Tres.

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—Tienes buena relación con los chicos por lo que veo. —rió Stella mientras buscamos entre sus bocetos.

—Nos criamos juntos en Alemania, pero hace tres años que no los veía. —comenté con algo de desgana encogiéndome de hombros.

—No te preocupes, el único que nos puede dar problemas es Tom. —bromeó. Yo la miré con el ceño fruncido esperando que me explicara. —Una vez teníamos un evento en una alfombra roja, la cual requería de etiqueta. Él fue el único que se negó a ponerse un traje. —dijo entre carcajadas. —Se negó rotundamente y el resto tampoco lo pudieron usar para que Tom no desentonara del resto. —se encogió de hombros.

Automáticamente a mi mente vino la imagen de aquella noche vieja en la que Tom se había puesto un traje para finalizar el año.

" —Aprovecha el momento, porque probablemente jamás me vuelvas a ver así vestido. —rió mientras acomodaba las mangas de su chaqueta. —Esta ropa es incómoda. "

Y una sonrisa tonta se dibujó mientras recordaba aquella noche. El volver a ver a Tom había traído de vuelta los miles de recuerdos que creía ya haber olvidado. Pero Tom era un tatuaje en mi piel con tinta invisible. Y eso... eso era lo que más me preocupaba.

—Este me gusta. —le enseñé uno de sus bocetos. —Pero sin ánimo de ofenderte... Yo cambiaría la chaqueta de Bill por una de cuero. Es más su estilo. —sonreí tímidamente.

—Tienes razón. —Stella me sonrió dulcemente. —Está claro que nadie conoce a los chicos mejor que tú. —ambas reímos.


[.......]


Después de enseñarles los bocetos a los chicos, pulir un par de ideas y ponernos todos de acuerdo acordamos en hacer la prueba de vestuario al día siguiente.

Nos encontrábamos en el hall del edificio despidiéndonos unos de otros para poder irnos. Georg y Gustav tenían que ir a dejar sus maletas al hotel en el que se hospedaban, pues habían llegado de Alemania esa misma mañana. Bill tenía una reunión con la maquilladora que le prepararía para los premios para contrastar con ella los últimos detalles de maquillaje. ¿Y Tom? Pues Tom simplemente quería incordiar.

—¿Podemos hablar? —dijo siguiéndome a paso ligero mientras me dirigía hacia el estacionamiento de mi coche.

—Ahora no Tom, tengo prisa.

—Solo será un momento. —me agarró del brazo para detenerme.

—¿Que pasa? —pregunté resignada.

—Lo siento.

—¿Qué? —su disculpa me había pillado por sorpresa.

—Siento lo que te dije ayer, no tengo que meterme en tu vida. —parpadeé varias veces en señal de incredulidad por lo que estaba escuchando. —Solo... quiero llevarme bien contigo. ¿Enterramos el hacha de guerra?

—Esta bien Tom, no pasa nada. —volví a encaminar mi paso hacia mi coche.

—¿Comemos? —aceleró el paso para caminar a mi lado.

—Otro dí... —pero no terminé la frase al darme cuenta que mi coche no estaba en el aparcamiento. —¡¿Dónde está mi coche?!

—¿Lo aparcarías en otro lado? —me miró confuso.

—No, recuerdo que lo aparqué justo aquí. —señalé. Una carcajada sonora salió de la boca de Tom. —¿De qué te ríes? —le fulminé con la mirada.

—¿No ves que este estacionamiento es para minusválidos? —soltó entre risas.

—Joder, ahora tendré que ir a buscarlo hasta depósitos, pagar la multa... —llevé mis manos a mi cabeza desesperada.

Something about us ; Tom KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora