No toda la suerte está echada en el tiempo de juego, a veces, los golpes de efecto suceden entre bambalinas, lugar donde los focos no pueden apreciarlo.
El es Travis Kutcher, «tight end» de los Kansas City Chiefs.
Un lince sobre el c...
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⚠️ A continuación, el siguiente capítulo que vas a leer contiene representaciones gráficas subidas de tono, sexualidad, lenguaje con vocabulario fuerte y/u otros temas para adultos.
17 de octubre, 2013 Kansas City
Las últimas veces que estuve de viaje fue por placer. Pero se estaban desvaneciendo los gratos recuerdos de visitas sin otro fin que el cultural, pues catar la sensualidad del tigh end era también cultura. Pero ahora con Travis estremeciendo cada desplazamiento, estaba bastante más que impetuosa. Era una lujuria constante en la que no podías bajar la guardia ni en los desayunos, cuando aún estaba con los sueños eróticos de la noche aún rondando en la cabeza hasta que me di cuenta de que lo soñado se volvió realidad. Ni por la noche, cuando tenía la cabeza como un bombo de tantas entrevista y gestiones.
Un nuevo amanecer resplandecía en las llanuras de aquel valle, reflectando los rayos a través de una cortinas que bailaban con la brisa mientras permanecía recostada en la cama, abriendo lentamente los párpados y asimilando lo ocurrido la noche anterior. Una sonrisa se me dibujaba en el rostro al estirar los brazos, notándome desnuda sobre las sábanas.
Plácida, puse mi mano a mi lado y note una ausencia al sentir que no estaba a mi lado, creyéndome que iba a despertar junto a él. Fruncí el ceño y me reincorporé mirando a ambos lados del dormitorio. Miré hacia el baño pero las luces estaban apagadas. Puse los pies en el suelo a punto de levantarme cuando de repente sentí que subía las escaleras. Volví a sentarme en la cama como si no hubiese pasado nada a la espera de que llegase.
—Buenos días preciosa, ya estás despierta... —decía él sujetando una bandeja que llevaba tostadas, mantequilla, mermelada y dos vasos de zumo. Pero lo sorprendente no era el detalle de haber traído el desayuno al dormitorio sino que aún permanecía desnudo.
Con las mejillas enrojecidas, sentí un ardor en mi pecho al verle el pene, grueso y flácido moviéndose de un lado a otro mientras el colocaba la bandeja en la cama sobre mis piernas. Travis se acercó hacia mi y me dio un beso con lengua. Volví a sentir escalofríos por todo el cuerpo. Enseguida Travis se acercó a la ventana y extendió las cortinas para que entrase más luz al interior.
—De veras, no hacía falta que hicieras el desayuno —asentí bastante anonadada por el gesto intentando coger el vaso de zumo para no salpicar las sabanas. —Te portas tan bien conmigo...
Travis se acostó a mi lado y estiró las piernas cómodamente.
—Es cuanto menos podría hacer después de la espectacular cena de anoche —asimilaba, pasándose la lengua por los labios resecos que aún tenían la marca de mi labial rojo.
—He de confesar que hacía tiempo que un hombre no me hacía sentir así —asumí bastante satisfecha en cuanto observé a Travis hicimos intercambio de miradas.
