Diecisiete.

863 30 20
                                    

—Buenas, ¿es usted la señorita Emily Meyer? —se escuchó del otro lado de la línea. Tom me observaba expectante.

—Si, soy yo. ¿Quién es?

—Le llamo del hospital...


[...]


Me encontraba recorriéndome el aeropuerto a toda la velocidad que mis piernas me permitían, tenía el tiempo justo para embarcar y adentrarme en el vuelo de vuelta a Estados Unidos. Una vez llegué a la puerta de embarque que me correspondía giré sobre mí misma para mirar a Tom.

—¿Seguro que no quieres que vaya contigo? —preguntó preocupado.

—No hace falta, de verdad. Disfruta de los días que te quedan aquí con tu familia. —sonreí acariciando suavemente su mejilla. —Nos vemos cuando vuelvas.

Tom me envolvió con sus brazos, apretándome contra su cuerpo en un cálido abrazo.

—¿Por qué tengo la sensación de que no nos volveremos a ver? —dijo con un tono melancólico en su voz mientras seguía abrazado a mí.

—No digas tonterías Tom, nos veremos en unos días. Estamos bien. —me separé lentamente para mirarle a los ojos. —Tengo que irme.

—Te quiero.

—Y yo a ti. —deposité un suave beso sobre sus labios para despedirme.

Despues de esa amarga despedida embarqué en el avión y tomé rumbo a mi destino. Y aunque le había dicho a Tom que estábamos bien, la verdad era otra, y es que yo también también tenía una extraña sensación que me comía por dentro. Pero de algo estaba segura, quería a Tom con toda mi alma.

El vuelo se me hizo eterno, y los nervios no habían sido de mucha ayuda para decir verdad. Una vez que el avión aterrizó en tierras americanas tomé un taxi a la salida del aeropuerto y me presenté en el hospital del cual me habían llamado. Corrí por los pasillos buscando la habitación que me había indicado la enfermera de la recepción, mis piernas temblaban mientras caminaba por aquellos interminables pasillos con el sonido de las ruedas de mi maleta de fondo. Y entonces la encontré.

Me adentré dentro de la aquella habitación iluminada por la tenue luz de una pequeña lámpara. La imagen allí expuesta me rompió el corazón en pedazos. Ver a Will postrado en aquella cama de hospital, cubierto de cables, con sus ojos cerrados y conectado a aquella maquina para respirar me hizo sudar en frío. ¿Qué había pasado?

—¿Señorita Meyer?

—Si... —limpié la pequeña lágrima que se deslizaba por mi mejilla y me giré para mirar al doctor que se encontraba en el pasillo. —¿Que le ha ocurrido?

—Por favor, acompáñeme. —seguí al doctor al pasillo mientras cerrábamos la puerta detrás de nosotros. —Le hemos llamado porque usted era el contacto que el señor Taylor tenía como 'contacto de emergencia'.

—Si, es... —dudé durante unos segundos. —Era mi prometido. ¿Qué le ha ocurrido?

—El señor Taylor ha intentado suicidarse. Ingirió una gran cantidad de fármacos y por poco no lo cuenta. Su secretaria lo encontró y fue quien llamó a emergencias, tuvimos que hacerle un lavado de estómago y ahora ya se encuentra fuera de peligro. Iba a preguntarle si ha sucedido algo en la vida del señor Taylor como para querer acabar con su vida, pero viendo que ha comentado que era su prometido, deduzco que la boda fue cancelada.

—¿Quiere decir que Will ha intentado quitarse la vida por qué yo quise cancelar nuestra boda? —no pude contener las lágrimas en ese momento. —Dios mío.... ¿Pero por qué?

Something about us ; Tom KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora