que ser después.

—¿Después de qué? —preguntó distraída, mirando la pantalla.

Will se acercó a su oído hasta rozar el lóbulo de la oreja y le susurró:

—De la luna de miel.

Detuvo el amago de tomar un trozo de pizza y se le quedó mirando a la espera de un estallido de risa, porque aquel comentario tenía que ser una broma. Lo que pasó a continuación la dejó sin habla.

Will presionó un botón y las luces bajaron, una melodía dulce salió de los altavoces y en el televisor aparecieron fotografías y videos cortos de ellos dos, casi desde el inicio de la relación, incluso había un par de capturas de conversaciones. Y, para finalizar, la fotografía de la primera pintura que Layla vio cuando se inscribió a clases de dibujo.

—Layla, esa luz eras tú, siempre has sido tú, desde aquel verano en que entraste por la puerta de la revista con tu vestido amarillo y tu coleta —Layla se cubrió la boca con ambas manos. Recordaba perfectamente su primer día—. Oía tus risas, tu charla banal y tu abrumador entusiasmo cada día, bebí con ansias, aunque fuera un poco, de esa luz que no era para mí, pero que me alcanzaba con sus rayos cálidos y me prendé de ella. Esa noche, cuando te vi admirándote a ti misma en mi pintura, quise huir, esconderme y que no supieras cómo era en realidad, pero no podía alejarme y decidí dejarme atraer. Cuando me regalaste esa primera sonrisa, la primera que era mía, la primera que no tenía que robarme como un ladrón desde las sombras, supe que sería tu esclavo para la eternidad. —Deslizó en su dedo una delicada y sencilla sortija—. Por eso, sé mi esposa, Layla y seré tuyo para siempre.

Nunca se esperó esa confesión, siempre creyó que todo había comenzado aquella noche en la escuela de arte, no podía imaginar desde hacía cuánto tiempo él le había prestado tanta atención. Las lágrimas se abrieron paso, lágrimas dulces y cálidas, lágrimas de felicidad.

—¡Sí! —dijo entre sollozos—. ¡Por supuesto que sí!

Sintió el delicado roce de sus labios, se dejó embargar de las caricias, mientras un fuego abrasador la invadía y reconocía a su alma gemela en cada fibra de su ser y supo, sin lugar a dudas, que estaba lista para su felices por siempre.

FIN

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Mi Querido OgroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora