Capítulo XII

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—Tu arma —le recordó, Elisa

Niel corrió de regreso a la habitación, la tomó, luego se dirigió al armario y sacó un fajo de billetes del bolsillo interior de un abrigo colgado allí. Con apuro lo coloco dentro de un pequeño maletín, cuando regresó con Elisa, fue hasta la puerta y la abrió, mirando el pasaje oscuro. Luego le hizo una señal a su hermana con la cabeza y salió.

Elisa oyó que un auto se detenía frente a la cabaña, corrió a la ventana y espió por la cortina.

—Niel, no es la policía —le advirtió luego de ver como cuatro hombres armados hasta los dientes bajaron del auto en tropel y corrieron en dirección a la ellos. —Vuelve... rápido... —le gritó.

El moreno volvió a deslizarse dentro de la cabaña y cerró la puerta. Se quedó observando todo a su alrededor y luego fue hacia una pesada mesa del comedor.

—Ayúdame —le dijo—. Atravesemos la puerta con esto.

Tiraron de la mesa y la empujaron hasta dejarla en la posición correcta. Se oía el ruido sordo de pasos pesados por el pasaje y alguien golpeó la puerta.

Niel levantó la mano para silenciar a Elisa. Mientras la pelirroja miraba la puerta esperando que comenzaran a derribarla, Niel se deslizó por el piso hasta su habitación, al llegar, sacó una ametralladora que escondía debajo de su cama y luego regresó con su hermana.

—Vamos a la puerta de atrás —dijo Niel en voz baja. Atravesaron la estancia en silencio y llegaron a la cocina. La puerta trasera daba a un callejón oscuro después de bajar un largo tramo de escaleras. Niel iba primero, llevando el arma a su costado. Abrieron la puerta lentamente, vigilando la entrada principal. Elisa esperaba que la tiraran en cualquier momento y sentía que el cuerpo se le encogía.

—Arrójate al piso —le dijo Niel a su hermana una vez estuvieron fuera.

En cuanto lo hizo un revólver estalló por encima de ellos. Niel oyó cómo el proyectil pasó cerca de él. Levantó la ametralladora y abrió el fuego, describiendo un semicírculo con ella. Por encima del rugido del arma oyó un grito estrangulado. Dejó de disparar y se lanzó al suelo... continuaron arrastrándose por un buen tramo. Inhalando con fuerza entre los dientes, Niel se puso de pie con lentitud, con el arma lista.

No pasó nada. Elisa se incorporó, con el corazón latiéndole con fuerza, y se acercó a él. Empezaron a caminar lentamente callejón abajo. Casi inmediatamente. Niel tropezó con un cuerpo, avanzó sin quitar la mirada de la vía de escape. El error de esa noche le estaba pasando factura, sus socios lo habían mandado a matar. 

"Si Juskin no está allí estaré verdadera muerto" —pensó

Cuando estuvieron a pocos metros del lugar de encuentro, el coraje de Elisa se desmoronó. Se apoyó contra un árbol, dejando que Niel avanzara. Estaba lista para correr detrás de él, pero no podía dar un solo paso más antes de saberlo.

Cuando dos hombres armados aparecieron a la lejanía, Niel comenzó a disparar antes de que el cerebro le enviara la orden a la mano. Uno de los hombres lanzó las manos para arriba y cayó hacia adelante, pero el otro desapareció de su vista.

Maldiciendo en voz baja. Niel se asomó a la calle. La adrenalina había mandado a pasear a la precaución. De pronto, un revólver estalló en el ambiente, Niel sintió el leve silbido del aire cuando la bala le pasó al lado. Hizo que la ametralladora barriera el lugar en un arco, disparando con ferocidad. El espantoso rugido resonaba en la calle desierta. El hombre que le había disparado cayó atrapado por la andanada de plomo.

Niel vio un gran auto cerrado salir disparado del otro lado de la calle. Cuando levantaba su arma, Juskin gritó su nombre, mientras agitaba frenéticamente la mano. Frenó en seco justo donde Niel estaba parado. Elisa saltó de la oscuridad y se metió en el auto. Niel subió cuando Juskin soltaba el acelerador de golpe. El auto se lanzó a toda velocidad. Oyeron una ráfaga de disparos detrás de ellos. Un proyectil que entró por la vidrio trasero destrozó el parabrisas. Elisa se agazapó en el piso, con la cabeza entre las manos.

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