Mi Maestro

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Te convenciste a ti misma durante años que perfectamente podías controlar tus sentimientos por tu Maestro, sin embargo esa tarea se volvió imposible mientras que pasaba el tiempo y tu comenzabas a tener deseos prohibidos con el.

Sentías el deseo de tenerlo solo para ti día y noche, todo le tiempo que fuera posible y en parte estabas agradecida de que fueras su aprendiz, ya que así tenias más tiempo para estar con el sin que fuera raro o sospechoso. Aun así no creías que fuera suficiente.

Te avergonzabas de ti misma por aquellos pensamientos inapropiados que solías tener en momentos inoportunos. Tu deseo por sentir sus labios sobre los tuyos crecía en cada instante que pasabas con tu Maestro, sin importar que hacian.

¿Qué podías hacer? Tu Maestro era un hombre realmente atractivo con una personalidad imprudente que lo transformaba en alguien divertido que le gustaba el peligro. Además de su altura y su cuerpo bien formado que tuviste oportunidad de ver durante algunos entrenamientos, eran cualidades de él que te sacaban de la realidad.

Y verlo estirándose, poniendo sus pies de putintas sobre la enorme estantería, intentando alcanzar un libro, te llevo a pensar en cómo se sentiría estar entre su cuerpo y el colchón de una cama, sintiendo el placer que él te podía brindar.

—¡Lo encontré! —exclamó tu Maestro, sosteniendo un libro de gran tamaño entre sus delgados dedos —. Aquí están todos y cada uno de los protocolos que debes seguir dentro del Templo.

Te mostró el libro, sosteniendo una sonrisa acogedora que fue inevitable admirar. Aceptarse el libro encantada y sin darte cuenta, rozaste tus dedos con los suyos en el momento que agarraste el libro. Sentiste una pequeña aceleración en tu pulso.

—¿Los tengo que memorizar todos? —preguntaste analizando lo grande que era ese manual, incluso llegaste a resoplar de solo ver la cantidad interminable de hojas.

—Se supone que si —respondió a tu pregunta, formando una linea recta con sus labios. Sabía lo que sentías, precisamente por que en algún momento de su vida él había estado en la misma posición que tu.

—Vaya, son demasiado. ¿Usted se los memorizo todos? —apartaste la vista del manual para dirigirte a tu Maestro.

—Siendo honesto... No —respondió. Soltó una risa divertida luego de admitir en su cabeza lo flojo que fue al momento de memorizar los protocolos —. Obiwan me lo exigió, pero preferí seguir mis propios protocolos.

—¿Eso no está en contra de los mismos protocolos? —cuestionaste demostrando tu curiosidad y atención en cada cosa que comentaba Anakin.

—Probablemente si, pero no te lo puedo confirmar por que no me los memoricé —contestó levantando sus hombros, restándole importancia a la situación —. En mi experiencia, memoriza los que creas que son importantes.

—Como usted ordene.

Tu respuesta no solo te dejó sorprendida a ti, sino que también a él. Verte frente de él con tu sonrisa amigable y aprendiendo lo mejor de él, lo hizo pensar que estaba haciendo un buen trabajo como tu Maestro, a pesar de lo complicado que fue para él cuando inició, por lo que se sentía orgulloso de ti y eso lo animaba.

Pero para ti la situación era diferente. Lo único que pasaba por tu cabeza eran las infinitas formas de estar con Anakin. De alguna forma sabias que pensar así de él estaba mal, pero tampoco era como si pudieras evitarlo y cada vez se volvía más notorio, sobretodo cuando tus mejillas te traicionaban al ponerse rojas.

—¿Qué tienes metido ahí? —cuestionó una vez que vio algo entre tus brazos.

—Un libro que llamo mi atención —señalaste, sacando el libro para mostrárselo —. Por lo que leí, explica el por qué no está permitido sentir amor por otros seres y formar lazos. Me parece inaudito que se nos prohíba aquel sentimiento tan hermoso que se nos brinda como seres humanos. ¿Qué tiene de justo?

Anakin Skywalker (One Shots) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora