No puedo esperar ni un segundo y corro al armario. Busco una blusa gris de poliéster, suelta y de tirantes. Para la parte inferior, elijo unas mallas negras y las zapatillas deportivas neón. Me desvisto presionada y motivada para asistir a mi encuentro con Patrick. Nos veremos en el estacionamiento de un parque pasadas las veinte horas. Es absurdo mencionarle a Kris que voy al gimnasio, pero no encuentro otro pretexto para huir del departamento sin levantar sospecha. Me recojo el cabello en una coleta y conecto mi iPod touch a los auriculares. Con la bolsa al hombro, cruzo la puerta y unos ojos grises se me clavan desde el fondo. Kris me observa tan concentrada que evito tener contacto visual. Me despido de ella agitando la mano.
Cierro la puerta y me libero del remordimiento de conciencia. Necesito reencontrarme con mi distinguido seductor, manifestarle mi deseo de pertenecerle y mi añoranza de compartir mi espacio con el suyo. Le deseo con un arrebato de ansia.
Enciendo el auto y las luces, mientras salgo del cajón del parqueadero. Hay poco tráfico por las calles de Manhattan y sus principales avenidas lucen completamente iluminadas. Después de unos años de residir en la gran manzana, resulta habitual enfocar la vista al pavimento y no dirigirla hacia las majestuosas edificaciones que ondean las banderas norteamericanas en alto. A menudo los restaurantes son tan bulliciosos como en los fines de semana. Los neoyorquinos comen siempre fuera de casa y abarrotan los comedores evitando utilizar sus cocinas. Detesto traer atrás a una fila de autos amarillos ejerciendo presión. Acelero.
Me dirijo al lugar de la cita y localizo el 'Cadillac' estacionado. Le confirmo mi presencia en un texto y me invita a subir a su auto. Me abre la puerta y se abalanza sobre mí con un ardiente beso. Sus papilas gustativas se encuentran con las mías y con extrema destreza empuja su lengua para recorrerme la boca. Wow. Siento su aliento fluir y extasiar mis pulmones. Mientras mis manos le tocan el pecho, él me recorre entera de pies a cabeza. Luego me frena precipitoso y me aparta sujetándome de la mano.
―Hola, Sam ―me saluda mostrando su perfecta dentadura en una sonrisa.
Me encojo de hombros.
―Hola, Patrick ―correspondo en un susurro.
Su perfume predomina en el ambiente a pesar de esa fragancia característica de los autos recién desempacados.
―¿Cómo has estado? ―pregunta frunciendo el ceño.
―Bien... moría por verte ―le confieso y descubro el apetito sexual en sus ojos.
―Así que, ¿me extrañaste? ―carcajea buscando mi vista.
Me pongo roja y confirmo asintiendo con la cabeza.
―Tenemos una conversación pendiente... ―pronuncia con voz ronca.
―Estoy ansiosa por reanudarla, Patrick ―contesto halagada.
―Tengo un regalo para ti... ―musita sugerente.
Me empuja contra el asiento y le siento encima. Con su movimiento de cadera empuja su virilidad en mi vientre solicitando perpetuar el coito. Estoy jadeante.
―¿Te gusta, Sam? ―me pregunta suavemente.
―¡Me encanta, Patrick! ―murmuro.
―Podemos llegar al éxtasis de nuestros deseos, justo ahora... ―propone mientras se pasa la lengua por encima del labio.
¿Qué? Patrick me pide a susurros copular en su auto y en el estacionamiento de un parque. ¿Acaso será una de sus fantasías? Siempre pensé que sería algo especial, no en estas condiciones, ni en este escenario. Lo cierto es que, a pesar de no estar muy convencida por su ofrecimiento, accedo sin emitir respuesta.
Me toma del cuello y se frota en mis caderas. Al instante inclina su cabeza y me aprisiona el labio superior ejerciendo presión. Después aplica el ritual con el labio inferior. El encuentro de su lengua con la mía se repite. Tímidamente puedo saborear sus labios y explorar la sensación de placer. Disfruto de la danza que ofrece el ritmo de su respiración agitada y el vaivén de roces, eróticos y creativos. Succiona mis labios y tira de ellos en una mordida. Aúllo al punto de sentir dolor en las comisuras. Inmediatamente y con un movimiento lento reincorpora su lengua provocando sensación de alivio. Coloca sus manos en mis glúteos, los frota creando una compleja mezcla entre virilidad y sensibilidad. Prontamente su mano derecha la coloca en mi pelvis y sus habilidosos dedos entran en contacto con mi piel.
―Por favor... para... detente... ―irrumpo en un sofoco.
Él se detiene y sus ojos brillan con la luz de la luna.
―¿Qué sucede?
― Quiero que nuestro primer encuentro sea único, Patrick.
Se aleja frunciendo el ceño.
Me tiemblan las piernas. De Patrick, me preocupa tener una reacción negada a definir nuestra situación. Contrariamente, ansío algo increíble con alguien y es justamente él quien ha llenado ese espacio vacante.
―¿Cómo le llamamos a esto? ―pregunto turbada.
―No hay necesidad de ponerle un nombre, Sam ―responde molesto y poniendo los ojos en blanco.
―Para mí es importante ―afirmo con un nudo en la garganta.
―¿Por qué? ―me cuestiona serio.
―Porque sin ningún problema, aceptaría ser tu novia...
Sorpresivamente interviene con un altibajo de voz, un tanto ronca y más grave de lo normal.
―No puedo ofrecerte eso que pides ―dice con recelo―. No es el tipo de relación que busco.
―Entonces, ¿qué somos? ―interrogo sulfurada.
―Esto no necesita una etiqueta ―espeta―. Podemos pasarla increíble siendo libres.
Mientras le escucho, su silueta se difumina ante mis ojos con la oscuridad de la noche y los vidrios ahumados de su auto del año. Sus caricias en mi piel se evaporan como hielo seco en sublimación.
―Amas tu libertad, más que a cualquier cosa... ¿Cierto? ―le digo en un balbuceo.
―Amo desde la libertad, sin ataduras... ―interpone.
―No entiendo, ¿por qué no podemos tener una relación normal? ―pregunto amargamente.
―La tenemos. Solo que sin un título ―comenta con vaguedad.
Borrar de la memoria sus apasionados besos, el candor de sus palabras y nuestra estrecha química de hormonas, me es inconcebible.
―Patrick, ¿sientes algo por mí? ―murmuro.
―Basta, Sam ―gruñe.
―¿Me amas?
―Tenemos poco tiempo de tratarnos...
Me desconsuela verle tan completo y tan vacío de mí.
―No podemos ir por la vida poniéndole fechas a los sentimientos, Patrick.
Patrick se aleja y se pierde en su espacio, como si una nube de polvo ensombreciera su vista. Se queda callado, pensante, molesto y confuso.
―En cambio yo...
―Sam, no lo digas...
Me armo de valor guiada por el impulso.
―Patrick, yo te amo.
Se queda callado y disuadido.
Miro de reojo su exquisito perfil iluminado, varonil y arrogante. No coincido con la idea de intercambiar caricias, deseo y ganas, para después distanciarnos. Por alguna extraña razón, obra casual del destino, somos ese magistral efecto. Somos la reacción imperiosa a eso que necesitamos, que pretendemos y anhelamos.
―¡Oh Patrick, si tan sólo pudieras sentir lo mismo!
Después de una prolongada pausa, carraspea.
―¡Nunca te precipites a decir TE AMO! ―ordena.
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Antifaz de medianoche [En Librerías Digitales]
RomanceSamanta Lee es una chica recién egresada de periodismo, que reside en Manhattan al lado de su hermana Kristen. Sam, trabaja en una tienda de antigüedades y se refugia en las redes sociales. En su búsqueda por el ciberespacio conoce a Patrick, un ho...