Capítulo 6: tenías que confiar en mi.

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 Bajo ningún concepto, Layla.


La voz de Scott resonaba en mi cabeza una y otra vez. Quizá fuese un efecto secundario del alcohol, quizá fuese algo más, pero lo que sí sabía era que no dejaba de revivir aquella noche.

Scott se había levantado y comenzaba a caminar en dirección a los aparcamientos.

-¿Por qué?- demandé levantándome de mi sitio y siguiéndole. Scott se giró un segundo, lo justo para decir lo que tenía que decirme.

-No puedo decírtelo, sé que es mucho pedirte pero...- miró hacia el suelo y de nuevo a mí, esta vez no intentaba disimular la preocupación en su rostro. - confía en mí.

Continuó su marcha a paso apresurado, nos acercábamos cada vez más a una hilera de coches estacionados cuando rebuscó algo en su bolsillo y sacó una llave. Apresuré el paso hasta lograr alcanzarle y le tomé del brazo. De nuevo sentí un chispazo recorrerme de pies a cabeza, un chispazo que se extinguió en mi pecho pero no tuve tiempo de darle importancia porque necesitaba una respuesta.

-Eh.- no logré que se girara pero sí que se detuviera- ¿Cómo qué confíe en ti? Ni si quiera te conozco. Tienes que decirme qué pasa. - Scott no contestó durante unos segundos pero de pronto tomó aire y se giró, clavando sus oscuros ojos sobre los míos

- Prometo darte una explicación pero no puedo dártela ahora, tengo algo que hacer primero, dame esta semana, ¿vale? Te daré una explicación a final de semana hasta entonces evita juntarte con cualquiera de los dos.

El calendario de mi móvil marcaba las 16.30h, era jueves lo que significaba que mi jornada de la semana había terminado. Me despedí de Paula en la facultad y me dirigí a casa. Tiré la mochila en la entrada nada más llegar, algo que no hubiese podido hacer si mis padres hubiesen estado en casa, y me dirigí a la cocina. Había comido hace unas horas pero me moría de hambre y el postre de chocolate que compró mi madre la tarde anterior llevaba mi nombre escrito.
Me senté en la mesa y le di un bocado al postre. Así debía de saber el cielo. Antes de dar otro bocado comprobé los mensajes de mi móvil. Llevaba haciéndolo toda la semana, encendía el móvil una y otra vez esperando ver un mensaje, un nombre en concreto, pero que no había llegado a aparecer. Apagué la pantalla un poco decepcionada y continué comiéndome el postre. Un par de noches antes, mientras intentaba coger el sueño revisando redes sociales, vi la típica frase que me hizo reflexionar: ten cerca a tus amigos pero más a tus enemigos. En base a ella, había trazado un plan: hablaría con Simon, me disculparía y cuando me ganase su confianza y la de Bella recuperaría el colgante.

Y, dado que Scott no daba señales de vida, eso era lo que iba a hacer.

La casa de Simon no emanaba el ambiente acogedor que yo recordaba. A pesar del encanto de la casa de ladrillo visto y del jardín bien cuidado, lo que antes se sentía hogar ahora me hacía estar alerta.

Golpeé la puerta de la entrada tres veces.

-¡Layla!- el rostro somnoliento de Simon mostraba sorpresa.- ¿qué haces aquí?

- ¿Te he despertado?

- No, qué va, estaba jugando a la play.- a la vista saltaba la mentira, eran muchos años de amistad pero en lugar de desmentirle me limité a sonreír.

- ¿Puedo pasar? Quiero hablar contigo, si quieres. – en su rostro pude ver que aún no se terminaba de creer que yo estuviese ahí.

- Claro, perdona, pasa.- titubeó.- mis padres no están en casa.


Aunque viniendo de cualquier otra persona podría sonar con segundas, viniendo de él significaba que podíamos hablar sin problemas.

Dejé mi abrigo en uno de los sillones color canela del salón de Simon y tomé asiento. Él hizo lo mismo mientras continuaba mirándome con expectación.

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