Capítulo 9

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LISA

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LISA

Por cuarta vez me pincho con un alfiler y siseo al sentir una punzada en la yema del dedo.

"Maldita sea", maldigo mientras trato de reajustar la seda.

Demasiado tarde. El pliegue que intento fijar se ha deslizado. Voy a tener que empezar de nuevo.

Vuelvo a maldecir y me enderezo. Estoy sola en el taller y mis pasos resuenan en el suelo de baldosas cuando retrocedo lo suficiente para observar todo el vestido.

No es que se le pueda llamar vestido.

Encontré algunos retazos de seda en el almacén de telas y me puse a jugar con ellos. Los trozos más grandes eran de diferentes colores, así que mi maniquí está ahora envuelto en una combinación de seda lima, melocotón y rojo cereza. No es la combinación más favorecedora del mundo, y mis torpes intentos de drapeado no le están haciendo ningún favor al material.

Nunca se me han dado bien los drapeados. Puedo coser a partir de un patrón tan bien como cualquiera del curso, y no se me da nada mal hacer mis propios diseños, pero la clase de drapeado a la que tenemos que asistir cada año ha sido un desperdicio para mí.

Elegir un vestido de seda de los años 30 con una experta combinación de secciones fluidas y entalladas como proyecto final de tercer curso fue una elección cuestionable por mi parte, pero quiero demostrar a todo el mundo que puedo hacer algo más que buscar ropa chula en tiendas de segunda mano. Puedo hacer algo más que simplemente hacer que los personajes a los que visto luzcan bien.

Quiero demostrar a todo el mundo que puedo crear. Quiero que todos miren este vestido y se sientan arrastrados al siglo pasado. Quiero que se queden boquiabiertos. Quiero que se pregunten cómo construí una máquina del tiempo y envié a la mismísima Carole Lombard deslizándose por la pasarela hacia ellos.

Quiero que todos miren este vestido y sepan, hasta los huesos, que superaré cualquier límite que alguien intente ponerme.

"Incluido no saber cómo drapear", murmuro mientras cojo algunos alfileres más y me dirijo de nuevo al maniquí.

Mientras pongo los alfileres, me pregunto si no sería mejor poner música. Casi nadie viene aquí los domingos por la tarde. Tenemos acceso a la sala los fines de semana, pero supongo que la mayoría prefiere venir temprano o quedarse hasta tarde cuando tienen clase.

Me gusta la soledad, y es mejor que intentar coser en mi pequeño apartamento. Hay algo mágico en tener toda la habitación para mí sola, como si me tropezara con una cabaña en el bosque que parece de cuento de hadas y en cuyo interior todos tus sueños se hacen realidad.

Probablemente así lo describiría Jennie. En cuanto pienso en ella, sé que necesito poner música.

Necesito ahogar esos pensamientos.

Llámalo como quieras ┃ JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora