No toda la suerte está echada en el tiempo de juego, a veces, los golpes de efecto suceden entre bambalinas, lugar donde los focos no pueden apreciarlo.
El es Travis Kutcher, «tight end» de los Kansas City Chiefs.
Un lince sobre el c...
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3 de diciembre, 2023 Nashville
Nunca pensé que después de un otoño tan duro, al invierno siguiente volvería a estar en este sitio, a la vez tan raro y deseado. Las primeras nevadas llegaban a los costados de Nashville tiñéndolas de un manto blanco perfecto. Después de haberle suplicado mis disculpas hacia Joe, decidí cortar página y sentirme ajena de esa descabellada narrativa que no me dejaba vivir. El suplicio venía con la ausencia de Travis, quien no había dejado señales desde mi partida.
El primer día en la finca de mis padres fue de lo más ameno. Me sentía cansada después de abandonar Londres tras haberme pasado por una personalidad anónima, pillar un descapotable y plantarme en la que fue mi casa durante una larga temporada para cantarles las cuarenta a quien pensé que era el amor de mi vida. Fui demasiado ingenua al no darme cuenta de que, al otro lado del océano, estaba perdiendo a quien realmente era el hombre de mi vida.
Para despejarme de mi actos cometidos, quise acercarme un poco más a mis padres y sentir el calor de la familia para retomar fuerzas. Junto a mi madre, comencé a meterme en el mundo de la repostería y la ayude a preparar galletas de jengibre, así como tartas y algún que otro queque. Mi madre se venía arriba cuando llegaban las fechas especiales.
—Echaba tantísimo de menos estos momentos... —anhelaba Andrea presionando una masa de harina mientras yo rellenaba unos moldes de goma para crear galletas con formas de estrellas, círculos y rombos. —Necesitabas volver a casa, hija —consideraba.
—Era justo lo que deseaba, volver a reencontrarme y que mejor que hacerlo con el calor de la familia —dibujé una sonrisa en mi rostro en cuanto se me salía del recipiente parte de la masa que habíamos elaborado previamente —¡Qué desastre! Lo he puesto todo patas arriba.
—No te preocupes, esto se soluciona rápido —decía Andrea metiendo el dedo en la masa que sobresalía del molde hasta mancharme las mejillas con ella.
—¡Mamá! Como me has puesto —reía dándole su merecido, manchándole también su rostro con la masa que había caído.
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