Capítulo 2

261 14 0
                                    

Soy de ese tipo de chicas que no se conforma con un para siempre. He leído las típicas novelitas de Corín Tellado, que he pillado de sosa. También he releído la saga crepúsculo y las cincuenta sombras del hombre más mezquino y sádico de la literatura moderna. Soy una chica actual que no se convence de esas absurdas historias de amor, dónde los finales felices son la ilusión de toda mujer. Me ha pasado que no soy la princesa que todos los cuentos pintan y, ¿qué debo conformarme con ser tan solo el pasatiempo de aquellos caballeros que han encontrado el amor verdadero en otra princesa? Estuve profundamente enamorada en plena flor de la juventud. Veintidós no parecen tantos para confirmar que Danilo fue mi primer amor. Supongo que todos los primeros amores se convierten en lo peor de nuestra vida para darnos la fuerza suficiente y superar las fracturas consecutivas, al menos es la interpretación que puedo darle después de mi corta historia. Para mi desgracia, soy fanática del amor vainilla, del sentimiento dulce, de ese azucarado palpitar empalagoso que se siente en el pecho cuando se cruzan las miradas, del que se impregna en la ropa y se respira en las fragancias de las flores. Soy fanática de las monerías, de ese caramelo que los chicos de hoy consideran barato y que Danilo no pudo ofrecerme porque a su ver, no lo merecía. Para él fui la chica que nunca mereció un halago, una invitación, un mensaje de texto o un espectacular ramo de rosas. Después de haber recibido cientos de migajas, pude confirmar que el suponía que mi estampa era similar a la de una hormiga, así que pretendía nutrirme con sobras. Mi autoestima calló y es por eso que me refugio en libros, internet y facebook.

― ¡Ya olvida eso! ― Me digo.

Recuerdo que si no he tenido un buen día, tampoco ha sido el peor. Me convenzo de la idea que tengo presente en mi mente. ya no me escribirá sus estúpidos mensajitos de sopa de letras, indescifrables e incomprensibles. Hubiera preferido leerlos, pero he descubierto que tiene una finta de patán que no puede con ella. Sabrá Dios a cuántas chicas les ha vendido la misma idea de migajas de afecto para pasarla bien tan sólo por instantes. ¡Echo carcajaditas! pues nos hemos besado tan intensa y apasionadamente que se me clava un dolor en el pecho. No paro de recordar. Hubiese preferido gritarle a la cara, es más escupirle... recobro memoria y también los modales. Recreo aquel momento y en la habitación me digo sola...

―Cuando quieras irte, vete. No voy a detenerte, porque soy amante de la libertad y el apego es una de las prisiones más sofocantes. Vete aunque el frio llegue a mi cama, aunque por la ventana entre aire fresco, y la habitación se convierta en un témpano de hielo. Toma tus maletas y libera los espacios que antes estuvieron ocupados. Desata los hilos que una vez nos unieron y rompe cualquier atadura que nos haga regresar. Pienso.

―Cuando quieras irte, vete... vete y cierra la puerta. ― Hablo sola.

¡Pero qué estúpida! se ha marchado y esta historia no tiene reversa.

A ritmo de jar of hearts de Christina Perri, me visto, me subo los jeans rotos que detesta mamá, me pongo los zapatos más cómodos que tengo y cubro mi torso con la blusa más holgada que tengo. No es mi día de suerte, así que no creo topar con los jueces de Run Way por las calles de Manhattan un jueves por la noche. Tomo una chamarrita deportiva y meto los brazos. Salgo de la habitación en busca de la bolsa y el celular. Recobro la memoria, observo que el bolso está sobre el viejo sofá de la sala. Lo tomo y lo abro. Busco desesperadamente, no encuentro el teléfono celular dentro. Hago memoria.

Tocan la puerta, y me deslizo haciendo ruiditos con el calzado deportivo. Entra la loca de mi hermana y azota la puerta.

― ¡Sam, tienes que creerlo, me llevará a Londres! ― Exclama emocionada y alborotándose el cabello.

Tiene un rojo intenso en una melena que mide casi el medio metro. Ella es todo lo opuesto a mí, ojos grises, labios gruesos y su escultural figura es similar a la de mamá. Kristen es muy hermosa, su sentido del humor la hacen una mujer afable y provocativa.

― No te quedes viendo, ven y abrázame. ―

Estoy atónita.

Se acerca y me estrecha fuertemente. Hubiese querido corresponderle, pero aún no comprendo porque ha tomado la decisión de irse. Tom no es un mal hombre, pero dudo que sea la felicidad de Kristen a largo plazo.

― ¿No estás feliz? ― Pregunta.

― Supongo que sí, felicidades Kris. ― Le correspondo el abrazo, y le miro desconcertada.

― Me prometió firmar el divorcio, es un hecho. ¡No más Jenny! ― Comenta mientras avienta su bolsa al viejo sofá y camina a la cocina.

― ¿Qué pasara con ella? ― Le cuestiono.

― Quizá se vaya a San Francisco, oh Toronto. ― Frunce el seño. ― ¡Sam ella es lo menos importante ahora! ― Espeta.

― ¿Qué pasará con sus hijos? ― Interrogo buscando una respuesta que pueda generarle duda.

― ¿Sabes cuantos colegios militares existen en toda la unión Americana? ―

― ¡Basta Kris! Le digo molesta. ―Ni la madrastra de Cenicienta es tan vil.

Se carcajea. Frunzo el seño.

― ¡Molesta luces patética Sam! ― Toma del frutero que está sobre la barra de la cocina una manzana, la muerde y le arranca un cacho.

Me encojo de hombros, desvió la atención preguntando si ha visto el móvil que he perdido. ― ¿Sabes si dejé el móvil en tu auto? Pregunto.

Me mira, arranca otro pedazo de manzana y niega moviendo la cabeza de lado a lado. Tendré que acostumbrarme a la idea que lo he perdido. Hago memoria y mis recuerdos me transportan a la cita con "Patrick". Debí dejarlo sobre la mesa del Starbucks. ¡Oh por Dios! Espero que la persona que lo haya tomado sea incapaz de leer los mensajes que resguardo desde hace meses. Me ruborizo. No tengo una solución y todo se viene abajo. Se poza mi dignidad bajo los pies de medio centenar de clientes de tan concurrido sitio. ― ¡Estúpida y mil veces estúpida! ― Me digo a mi misma.

― ¿Qué sucede? ― Pregunta desconcertada.

― ¡Necesito el celular ahora! ― Le respondo a pausas y con voz queda.

― Entiendo. ― Percibo asombro en su tono de voz. ― Hoy amaneciste más lunática que de costumbre, me ducharé, espero encontrar de vuelta a la Samanta que conozco. ― Carraspea su garganta y se dirige al sofá con un ligero contoneo, toma su bolso y la veo desaparecer en el pasillo que comunica con las habitaciones.

Estoy hecha un manojo de nervios, emociones y frustraciones. Mi loca desquiciada interna está libre y la poca dignidad que queda, se avergüenza de haberla sacado a relucir. No me cabe la menor duda que soy una estúpida, que perderá el suelo cuando toda la información del móvil se conozca. Los mensajes que están dentro del dispositivo, son tan comprometedores que puedo ser tachada de puta.

― ¿Kris, podrías marcarme? ― Grito en tono desesperado.

― Espera... ― Me dice mientras empieza a caer el agua de la regadera. No aguardo ni tres minutos cuando responde y se escucha a lo lejos. ― ¡Está sonando!

Agudizo mis sentidos, pero el departamento parece más callado que de costumbre. Me vibran las manos. Corro de un lado a otro, de la sala a la cocina, luego regreso al viejo sofá y muevo el cojín morado que me ha regalado Kelly, mi mejor amiga del colegio. Me muevo el cabello.

― ¡Dejó de sonar! ― Levanta la voz.

Me pongo de nervios.

― ¡Ya lo apagaron! ― Refunfuña.

Se desprende mi corazón y cae al estomago de golpe. Se cierra mi garganta.

¡Estoy en problemas!

Me sudan las manos, mi estomago se paraliza, luego hace contracciones repetitivas. Me tomo el cabello y sacudo la cabeza. Estoy segura que alguien se unió a la historia: 'chica desesperada busca novio, háganle el favor que anda urgida'. No soy la única chica llamada Samanta, pero sé que las fotos de la galería no tienen clave y cualquier persona puede acceder a ellas con tan sólo tomar el celular.

¡Estoy muerta, puedo ser enviada a la horca desde este preciso momento!

Logro escuchar que llaman a la puerta. Mi momento dramático me impide darme cuenta el tiempo que tienen esperando afuera del apartamento. Corro y abro la puerta. Me sorprendo.

_ ¡Olvidaste esto! ― Dice.

Es él.

Antifaz de medianoche [En Librerías Digitales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora