CAPITULO 4

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La profesora Supmet nos ha echado una gran bronca al volver antes de lo previsto al scolaio. Hemos tenido que dar la vuelta al llegar al final del puente, unos guardias tenían cerrado el acceso a la ciudad con la antigua verja que nos encerraba en los toques de queda de la polis; uno de ellos, nos informó que por peligro de sufrir algún incidente en la parte de tierra firme, no nos podía dejar continuar, que lo intentásemos en otro momento. La furia de la sabia ha aumentado al comunicarse con el templo y ver que le confirmaban el peligro y anulaban la visita, entonces volvimos al scolaio y nos tocó la reprimenda sobre el apuro que le habíamos hecho pasar por nuestras prendas y ya de paso, abordó el tema de Élpyd, una vergüenza absoluta. Nos ha recordado, tal y como hace muchos días, que al scolaio íbamos a aprender y a estudiar, no a educar, que eso deberían haberse encargado en nuestras casas desde que éramos pequeñas.

En este momento estoy sentada en la pequeña porción de hierba que posee mi terraza, como cada casa de la isla, tiene un mini jardín junto al tejado. Si me tumbo veo la oscuridad del suelo de las casas del piso superior. Si me siento y observo mi izquierda veo las luces de las farolas, los pasillos del corredor y, si contemplo a mi derecha puedo observar... si limpiasen alguna vez los cristales de la isla, el mar y las estrellas. Este es mi momento de paz que aprovecho cuando acaba de anochecer, pues el calor del sol de todo el día se encuentra en la isla y no es hasta entrada la noche que giran las placas para que entre el aire exterior.

Hells se despidió de mí normal, pero aunque no me lo afirme sé que está preocupada por Rannield, pero ¿dónde está? ¿Cómo alguien va a desaparecer de repente?... "Papá desapareció así... ¿o no lo recuerdas?"... de nuevo esa voz que no hace más que criticarme y molestarme, pero tiene razón...

Si tuviera los auriculares globalizados subiría la música para intentar alejar aquellas imágenes de mi cabeza, pero no los encuentro y las imágenes apenas se moverían, de hecho parecerían sucederse indefinidamente, como ahora, en un ciclo que vibraría al ritmo de las notas.

Entro en casa, enciendo el eidór y espero a que la pantalla de vitrelo se encienda para poder meter mi contraseña. No puedo evitar alegrarme al ver que alguien ha entrado a mi istôs, pero no me han dejado ningún comentario y eso que puse mi opinión sobre el último film que pude ver en el salón de la isla.

- ¡Ivy! ¡A cenar!

- ¡Ya voy mamá!

- ¡Ya voy no! ¡Ya mismo! – de verdad que me crispa esta mujer. ¿No puede entender que no puedo tele-trasportarme hasta el piso de abajo? Dejo encendido el eidór y bajo los escalones de la forma más rápida posible. Llego a la cocina y allí observo los platos con la cena.

- ¡Qué bien huele! – digo al sentir que se me abre el apetito al respirar el aroma.

- Es pato frito, no he podido salir a comprar nada más esta tarde hija, estuve toda la tarde alisando la ropa. – dice cansada poniendo los brazos en jarra.

- Ya mamá. Estaba yo en casa.

- ¿Qué tal el scolaio hoy? – me pregunta mientras me sirve.

- Bueno, la señora Supmet se ha enfadado con nosotros y mañana nos toca quedarnos a copiar una crona más después de las clases.

- ¿Una crona más? ¡pero bueno! ¿y cuándo pretende que hagáis los deberes?

- Mamá hace bastante que no me mandan tareas, sólo tengo que aprender y pasar las pruebas al final de cada año ¿recuerdas?

- Sí hija, lo siento. Estoy tan atareada que no me entero ni de lo que pasa alrededor.

No me gusta quedarme en silencio con nadie, es como si el ambiente estuviese vacío. Como si se estuviera solo en lugar de acompañado. El silencio me gusta para perderme en mis pensamientos y en ocasiones para observar a los demás, pero no me agrada que la gente se dedique a perderse en sus pensamientos mientras está conmigo en mitad de una conversación, pues la otra persona seguro que tiene tiempo de vagar por su mundo.

Termino la cena, meto el plato en el lavavajillas y me dirijo a subir las escaleras.

- ¡Ivy! ¡A cenar!

- Mamá...

- ¡Ya voy no! ¡Ya mismo! – el asombro se apodera de mi cuerpo, no es posible que me esté llamando de nuevo, vuelvo sobre mis pasos y me asomo a la cocina; mi madre parece estar de nuevo en el mismo lugar. Todo está como antes de cenar...¿Qué ha pasado aquí?.. Si ya he cenado no puede ser... "Oh... estás loca...que pena..." lo que faltaba, ahora la mente apoyándome al máximo bieeen.

- Ya hemos cenado ¿Qué pasa aquí?

- Venga siéntate a cenar, he hecho pato frito. – me dice con una sonrisa. Estoy desconcertada, perdida.

- Mamá, creo que estás muy cansada, ¿qué tal si nos tumbamos a ver la vitre un rato?- tengo que aclarar mi voz, no es para nada firme.

- ¿De verdad?¿Y la cena?

- No tengo hambre mamá- miento- creo que necesitas descansar- repito algo más serena.

- Gracias hija, pero come algo no puedes quedarte sin cenar nada – mi madre recoge todo en un momento, vamos a su habitación y seleccionamos la transmisión de documentales. El que están emitiendo ahora es sobre las ruinas encontradas por todo el mundo. Son alucinantes, algún día quiero salir y conocerlas. Admirar sus templos, las columnas, todas las fuentes y sus pirámides.

En cuanto veo que mi madre está dormida, apago lentamente el vitrelo por cable y me voy a mi habitación. Abro de nuevo mi istôs y observo las visitas que he tenido. A todos les gusta que al pasarte por su sitio les dejes un pequeño comentario, pero ellos mismos no se aplican el cuento ¡Qué rabia! Según el geolocalizador me han visitado desde Ramah, Uigeri y Albek a lo largo del día, no sé ni quién puede ser, pero tampoco les interesa que les conozca pues no han dejado saludo ni opinión ninguna.

Es poco lo que sé del resto de ciudades que conviven con nosotros, después de las cruentas guerras aunque hay paz... las comunicaciones entre nosotros son algo escasas salvo las polis más cercanas. Luego están las polis desaparecidas, ahora en ruinas, que aparecen con los movimientos de agua, esas construcciones que salen perfectas por los documentales o en las fotografías de la red común, me gustaría saber cómo eran capaces de construir algo así y que dure tantísimos años. Es inexplicable. Y por último están las arrasadas, de las que poco queda en pie por el fulgor de la guerra.

Me encantaría quedarme investigando acerca de la cultura de esas ciudades ancestrales que desaparecieron de la faz del planeta de un día para otro, ver videos o actualizar mi perfil de la red, pero mañana será un día duro en el scolaio. Apago el eikós y mientras me pongo la ropa de cama, conecto el edredón a la corriente y lo programo a 18 grados. No es muy caliente pero siempre mejor que cuando no existían. Aún recuerdo cómo mi madre venía a arroparme por las noches y las mantas casi abultaban más que yo, eso era cuando aún vivíamos en la parte de tierra de la ciudad y no en este edificio, apartado y aislado de todo.

Me meto en la cama, recuerdo los auriculares globalizados y me levanto a buscarlos, pero no los encuentro por ninguna parte. Miro en la mochila, en la mesa, en el armario, en los pantalones... no aparecen.. "Ya los has perdido" "Si es que eres una patosa, ¿hay algo que te salga bien?" No puedo creerlo, debo haberlos extraviado. Quizá me los dejé anteayer en la taquilla del scolaio, miraré mañana "Sabes que no estarán" .

Vuelvo con rabia a la cama y cierro los ojos, lentamente voy sintiendo como mis músculos me pesan, cómo los parpados se quedan más pegados y mi respiración se hace más suave...

ALBOR - Un nuevo comienzo -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora