Capítulo 7

407 32 60
                                    

Llevaba más de tres meses sin un rastro de droga en su cuerpo.

El primer mes fue el más difícil, Renzo se enteró que se había drogado de nuevo cuando lo vio con fiebre, y llorando, sudando completamente. Además de notarlo diferente. No podía ser su celo, estaba seguro de eso, y por sus pupilas, supo que se trataba de abstinencia de ese tipo.

Por supuesto que el corazón del alfa dolió, no se había dado cuenta en que momento se había drogado de nuevo.

Culpaba al padre del omega, lo había estado enviando a todos lados, a investigar o arreglar algo, quería tener todo listo para la boda de su primogénito con el Zar, incluso antes de eso apenas si se habían visto unos pocos días, cómo si quisiera mantenerlo alejado de su omega.

Renzo hervía de rabia, en cuánto vio al beta, lo azotó a la pared, con una siguiente pelea con él por eso, Giorgio tampoco lo sabía, lo suponía e incluso había espiado al omega repetidas ocasiones, pero Alessandro esta vez si había engañado a todos.

La primer semana que no se metió nada fue la peor, fue cómo si estuviera en celo, sólo que más enojado, y sin dejar que alguien lo tocara, sus hermanos creyeron que tuvo otro, fue lo que les dijeron, y aunque estaban preocupados no pudieron acercarse, al menos una semana más, que, cuando por fin reaccionó, miró apenado a Renzo y a Giorgio, antes de disculparse con ambos.

Lo peor fue para Santino y Sabino, los dos estaban cansados, golpeados y tristes, y Alec estaba seguro que se debía a su mano derecha y a su novio.

Y es que los hermanos sabían de su recaída, y para no meterlo en problemas se habían callado, con la promesa del pelinegro de que no era una recaída, y que lo dejaría enseguida.

Aunque Santino y Sabino no se enojaron con él, el hada se sentía culpable, les dio dos semanas libres, ganándose a un Renzo enojado por eso, y a Giorgio sin hablarle un día entero por aquello.

Pero, incluso con tres meses limpio, podía reconocer el aroma de una de las nuevas drogas del mercado.

Se llamaba Cherry en cualquier idioma. Gracias a que el aroma era muy similar a las cerezas, con un ligero toque ácido.

Alec arrugó ligeramente la nariz, preguntándose el porqué se apreciaba el aroma tan cerca.

Y cómo si estuviera buscando respuesta, dos enormes alfas lanzaban a otro a unos metros de él, que apestaba por completo a esa nueva droga, y que por la adrenalina, gruñó en respuesta poniéndose de pie.

Aún así, olfateo fuerte, deteniéndose, y al verle, sus pupilas se calmaron un poco, pero, fue acompañado de una tétrica sonrisa que hizo al omega dar un paso hacia atrás.

El alfa extraño se lanzó a él, sin siquiera darle tiempo de pensar, y Alessandro despertó de golpe. Sentándose al mismo tiempo que reaccionaba.

Sus cachorros dormidos junto a él también despertaron, había sido una pesadilla, pero, conocía esa mirada, la imagen del irlandés pasó por su cabeza después de eso.

No sabía si podía, pero no le importó, su reloj marcaba las cuatro en punto de la mañana, y él, se puso de pie colocándose su cálida bata para dormir, y caminó fuera de su segunda habitación, la primera olía a pintura, y el Zar no lo dejó quedarse ahí, al menos por unos días.

Ya habían pasado dos semanas desde que llegó a la fría tierra del norte, y aunque el alfa procuraba estar presente, el trabajo terminaba por llevárselo, dejándolo de nuevo solo, o con Katarina, que aunque era nerviosa, ya le había tomado más confianza y trataba de hablar un poco más casual con él.

"¿No puedes dormir, Котнк?" -Alec dio un ligero respingo al escucharle, no esperaba encontrarlo tan tarde, su esposo se acercó, seguía completamente trajeado aunque recién quitaba su corbata, no lo había visto en todo el día, pero por su rostro, no había dormido mucho, aun así, el alfa seguía viéndose exageradamente atractivo a ojos de cualquiera, pero, con el cansancio reflejándose muy ligeramente en sus pupilas, Alec negó, intentando no mirar demasiado al mayor-.

Fata MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora