Diecinueve.

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Emily:


Entre en mi departamento seguida de Tom. Me temblaban las piernas y sentía que en cualquier momento acabaría en el suelo. Me deshice de mi chaqueta y mi bolso, e indiqué a Tom para que se sentara en el sofá.

—Prefiero quedarme de pie. —dijo con las manos en los bolsillos.

—Como quieras... —suspiré. —Tom, tenemos que terminar.

Vi como su rostro empalideció de golpe. Se había quedado petrificado ante mis duras palabras y, la verdad, lo entiendo. Ni siquiera yo misma entendía esa decisión, pero ya la había tomado.

—Mejor me siento. —tomó asiento en el sofá. —¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Qué he hecho está vez?

—No has hecho nada, al revés, me has dado los mejores momentos. Hacía mucho tiempo que no me sentía así, porque tú eres la única persona que puede hacerme sentir despegar los pies de la tierra. —me arrodillé ante él y sostuve su rostro entre mis manos. —Tú no has hecho nada. No es por tí, es por mí...

—Dios, ¿en serio acabas de soltarme la puta frase más cliché que existe? —se puso de pie bastante molesto. —No entiendo nada Emily, estábamos bien y vienes a ver a ese tío y todo se va a la mierda. ¿Es por él?

—¡Sí Tom, es por él! Yo te quiero, y lo sabes, pero... —me puse de pie para enfrentarlo, las lágrimas amenazaban con salir.

—¡¿Pero qué?! Si me quieres, ¿por qué me dejas por irte con él? —dejó salir un par de lágrimas de rabia.

—¡Porque ha intentado suicidarse, Tom!

En el momento que esas palabras salieron de mi boca Tom se paralizó. Su rostro mostraba una mezcla entre sorpresa e ira. Su rostro volvió a empalidecer, y se quedó en silencio por unos largos segundos hasta que las palabras pudieron salir de su boca.

—¿Qué intentó qué? —preguntó incrédulo.

—Suicidarse, Tom. Will ha intentado quitarse la puta vida porque yo decidí cancelar nuestra boda. ¿Tú sabes el puto cargo de conciencia que tengo?

—Seguro que lo ha hecho para darte pena Emily, joder, ¿no lo entiendes? Lo único que quiere es que vuelvas con él, cueste lo que cueste. —me agarró por los hombros.

—¡¿Pero qué cojones estás diciendo, Tom?! Teníamos planeada toda la boda, teníamos planeada toda nuestra puta vida hasta que apareciste tú a ponerme mi mundo patas arriba de nuevo. Will me ama, he pasado demasiado tiempo con él, y de la noche a la mañana lo mandé todo a la mierda por tí. —me deshice de su agarre. —Pero tú jamás lo entenderás, porque tú no sabes lo que es el compromiso.

—No, lo que no entiendo es por qué te vas a casar con él cuando sabes que al que amas es a mí, Emily. —Tom se llevó las manos a la cabeza desesperado. —¿Por qué Emily? Explícamelo.

—Porque durante todos estos años en los que estuve echa mierda por tí, el que estuvo ahí para ayudarme fue él. Y ahora que él me necesita no lo voy a dejar tirado. Por primera vez haré caso a mi cabeza, y esta vez, haré oídos sordos a lo que me grita mi corazón...

—Pero, amor... —le interrumpí.

—Lo siento, Tom. —me di la vuelta para encaminarme hacia mí habitación. —Cierra la puerta al salir, por favor.

Tom:


Habían pasado unas cuantas semanas en las que no sabía nada de Emily. No contestaba mis llamadas ni mis mensajes, no quería hablarme, ni siquiera dejaba que Kate o Bill me dieran información de ella.

"Así dolería menos" decía. Y una mierda.

Intenté por todos los medios arreglar las cosas, lograr que Emily entrara en razón, pero todo era en vano.

Ese día era su boda.

—Por favor, Bill. Necesito saber donde se casa Emily. —levanté mi mano izquierda mientras la derecha reposaba en mi pecho encima de mi corazón. —Te juro que solo quiero felicitarla, verla vestida de novia, estar presente el día más feliz de su vida... —supliqué.

—Te he dicho que no, Tom. Si Emily se entera que te he contado lo de la boda, me matará. —dijo acomodando las solapas de su traje. —Y aunque me veo de muerte con este traje, no quiero morir. Gracias.

—Bill, ¿qué te parecería si fueras tú el que está en mi situación con Kate? Tú querrías que te lo contara.

—Yo querría que Kate fuera feliz, Tom. Y si lo que le hace feliz a Emily es esto, debes respetarlo.

—¡Pero es que no la hace feliz, solo se casa por no tener cargo de conciencia! —me alteré.

—Bueno, pues si esto es lo que le da paz a ella, respétalo de igual manera. —posó su mano en mi hombro. —Se que es duro ratón, pero algún día el dolor pasará.

—¿Y si no lo hace? Estoy dejando que el amor de mi vida se case con otro, Bill. Y te juro que siento que me muero de imaginarla formando una familia con ese tipo. —las lágrimas corrieron por mis mejillas. —No puedo dejarla escapar otra vez Bill, otra vez no...

En ese momento Kate nos interrumpió entrando en el salón. Se hizo la disimulada, pero estoy seguro que había estado escuchando nuestra conversación.

—Lo siento, Tom. De verdad. —me miró entristecido. —¿Nos vamos? —preguntó mirando hacia Kate. Esta asintió.

—Ay, se me ha olvidado algo. —dijo Kate estando ya en la puerta. —Esperame en el coche, yo voy ahora.

Mi hermano salió cerrando la puerta tras de si. Kate se acercó lentamente hacia mí, apoyó una mano en mi hombro y sonrió dulcemente.

—¿Sabes una cosa? Emily siempre me dijo que tenías miedo al compromiso. Quizás ese fue tu error. —la miré confuso. —Otro le está ofreciendo la seguridad que contigo no tenía. Contigo todo era incertidumbre, y con Will básicamente tenía toda su vida planeada hasta casi el día de su muerte. —agarró mi mano y dejó un papel en esta para luego cerrarmela en un puño. —Piensa en ello, cuñadito. Ella también lo está pasando mal.

Desdoblé el papel que Kate había dejado en mi palma, lo había doblado demasiadas veces para quedarse en un pequeño cuadrado. Al abrirlo descubrí de lo que se trataba. Era una invitación de boda.

Catedral de nuestra señora de los ángeles.

555 W Temple, St.

¡Era la dirección de la iglesia! Kate era la mejor.

Sin pensarlo dos veces, cogí las llaves de mi coche y salí corriendo de casa dando un portazo. Monté rápido en mi coche y conduje lo más veloz que podía. Necesitaba llegar a esa iglesia, necesitaba ver a Emily, necesitaba que esa boda no se llevara a cabo.

Porque no, no estaba dispuesto a dejar que el amor de mi vida se casara con otro. Porque si alguien tenía que darle el sí quiero a Emily en un altar, ese debía ser yo. Porque ella era mía, y yo era completamente suyo, y eso, nada ni nadie lo podría cambiar.

Estacioné la camioneta frente a la gran catedral y, litalmente, me tiré de esta para salir corriendo. Las piernas no me daban más de sí, mi cuerpo sudaba en frío y mi respiración estaba demasiado acelerada. Pero no me podía detener. Abrí las puertas de la iglesia, dándoles un gran empujón que causó un estruendoso ruido.

—¡Emily! —grité desesperado causando que todos los invitados se girasen para verme. —¡No te cases, por favor!

Something about us ; Tom KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora