๑ ׄ ﹙ después de despertar de un espléndido sueño, su vida se tornaría una completa pesadilla al encontrar un tibio cuerpo entrelazado al suyo, que lo mantenía cautivo entre sus brazos sin intenciones de liberarlo.
Eso pensaba, h...
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Las calles de Seúl estaban radiantes por las luces que decoraban cada recinto y local junto a la alegría que emanaban las personas con sus cálidas sonrisas, se podía sentir la paz que reinaba en cada rincón de la ciudad y quizás eso era lo satisfactorio de la navidad.
Ni-ki terminaba de colocar las flores sobre la tumba de Jay, Jake llevaba un pequeño cuenco con algunos frutos dentro y un listón blanco con brillos que terminaba en un moño como decoración depositándolo en medio para finalmente terminar con la sencilla decoración en la tumba de Jay.
—Terminamos. —dijo Ni-ki con una sonrisa.
—¡Si!, Jaykei estará muy contento con esto. —dijo Jake con una sonrisa de oreja a oreja.
Ni-ki asintió observando la lápida de su hermano, quizás no podía abrazarlo físicamente pero, en su corazón podía hacerlo sin ninguna oposición, pues, en ese lugar no se necesitan nada más que los recuerdos y él cariño verdadero.
—Es nuestra primera navidad sin ti, bueno, se que estas con nosotros aquí.—dijo Jake picando suavemente con su dedo la zona del corazón.
—Feliz navidad, Jaykei —dijo Ni-ki tomando la mano de Jake.
Jake puso su otra mano libre sobre la lápida acariciándola y retirando un poco de nieve que cubría él nombre, una pequeña sonrisa adornó su rostro al recordar como jugaban en él bosque haciendo pequeños hoyos y túneles entre la nieve ocultando ramas o cosas raras que encontraban por allí.
Ni-ki miró hacía él árbol observando como solo tenía pequeñas flores y algunas hojas apunto de caer, con las ramas pintadas de escarcha blanca, una corriente de aire nuevamente paso por donde estaban pero, esta vez no hubo palabras ocultas entre él viento o la imagen de Jay, solo había tranquilidad viajando por él lugar.
—Es hora de irnos, pero vendremos siempre. —dijo Jake retirando su mano de la lápida lentamente. —Te quiero.
—Hasta pronto. —finalizó Ni-ki con una sonrisa.
Ambos hermanos se marcharon a casa listos para pasar su primera navidad con su nueva familia. Sunoo les había prometido que para cuando volvieran habría galletas y leche tibia esperándolos sobre la mesa pues, ellos irían a comparar las cosas que faltaran para la cena. Se sentían como unos niños pequeños por emocionarse por galletas pero, debían de admitir que Sunoo tenía un don para la repostería y para algunos platillos de comida.
La nieve había parado de caer pero, había dejado un rastro blanco sobre los tejados de algunas casas y locales, a medida que se acercaban a casa podían sentir como iba en aumento el espíritu navideño, habían casas adornadas con luces de colores o algunas imágenes referentes a la navidad. Les gustaba el ambiente que había en la ciudad porque podían apreciar la inocencia de los pequeños al jugar a guerras de nieve o crear muñecos de nieve esperando a que Santa llegará a dejar sus regalos.
