Capítulo 2

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"Viví engañando con la idea de que el amor de una madre era lo más fuerte que existía, dime entonces, Oh gran Luna ¿Qué me espera si ella misma me desprecia?"

El frio era atroz, Ferguson tiritaba junto a una vieja pila de ladrillos grises, estaba esperando a que alguien le tirara algún pedazo de pan o queso, o, si tenía la suerte, alguna moneda. Y se negaba rotundamente a volver a su casa, había tenido una discusión muy fuerte con su madre y no quería verla de nuevo. La gente que pasaba lo miraba con tristeza o enfado, como si ese niño fuera solamente otro más del montón, vivir en Lakveria era una porquería

Otros, los más despiadados y crueles, lo pateaban o pisaban intencionalmente. No es que todo en su pueblo estuviera tan mal, la comida (cuando podía permitírsela) del lugar era de las más exquisitas en toda Matkuyu, se especializaban principalmente en maricos y cualquier cosa que estuviera dentro del agua, pues estaban rodeada de toda ella el problema era el dinero, los reales de plata eran siempre lo que los mantenía dentro de un hoyo

Sin contar que en todo Matkuyu estaba prohibido encender fogatas o alguna fuente de calor que no fueran las permitidas por los sacerdotes y la corona lunar, puesto que la diosa, odiaba el calor, los colores cálidos o llamativos, y todos debían ajustarse a lo que ella creyera correcto, Ferguson estaba loco por conseguir algo que lo mantuviera caliente

El pequeño Ferguson era de esa poca gente que no le importaba realmente su enemistad con la tierra enemiga, puede que solo fuera por su corta edad de doce años, pero para él, aquella enemistad tan ridícula solo le causaba problemas, estaba seguro de que mucha gente como él querría ver algo de fuego real, calentarse, sentir el ardor en las palmas de sus manos, sentir como el sol le besaba la cara, sentir un mínimo de sudor, deseaba dejar tanto frio de un lado

Pocos años después de la guerra de división, mucha gente en Matkuyu moría de frio o hambre, para poder contener a la población, Luna dio el permiso de crear fuego, pero el fuego que creaban era azul, y, por más loco que sonara, era un fuego frio, servía para cocer y conservar los alimento, además de ser una buena fuente de luz en aquella tierra tan obscura, pero no calentaba, eran tan hueco y frio como los mismos lunares.

Ferguson había visto cómo se llevaban a rastras a la gente y le disparaban allí mismo por prender una fogata

No tardo en empezar a nevar, Ferguson se hizo aún más bolita junto a los ladrillos, tenía encima una vieja manta negra que se había llevado de casa, pero, para aquel frio, la manta parecía inexistente, intentaba no cerrar los ojos, intentaba no dormir, porque temía que no volviera a despertar, y lo tenía muy consiente, la muerte y el significado de esta, su padre tenía años durmiendo, y todavía no despertaba, estaba durmiendo en el jardín trasero de la casa, arropado por la tierra, escuchando cantar a los gusanos.

Antes eran una familia estable, o eso quería creer. Su padre era un soldado del castillo, y su madre había sido una criada del mismo, los dos se habían enamorado cuando el padre del chico daba rondines por los pasillos, la mujer se quedó lavando ropa hasta tarde

Su padre había escuchado ruidos raros en los pasillos y cocina, además de que veía desaparecer las cortinas de todos lados

—¿Quién eres? —le había dicho el hombre cuando se encontró con la mujer, ella cargaba con una cesta llena de tela negra y gris

-Lamento molestarlo, mi nombre es Consuelo, pertenezco a la servidumbre- la mujer sonrió al hombre

Y desde ese momento todo había cambiado, Ferguson supo que era amor a primera vista. Los dos se juntaban cada vez que podían, se besaban en secreto, se lanzaban miradas coquetas entre ellos, y siempre buscaban una excusa para encontrarse.

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