Louis siempre quiso ser una estrella de cine.
Jamás se imaginó que acabaría siendo una estrella porno pero eso apenas era el principio de su carrera. O al menos así trataba de convencerse.
Su papá le había regalado una cámara a los ocho años. Le había enseñado a usarla y había grabado cortometrajes de súper héroes combatiendo contra sirenas zombies con ayuda de los aliens y su pequeño gato William.
Le apasionaba ser el protagonista, como también estar detrás de su cámara filmando y creando fantásticas historias.
A los dieciocho terminó la preparatoria y la universidad más prestigiada en cinematografía y arte lo había aceptado con un filme de él en la playa que había hecho cuando fue a visitar a su abuela. Gritó de la emoción al recibir su carta de aceptación y su padre estuvo muy orgulloso de él.
Solamente había dos problemas.
La universidad se encontraba en California y no tenía ni siquiera una libra para pagar el primer semestre.
No quería pedirle dinero a sus padres, pues tenía cuatro hermanas y dos bebés mellizos se habían integrado recientemente a la familia.
Estaban a punto de terminarse las vacaciones, y la universidad estaba esperando una respuesta de su parte. Contestó que sí, que asistiría comenzando el mes de Agosto y que pronto buscaría alojamiento.
No había vuelta atrás.
Era su sueño y su padre le había dicho constantemente que luchara para cumplirlo.
El problema era que su sueño costaba cuarenta mil libras al año y que estaba al otro lado del mundo.
Así que una noche, desesperado buscó en su computador: ¿Cómo ganar dinero fácil y rápido? y miles de opciones se desplegaron hacia abajo. Unas más absurdas que otras, pero le llamó finalmente una en concreto.
Filmar un video sexual mientras recibía una gratificación monetaria por parte de los espectadores.
En pocas palabras: Pornografía.
Al principio rechazó esa idea de por medio. Pero con el paso de los días, la desesperación y el pánico lo invadió obligándolo a colocar el tripié y encender su cámara.
Se quedó de rodillas en su cama con la cámara frente a él. Aquella luz roja a un lado de la lente indicando que estaba a punto de cometer el peor error de su vida.
Comenzó a tocarse a través de la ropa, y cerró los ojos para no ver su cara de vergüenza frente a la pequeña pantalla. Se desnudó y separó las piernas frente a la cámara. Aquella que le había regalado su padre para que fuera un artista, un director y una estrella de cine. No una estrella sucia y vulgar.
Coló uno de sus dedos dentro de él y después un segundo. Se sentía bien, ya lo había hecho antes. Sólo que sin un millón de espectadores comentando todo lo que querían hacerle. Se masturbó y se corrió sobre su estómago a la vez que la cámara se apagaba por falta de batería. Pensó en que tenía que repetir el vídeo pero parecía que la gente estaba satisfecha. Los números en su cuenta bancaria fueron aumentando lo suficiente para decirle la primera mentira a sus padres.
—He conseguido una beca.
Su madre dejó de cortar los vegetales y su padre bajó el periódico que estaba leyendo.
—¿Una beca? ¿En la UCC?
—¡Sí, papá! ¡¿Puedes creerlo?!—una vez más, estaba actuando.
—¡Felicidades, campeón! Estoy muy orgulloso de ti. Estoy feliz de que apoyen tu gran talento—lo abrazó y su madre también. Retener las lágrimas de tristeza fue lo más difícil de soportar.
Empacó su cámara, desempolvó una maleta y compró un boleto a California.
El resto fue historia, volvió a hacer otro vídeo para pagar el alquiler de un pequeño departamento cerca de la Universidad y para llenar el diminuto refrigerador con comida saludable.
La primera semana le pedían mucho material costoso para sus clases y tuvo que requerir a su oculta fuente de ingresos para comprarlos. Cada vez se sentía más sucio pero valía la pena si estaba logrando construir su sueño de poco a poco.
Un día, recibió una llamada.
—¿Hola? ¿Eres Vanilla Boy?
Cerró los ojos por la vergüenza. Debió elegir un mejor pseudónimo.
—¿Cómo tiene mi número?
Pudo imaginar una sonrisa en el rostro del hombre a través del teléfono.
—Eso no importa, bonito. ¿Cuál es tu nombre real?
—Váyase a la mierd-...
—¡Espera! Por favor no cuelgues. Tengo una oferta para ti. He visto tus vídeos.
—No me interesa.
—Al menos escucha lo que podemos ofrecerte. Mi nombre es Patrick.
Aquel cerdo resultó ser el director de una de las empresas más grandes en la industria digital de la pornografía: dirty-hot-twinks.com Ofreciéndole a Louis un contrato de un año, sesenta vídeos y un sueldo que al final abarcaba un poco más que la colegiatura completa de su Universidad.
La tentación fue muy fuerte de soportar, pero ceder, había sido un golpe muy bajo que se había dado él mismo.
—Acepto.
Fue citado al día siguiente a los estudios y a firmar su contrato. Observó el set con distintas camas, desde la más sencilla con sábanas blancas, hasta las mantas de leopardo con un safari alrededor.
Leyó detalladamente cada cláusula e incluso pidió llevárselo y regresarlo al día después. Investigó en internet y consultó en esos foros de abogados para cualquier duda. Todo parecía en orden. Excepto por una cosa que no le gustaba.
Tenía que dar y recibir besos explícitos y apasionados en la boca.
Y no.
Jamás fingiría un beso porque simplemente no sabía. Ni siquiera lo había hecho en la vida real. Menos iba a saber cómo actuar uno. Además se estaba reservando lo único puro que quedaba de su cuerpo para aquella persona especial que planeaba conocer algún día.
Le comentó su petición a Patrick y éste aceptó sin rechistar, con tal de que Louis cumpliera con su parte. Que era específicamente: ser follado.
Su primer vídeo fue un total éxito.
Subió a primer lugar en la lista de los vídeos más populares. Fue reproducido más de dos millones de veces la primera noche y tenía toneladas de comentarios positivos, o más bien, sucios y pervertidos.
En pocas palabras, al público le había encantado. ¿¡Y cómo no?!, con el título que le habían puesto hasta llamaba la atención de sólo leerlo.
¡Vanilla Boy pierde su virginidad con Travis, "El Rompeculos de Acero"!
Y vaya que le había dolido.
Al principio estuvo muy triste de perder su virginidad de aquella manera, pero se secó las lágrimas con el dorso de su suéter y se dijo a sí mismo que era por su sueño. Su meta.
Se repitió una y otra vez que el fin justificaba los medios. Y cuando llegara a ser un actor profesional y un productor de cine, valdría la pena todo lo que estaba sacrificando.
Y básicamente su vida era una rutina. Asistir a la universidad; miércoles, viernes y sábado ir al set a grabar y en su tiempo libre dedicarse a estudiar. No había descanso. No había pasatiempos con amigos, porque a parte de que no tenía por miedo a que se enterasen cuál era su trabajo, no soportaría que se burlasen de él. O a que lo juzgasen sin conocerlo.
Todo iba respecto a su plan, todo iba en marcha. Sacaba buenas calificaciones, ganaba dinero... pero algo había salido mal el día de ayer. Y eso le quitaba el sueño por completo.
Unos labios ajenos habían rozado los suyos sin su permiso. Alguien le había quitado la única pureza que tenía. Y estaba demasiado furioso por eso. Quería lavarse los labios con cloro y alcohol.
Pero aparte de todo, estaba muy triste. Porque ya nada limpio quedaba de él.
Se sentía repugnante.