𝑼𝑵𝑨 𝑮𝑼𝑬𝑹𝑹𝑨 𝑷𝑶𝑹 𝑪𝑨𝑼𝑺𝑨𝑺 𝑬𝑭𝑰𝑴𝑬𝑹𝑨𝑺

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En una clase, tuve una revelación curiosa. De pronto, vino a mí una cuestión que invadió por completo mi mente y me hizo preguntarme, ¿Realmente valen de algo estas guerras? Quiero decir, he notado que cuando surge un nuevo conflicto armado en el mundo, todos comenzamos a asumir un bando sin siquiera parar a preguntarnos o sin saber por qué lucha dicho bando.

Justamente me planteo eso con lo que pasa en mi país. Me pregunto si como pueblo realmente recordamos cuáles fueron las causas que llevaron a las guerrillas a alzarse en armas y mucho menos nos detenemos a pensar si los que catalogamos como los "buenos" realmente lo son. La respuesta común de la gente frente al conflicto armado, sobre todo con las guerrillas, siempre es la misma: "Ah, no, ellos siempre han sido malos y no hemos podido con ellos".

Es ahí donde digo que no comprendemos que es responsabilidad del estado como de las guerrillas; e incluso del mismo pueblo, el llegar al punto de inflexión que nos lleve a una posible paz venidera.

Precisamente es donde también reflexiono en el caso contrario. Cuando miro a la gente que actualmente se encuentra en el monte luchando por una aparente "Colombia mejor", es donde me pregunto, ¿En serio están luchando por una Colombia mejor?, o mejor dicho, ¿Realmente saben POR QUÉ están luchando?

Puede que sea alguien con una imaginación demasiado volátil, pero no me parece raro imaginar que alguno de esos centros de desmovilización que intentaron hacer, más de un guerrillero haya dicho algo como "No, mi fusil no lo suelto por nada y mucho menos renuncio a mi vida en el monte". Cosa curiosa porque esto también puede ocurrir en el caso contrario con el soldado del pelotón que llega y dice "Yo no quiero la paz, solamente quiero acabar con cuanto guerrillero me encuentre en mi camino".

En este punto me llega el recuerdo de una de las preguntas que se hacía el comediante Jaime Garzón en una de sus parodias, "¿Será que sin conflicto no se puede vivir en este país?". Y creo que sería bueno tomarnos el tiempo de decirle al pobre Jaime en sueños que no, han pasado veinticuatro años desde su hipócrita asesinato y nada que llegamos a una resolución de este conflicto armado. Si nos ponemos a analizar los posibles orígenes verdaderos de la violencia en Colombia, nos terminamos yendo casi hasta la época independentista y qué pereza irse tan lejos.

Tomé la palabra en este punto de opinión que posiblemente muchos colombianos a lo largo de todos estos años de conflicto se pudieron haber cuestionado en algún instante. ¿Qué es lo que realmente nos sigue impulsando a seguirnos matando? Antes era algo casi claro, el poder, los ideales, el dinero, el luchar por justicia para la nación. Pero considero que ese ideal se ha perdido con bastante fuerza.

Parece que nos estamos esforzando de forma sobrehumana en alargar un conflicto que dejó de tener sentido en la década de los 2000. Solo buscamos saciar nuestra sed de guerra, una sed que corre por nuestras venas criollas desde la guerra de los mil días y los lejanos días de los enfrentamientos bipartidistas en los pueblos. Donde solo buscamos acabarnos los unos a los otros.

Al final, siempre será cierto responder a una clásica pregunta que solía decirme mi abuelo cuando hablábamos de conflicto armado en mi Colombia; ¿Cómo vamos a esperar hacer cambios o aportes positivos a esta lucha, si ni siquiera hemos podido salir de nuestros combates internos que tenemos cada uno de nosotros clavados en nuestra idiosincrasia?

Porque por momentos, siento que el verdadero problema que invade al colombiano de a pie, ese tan despreocupado y tan interesado en política, lo carcome más los males intrínsecos de su cultura, más que un grupo de revolucionarios armados en el monte. Mismo monte al cual envían a los carentes de estatus o por simplemente ser estratos uno y dos, son enviados a la guerra, y luchar una guerra con sangre ajena, es muy fácil.

La carencia de contemplaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora