Había silencio.
Ningún ruido se hacía presente, ninguna respiración, ningún murmuro... todo estaba en completa calma en el set. Pero el corazón de Louis estaba tan alterado que sentía que taladraba su pecho con mucha fuerza.
La venda en sus ojos ponía sus sentidos más sensibles, la mordaza en su boca absorbía su saliva que si no fuera por la posición en la que se encontraba, se estaría ahogando ahora mismo con ella.
Sus brazos estaban tras su espalda con fuertes nudos alrededor de sus muñecas hasta el final de sus codos. La fibra apretándole su delicada piel y haciéndola enrojecer hasta casi tornarse violeta. La cuerda estaba enganchada a un aro de metal en el techo, suspendiendo sus brazos. Parecía que en algún momento éstos se iban a despegar de su cuerpo, no le dolían mucho, sólo le incomodaba.
Su estómago estaba contra el colchón con el traje de cuero delineando su cintura. Sus suaves muslos siendo apretados de la misma manera con las cuerdas haciendo que éstos estuvieran alejados el uno del otro, dejando su sexo expuesto, con los talones atados a cada esquina de la cama.
No podía moverse aunque lo intentara. Harry nunca había usado tanta fuerza y firmeza en sus nudos antes.
El silencio retumbaba en sus oídos como un zumbido. Las cámaras ya habían comenzado a grabar, lo sabía, pero nada pasaba aún.
Finalmente el día que tanto le atemorizaba había llegado, y cuando Harry se ofreció a enseñarle un poco el mundo del BDSM no sintió que fuera tan malo. Pero la situación había dado un giro radical, tan repentino e inesperado que el miedo realmente recorría sus venas sofocadas por tanta presión en los agarres.
Había contado las veces que Harry lo había mirado a los ojos cuando días atrás hasta perdía la cuenta a los cinco minutos. Eran extraños. Desconocidos. O al menos así lo sentía. Los momentos que pasaron juntos parecían haber sido sueños, tal vez fantasías. Ya no sabía si habían sido reales.
¿En qué momento había terminado todo así?
El sonido del aire siendo cortado erizó su piel alertándolo y dando un brinco cuando un azote cayó sobre sus glúteos abiertos. Firme y rápido.
La sensación de hormigueo llegó al instante y el picoso dolor se había extendido por toda su espalda.
El mismo sonido se escuchó de nuevo y sintió la sensación caliente en la otra mejilla. Trató de contraer el músculo, pero sus piernas separadas se lo impedían.
Harry ni siquiera le había preguntado sus palabras de seguridad. ¿Cómo las usaría si no podía moverse y ni siquiera hablar?
El tercer azote cayó en sus muslos dejando una fina línea roja que no pudo ver pero que la cámara, Harry y todos a su alrededor en el set lo hicieron.
Trató de respirar hondo.
Y sus manos tensadas detrás de sí le recordaron a cuando Harry lo había esposado a la Cruz de San Andrés el primer día. En cómo se había retorcido cuando su lengua le recorrió en suaves lamidas el torso. Sus muslos atados, a cuando le había acariciado con la pequeña flor su sensible piel después de los azotes con el flogger. Su mordaza en la boca a el fresco domingo en la mañana, a las sábanas blancas de su cama, al olor de vainilla y la cera caliente viniendo después de los besos. Aquello le había gustado. Aquello le había excitado.
Esto, no se parecía ni siquiera un poco.
Escuchó pasos a su alrededor y pudo imaginarse a Harry caminar alrededor de la cama. Con aquel traje que resaltaba sus tatuajes y sus músculos. Con la sombra oscura bajo los ojos resaltando el esmeralda que los afloraba. Con su carnoso labio entre los