Prólogo.

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Los Ángeles - Estados Unidos.


Habían pasado tres años desde que dejé Alemania, mi vida había cambiado demasiado en esos años. Terminé mi último año de instituto y fui a la universidad, estudie diseño y estilismo como siempre había soñado y me encontraba en mi último año de universidad. Ese año empezaba con las prácticas como becaria en una empresa que se encargaba de llevar el estilismo de varios famosos, aunque he de decir que fue gracias a los amigos que tenía mi padre debido a su trabajo. Si, soy una enchufada, perdónenme la vida.

Mi vida no había cambiado solamente en el ámbito laboral, también había cambiado bastante en cuanto a mis amistades. Debido al alto nivel de papá gracias a su nuevo trabajo me relacionaba con los hijos de las familias más adineradas de Los Ángeles. No eran de mi agrado, ese ambiente de niño pijo no era lo mío, por eso mi mejor amiga aquí era Kate, mi compañera de universidad. Una chica con su aire rebelde, sus chaquetas de cuero y ese estilo tan "Punky' que la caracterizaba. Obviamente no era mi querida Niky, con la cual seguía manteniendo contacto a pesar de la distancia y la diferencia horaria; pero Kate era una buena amiga.

Del resto de los chicos tengo que decir que con el que más había hablado durante esos últimos años fue Bill, porque la verdad que mi contacto con Tom durante todo ese tiempo había sido nulo. Desde que había decidido en el aeropuerto bloquearlo de todas mi redes sociales lo único que supe de él fue mediante Niky o Bill.

Por lo que tenía entendido, los chicos habían llegado demasiado alto en su carrera, daban giras mundiales, tenían millones de fans y su banda era un auténtico éxito llevándose cantidades de premios del gremio de la música. Me alegraba por ellos de todo corazón, pero eso era lo máximo que quería saber de Tom, por oídas. Por lo que los demás me contaban.

A pesar de haber pasado tanto tiempo, y aunque mi corazón ya tenía otro dueño... Tom siempre sería un tatuaje en mi piel. Algo que no se puede borrar.

Hablando del dueño de mi corazón... Estaba comprometida. Sí, chicos, me iba a casar. Se que pensaréis que es una locura, con diecinueve años no podía casarme, pero de verdad chicos no conocéis a Will.

Mi prometido, Will Taylor, un gran agente inmobiliario con bastante fama aquí en Los Ángeles, conocido como el agente de los famosos pues siempre acuden a él cuando necesitan una casa para mudarse. Era un hombre maduro demasiado atractivo, alto, con pelo largo y oscuro, una sonrisa encantadora y unos seductores ojos azules de escándalo. Era todo un dios griego, del cual no diré su edad porque quizás les parezca una locura.

Conocí a Will en la fiesta de aniversario de boda de papá y mamá, era un amigo al cual mi padre había conocido debido al trabajo y en cuanto nos conocimos cupido nos flechó.

Bueno quizás no tanto, porque mi corazoncito seguía de luto por Tom, pero si que nos llamamos la atención mutuamente. Y poco a poco Will hizo que mi corazón curara y el recuerdo de Tom dejara de doler cada vez menos. La diferencia entre salir con un hombre y un niño era muy grande amigos, hacerme caso. Will me trataba como una auténtica reina, por eso a finales de año nos casaríamos.

Me encontraba en una cafetería disfrutando de un café con hielo para poder combatir el caluso día de Junio con Kate, cuando mi teléfono comenzó a sonar. Era Will.

—Dime cielo. —respondí.

—Hola cariño, ¿te pillo ocupada? —se escuchó del otro lado de la línea.

—Oh no, tranquilo estoy tomando un café con Kate. ¿Qué ocurre?

—Me olvidé los papeles de la casa y el contrato de la venta y los clientes están a punto de llegar. Son unos clientes que vienen de bastante lejos y bastante importantes. —me explicó. —¿Te importaría acercarte hasta mi oficina y traerlos?

Something about us ; Tom KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora