Catorce.

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—¿Y como se lo tomó Will? —preguntó Kate mientras colocaba los platos para la cena sobre la mesa.

—Pues bastante bien la verdad. Osea... —me detuve un segundo mientras colocaba los cubiertos. —Lo vi bastante consternado, pero lo aceptó, dijo que me comprendía.

—Pobrecillo... —kate me miró con ojos de pena.

—Si, la verdad pensé que pasaría el resto de mi vida junto a él.

—Pero Tom es el amor de tu vida, no lo puedes evitar, está claro que estáis destinados a estar juntos.

Unos toques en la puerta resonaron por toda la instancia, ambas miramos a la puerta con una sonrisa.

Los chicos estaban aquí.

Caminé hacia esta y al abrirla me encontré con la imagen de Bill y Tom. La sonrisa de Bill iluminaba su rostro, mientras que la cara de preocupación de Tom me hizo encoger el corazón.

—¡He traído vino! —Bill mostró dos botellas en alto mientras se adentraba en el apartamento.

—Genial, esta noche te pillas una melopea. —reí.

Tom se acercó a mi a pasos lentos. Podía notar su semblante preocupado, su corazón estaba en un puño.

—¿Y bien...? —preguntó.

—Soy libre oficialmente. —sonreí.

Su cara se iluminó lentamente con una gran sonrisa, sus ojos brillaban como dos luciérnagas ante mis palabras. En un hábil movimiento colocó sus brazos sobre la parte baja de mis muslo y me levantó en el aire apegando mi cuerpo al suyo.

—De libre nada, eres totalmente mía. —susurró para luego besar mis labios dulcemente.

Solté una risita entre besos. Ahí se encontraban nuevamente las mariposas, y es que no podía evitar sentirme feliz a pesar de los giros inesperados que había dado mi vida. No había pensado que reencontrarme con Tom devolvería el color que me vida había perdido en esos años. Tom era el pincel y yo su lienzo, y juntos formábamos la obra de arte más bonita de cualquier museo.

—Haber, Romeo y Julieta, sentaros a cenar porfavor que me muero de hambre. —anunció mi amiga entre risas.


[...]

La cena iba transcurriendo entre risas y anécdotas, caricias y besos, peleas entre los gemelos y alguna que otra copa de vino. Observaba la escena con verdadera nostalgia, y es que en eso momentos no podía evitar acordarme de mi vida en Alemania. Las cenas en casa de los Kaulitz, donde siempre Simone tenía que intervenir en las peleas de sus hijos. Pero algo faltaba en aquella entrañable cena. Niky.

La nostalgia y la pena se apoderaron de mí, y dejé mi mente vagar entre aquellos pensamientos. Tom debió de darse cuenta de aquello, porque rápidamente sentí una mano posarse sobre mi muslo. Levanté mi vista encontrándome con la Tom con un semblante un tanto preocupado.

—¿Estás bien?

—Si, solo... —sonreí levemente. —Estaba pensando en Niky, de cuánto me gustaría que estuviera aquí.

—La echas de menos, ¿verdad? —sonrió dulcemente.

—Mucho...

—Pero eso se puede solucionar mi chiqui, ¿qué os parece si organizo un viaje a Alemania? —comentó Bill con una sonrisa. —Así Kate puede conocer de donde venimos. —agarró a mi amiga dulcemente de la mano.

—Por mí está perfecto, echo de menos la cerveza alemana. —rió Tom.

—Hay un problema mis queridos repetidos. —ambos me miraron confusos. —Tengo trabajo en la agencia, no me puedo largar así como así.

—De eso me encargo yo amor, no te preocupes. —Tom me guiñó un ojo mientras depositaba un beso sobre mis labios.

[...]

Al día siguiente me encontraba en la agencia ayudando a Stella en los últimos detalles de una sesión fotográfica de una cantante. Esa mañana había abandonado el apartamento dejando allí a unos Bill y Kate bastante resacosos, producto de las botellas de vino de la noche anterior y a Tom lo había dejado en mi cama en el quinto sueño.

Me encontraba terminando unos bocetos que debía entregarle a Stella cuando se sintieron unos toques en la puerta. Rápidamente la imagen de la secretaria del señor Smith se hizo presente.

—Emily, ¿me puedes acompañar porfavor?

—Claro... —dudé posando los lápices que tenía en las manos.

Caminando por el largo pasillo sopesaba la cantidad de motivos a los que se podía deber aquel repentino reclamo.

—No es nada malo, no te preocupes. —intentó calmar mis nervios ante mi notoria preocupación. —Se trata de un cliente que necesita ayuda para un evento y a insistido en que te necesita a ti. —me guiñó un ojo mientras abría la puerta del despacho. —Aqui está la señorita Meyer, señor.

—Muchas gracias, puede retirarse.

Al entrar en aquel despacho pude ver a mi jefe el cual estaba acompañado, y aunque estaba de espaldas pude observar aquella cabeza llena de trenzas sentado frente a su escritorio.

—Emily, este es Tom kaulitz, supongo que lo conocerás del trabajo que hiciste junto a su banda. —me presentó al que claramente ya conocía. —Toma asiento porfavor.

—Claro... —me senté en la silla alado de Tom seguida de su atenta mirada acompañada de una sonrisa ladina. —¿Qué ocurre señor?

—Verás, el señor Kaulitz tiene un evento en el extranjero. Exactamente en Alemania. —hizo una pausa. —Requiere los servicios de la agencia y ha insistido bastante en que quiere que tú le acompañes en su viaje a su país natal para ayudarlo para su evento. —sonrió. —Yo le informé de que tú de momento solo eres becaria, pero insiste en ello. Claro está en que tu tienes la última palabra.

—Yo... —no sabía cómo reaccionar ante aquella situación. Las palabras no salían de mi boca, aquello me había pillado desprevenida.

—Le había comentado a su jefe que el trabajo que realizó junto con la otra estilista nos había dejado bastante satisfechos a todos los miembros de mi banda. Pero puestos a elegir a una la prefería a usted señorita Meyer —Tom me miró fijamente a los ojos con una sonrisa maliciosa. —Usted entiende mis gustos a la perfección. —colocó su mano sutilmente por debajo del escritorio sobre mí muslo.

—Yo no tengo ningún problema si el señor Smith está de acuerdo con que sea yo su acompañante. —sonreí nerviosa.

—Por mí está bien, quién paga manda. —mi jefe rió ante su broma poco graciosa. —Bien, entonces, si ahora no tienes nada que hacer puedes tratar los detalles del viaje con el señor Kaulitz. —se puso de pie y nosotros imitamos su acto. —Toda suya. —estrechó la mano de Tom con una sonrisa.

Absolutamente mía. —sonrió maliciosamente.

Something about us ; Tom KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora