Enciendo el auto y arranco con dirección a casa. A lo lejos relumbran las luces neones del Times Square. Manhattan me mantiene en un altibajo de emociones. Contrariada le doy vueltas al asunto. Una parte de mí quiere todo con Patrick, la otra parte me solicita cautela. ¡Me estoy volviendo loca! Mi subconsciente me dice ándate con pies de plomo, luego me grita arrebatadamente, hazlo tuyo. Un bochorno me recuerda que le he dicho te amo. ―Al menos conoce mi sentir―. Por un segundo me juzgo completamente desnuda. Patrick es un hombre inteligente, es un profesional de la seducción y eso me tiene maravillada. Paradójicamente es un cofre de hierro con sus emociones. La poca apertura a exponer sus sentimientos me abruma. Es un empresario exitoso, dueño de la firma privada de servicios profesionales CS Elite Co. Soltero codiciado, sin ex esposas impertinentes o responsabilidades compartidas. Amo y señor de su libertad y de su tiempo. Cauteloso y discreto. Muy reservado, tanto que su hermetismo me enferma.
Deduzco que después de mi arrebato nos despedimos con tibieza. Patrick ardía en deseo y le vino como balde de agua fría mi petición. No podía permitirme ser suya en esas condiciones. Debo confesarme amante de la adrenalina sexual que irradia, pero firme a la postura de mis límites inquebrantables. De antemano conocía el resultado y torpemente me arriesgué a conseguir el efecto contrario a la realidad.
Sobre el inmenso rascacielos del edificio Chrysler, justo a unas calles de la intersección de la calle 42 con avenida Lexington, una revolución de carros se deja venir como aves en parvada. Maldición. Todos accionan sus claxon y me pongo histérica.
―Estúpidos autos amarillos― los maldigo mientras presiono el acelerador.
Con la tensión en los hombros y con ambas manos al volante salgo victoriosa. Ya avante y un poco más relajada, jalo del bolso de mano el cable de los audífonos y con pericia me coloco los auriculares. Presiono play a mi iPod toch, que de inmediato hace resonar en mis oídos la versión de Robbie Williams, Somethin' Stupid.
―Na, na, na, na, na, na, na, na... ―tarareo dejándome llevar por la música.
El factor X estaría encantado de tenerme en sus filas, enlistada como una de sus participantes. Mega concierto que armo en el auto para liberar tensión y llegar un poco más relajada con mi excéntrica hermana.
Estoy en casa. Apago y desciendo del auto. Por desgracia topo con el patriarca de la dinastía Clerk, observando meticulosamente mis movimientos.
―¡Bonita noche! ―digo para no parecer maleducada.
Sin escuchar respuesta alguna, me dirijo al departamento. Abro la puerta y Kristen me pela los ojos.
―¿Qué tal el gimnasio? ―dice inquieta desde el sofá.
―¡Terminé muerta! ―finjo mientras avanzo a la habitación.
―¿Ejercicios de rutina?
―Sí...
Me apresuro, evitando a toda costa las preguntas de mi inquisidora hermana. Ya en mi espacio y con mayor calma me pongo cómoda. Descalza recorro la habitación y deposito en el cesto de la ropa sucia el conjunto deportivo. Desato la liga con la que se aprisiona mi cabello y lo dejo caer sobre mis hombros. Le huyo a Kris porque no me siento preparada para responder sus dudas y aclarar ciertos puntos de mi relación con Patrick. Involucrarla en asuntos de pareja, podría convertirse en un porrazo o lo que es peor un distanciamiento. Me carcome la duda de saber lo que significo para él. No importa si después de todo, tengo que aceptar verle con otros ojos, saludarle con un ingenuo beso en la mejilla, estrechar su mano para después propiciar un apretón y hacer de cuenta que no poseo un valor importante en su vida. Me vibra el pecho y me dejo caer de golpe a la cama. La incertidumbre de no saber qué esperar me provoca un desequilibro emocional. Debo preparar a mi corazón para lo peor, aún y cuando mis esperanzas son firmes a un resultado positivo.
ESTÁS LEYENDO
Antifaz de medianoche [En Librerías Digitales]
RomanceSamanta Lee es una chica recién egresada de periodismo, que reside en Manhattan al lado de su hermana Kristen. Sam, trabaja en una tienda de antigüedades y se refugia en las redes sociales. En su búsqueda por el ciberespacio conoce a Patrick, un ho...