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León estaba devastado.

—¡Fue mi culpa! —gemía una y otra vez.

Layla tuvo la intención de decirle que Will había tenido un pre infarto porque desde hacía meses se estaba empujando al límite, sin embargo, las palabras no le salieron. Si abría la boca iba a comenzar a llorar y Kathlin ya estaba cumpliendo esa función.

Respiró hondo para calmarse, "Quedas a cargo" le había dicho Matt y, aunque en el primer momento sintió pánico, sabía que ahora todo dependía de ella.

—No estamos para buscar culpables —sentención con tanto aplomo que todos la miraron con la boca abierta—. Kathlin, ¿llamaste a logística?

—Aún no, es que...

—Llama ahora mismo y dame el informe.

—Claro.

—León, deja de lamentarte y ve a tu puesto, comprueba cada maldito anuncio y cada letra, no nos podemos permitir ni un solo error.

—Yo... eh, sí, ahora mismo.

Sin vacilar se fue a la oficina del director seguida de sus amigas.

—Aquí hay cientos de informes, necesitamos coordinar la primera entrega para mañana, necesito que me ayuden a determinar que urge para ya y qué podemos dejar para después de la entrega.

—Claro, dame estos y en una hora te digo.

—Que sea media hora.

—Okey —concedió Susana llevándose un puñado de carpetas al escritorio del asistente.

—Quiero que supervises las llamadas de Kathlin, está tan alterada que temo que cometa algún error.

—Claro, jefa, ahora mismo.

Tomó otras carpetas y apartó el recuerdo de minutos atrás: iba a reiterarle cuánto le importaba cuando, al volver, vio cómo perdía el conocimiento y quedaba tendido en medio de la oficina. Todo lo demás era una imagen borrosa: la ambulancia, los paramédicos, Matt recitando los medicamentos que tomaba a cada hora... Se cubrió la boca y ahogó el gemido de angustia.

Tenía que concentrarse, ella no era familiar ni nada significativo en su vida, su nombre no figuraba en nada que la relacionara con él, así que, en el hospital no le iban a dar ninguna información, lo único que podía hacer en ese momento era procurar que todo siguiera su marcha y que los distribuidores tuvieran la revista en sus estanterías al día siguiente.

Las llamadas se hicieron, las entregas se confirmaron y al final del día, se fue a casa, como siempre. Apenas atravesó la puerta sacó el móvil y marcó.

—¿Layla? —escuchó la voz extrañada de Matt.

—¿Sabes algo?

—Al parecer todo salió bien, aunque la recuperación tardará un poco.

—¿Cuándo podré verlo?

—No lo sé, su padre vino por la tarde y me envió a casa. Layla suspiró. ¿No le bastaba con todo lo que había provocado?

—Bueno, llámame si sabes algo.

—Claro, pero te llamaré de mi número.

—¿Tu número? ¿Qué quieres decir?

—Este no es mi teléfono Layla, le marcaste a Will.

La llamada se cortó y ella miró la pantalla. Le había marcado por inercia, en poco tiempo se había convertido en una costumbre tan arraigada, que lo hacía sin pensar.

Mi Querido OgroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora