Encontrar a Deimos no iba a ser fácil, ya había intentado ponerme en contacto con él varias veces, la última nada más salir de casa de Simon, pero él seguía empeñado en no dar señales.
Está bien, Deimos, como quieras, pensé.
Así que decidí pasar al plan B. Si nuestro amigo alienígena no quería ser encontrado tendría que intentar contactar con nuestra alienígena de repuesto pero esta vez sin avisar.
- Mamá, ¿vais a necesitar el coche?- pregunté entrando a la cocina.
Eran más de las seis, mi madre se encontraba preparando la comida del día siguiente mientas mi padre le daba la merienda a mis dos hermanos pequeños.
-No, no vamos a salir, llévatelo si quieres. ¿Dónde vas?- preguntó.
- A ver a Bella.- dije.
- No me gusta esa chica, Layla.- replicó mi padre que acababa de llenar otra cuchara de yogur para mi hermano.
- Lo está pasando mal, Simon está un poco raro después del incidente, me da pena.- me excusé.
- Esa pena tuya va a acabar contigo, hija.- respondió mi madre.- ve con cuidado, no vuelvas tarde.
Cogí las llaves del coche y me puse el abrigo antes de salir a la calle, el frío del invierno cada vez calaba más y, aunque me encantaba, prefería sufrirlo en mi habitación bajo una manta calentita y haciendo algo más placentero que ir a hablar con una tía que había intentado matarme en dos ocasiones.
Una vez en el coche busqué la dirección que me había dado la primera vez que quedamos, la introduje en el Google Maps y arranqué el coche.
No tardé mucho en llegar.
El barrio era tan lúgubre como lo recordaba: edificios en mal estado, farolas fundidas, basura por las calles...por un segundo me arrepentí profundamente de estar ahí y tuve el acto reflejo de escribirle a Deimos pero no lo hice. Si no va ni a leerlo, pensé. Así que tomé aire y saqué pecho. Tú puedes, me dije.
Caminé a paso moderado, el lugar te invitaba a salir corriendo pero no quería levantar sospechas, no más de las que estaría levantando ya. Me aseguré de haber cerrado el coche antes de entrar en el edificio.
En el hall, un hombre desaliñado y exageradamente delgado levantó la vista al verme entrar. Hice un movimiento de cabeza a modo de saludo y él me ignoró por completo. Menos mal.
El ascensor no tardó en llegar. Me monté en él intentando evitar el charco de vómito que había en la esquina derecha. Qué asco. El olor era tan fuerte que tuve que esconder la nariz dentro de la camiseta durante todo el trayecto, por suerte solo eran dos pisos.
Salí al pasillo y comencé a contar puertas aunque la verdad es que lo recordaba perfectamente. La imagen de esos tipos corriendo tras de mí y la bala deteniéndose a apenas unos centímetros de mi frente no se me iban a olvidar en la vida, ahora sabía que la bala se detuvo porque Deimos hizo que se detuviese y ese recuerdo me hizo sentirme aún peor de lo que ya me sentía.
Me detuve frente al apartamento 204, dudé durante una milésima en si llamar o no pero lo hice, di tres golpes fuertes a la puerta y esperé. Fueron unos segundos eternos en los que las manos habían comenzado a sudarme, ¿y si volvía a encontrarme con esos tipos? Esta vez no había nadie para salvarme el culo. Oí pasos al otro lado de la puerta y la tapa de la mirilla descubrirse. El corazón me latía tan fuerte en ese momento que pensaba que iba a vomitar y la sensación aumentó cuando oí correr el pestillo y la puerta se abrió.
Mi corazón se relajó al ver a Bella, vestida con ropa de estar por casa y un moño visiblemente grasiento atado en la parte superior de su cabeza.
-Layla, ¿qué haces aquí?- preguntó visiblemente sorprendida.
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𝒮i pudiera volver
RomanceTras un año desaparecida, Layla Harrison es encontrada a las afueras de Wichita, sin saber cómo ha llegado ahí o qué ha sido de ella, intentará rehacer su vida mientras investiga por su cuenta para tratar de recuperar los recuerdos del último año...